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Año XVI, 29 de marzo de 2024


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Un criollo aperrado

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Martes 29 de septiembre 2009 17:12 hrs.


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En madundungún, la palabra “quiltro” quiere decir, simplemente, perro, vocablo que pronto la Real Academia de la Lengua debió incluir en el idioma, definiendo a un término que se utiliza en Bolivia y Chile y que quiere decir, “Perro y, en particular, el que no es de raza”. Nos encontramos así con el clásico can que ya es parte de nuestra idiosincrasia y que por muchas rejas y altos muros, siempre se las arregla para pasearse desafiante en el marco de una Parada Militar o con toda parsimonia en la cancha de fútbol del Estadio Nacional en medio de la disputa de un partido importante.

De aquí que no extrañe que entre los concursos que se estén realizando con motivo de la celebración de nuestros 200 años de vida republicana, su comisión, haya decidido elegir al “Quiltro del Bicentenario”. La convocatoria que está abierta hasta el 23 de noviembre de este año, consiste en enviar una fotografía o un collage donde estos infaltables animales estén presentes. Puede ser un quiltro de casa o uno callejero, lo importante es que se muestre a este ícono nacional en todo su natural desparpajo.  

En el mismo sentido de búsqueda de las múltiples formas cómo se manifiesta nuestra identidad, se está realizando una cruzada que busca consagrar al “quilterrier”, como la primera raza de perro chileno, entendiéndose por éste a un perro de tamaño mediano, de cuerpo blanco, cabeza manchada y sin cola. Un perro que nació de la mezcla de ejemplares europeos, los terrier, y los dos canes autóctonos que tenían los mapuche. Ya cuentan con 432 ejemplares puros y ahora buscan formar una línea de sangre para así armar el pedigrí. Si bien parece ser una iniciativa loable que busca darle un lugar en la genealogía perruna a este can tan nuestro, también resulta sintomática esa sempiterna búsqueda de nosotros los chilenos de justificar y darle reconocimiento oficial a lo que en estas tierras no lo tiene.

¿Qué diría Washington, la mascota de Condorito? De seguro se reiría “patas arriba” y quizás en el fondo estaría contento de la aceptación social que esto conlleva. ¿Será acaso esta búsqueda de consolidar al quilterrier una manera de catalizar la crítica ácida y artera que murmuran aquellos que se pasean orondos con sus perros de razas impronunciables y que de sólo verlos a la distancia uno opta por cruzar a la vereda de enfrente?

Quizás sea en definitiva una gran idea esta de demostrar que no necesitamos ir a la búsqueda de perros enormes y rabiosos que pasear cuando contamos con un ejemplar leal y “aperrado” como el quilterrier,  que no teniendo conciencia exacta de su tamaño, como buen perro chico aniñado, se trenza en peleas de perros grandes para salir maltrecho pero digno. Que es un alegre y optimista por definición y que, a pesar de no tener cola que mover para demostrarlo, no requiere de sicólogos ni tratamientos alternativos para salvar dolencias de índole síquica ni emocional. Que es un gran aliado de las amas de casa que prefieren a un animal que ladre a otro que maúlle a la hora de cazar a los temidos roedores. Que el quilterrier es un perro ideal para niños y no pierde ni la memoria ni el olfato para olvidarse de la mano que le ha dado de comer. Que prefiere lucir su estoica y blanca desnudez antes de ponerse las patéticas chaquetitas estilo inglés.

Que es como Washington, fiel a Condorito y que cuando lo consagren como perro de raza lo más probable es que se le vea en una silenciosa pirueta de ¡plop!

(*) En recuerdo del Terry y el Doggy

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.