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Social demócratas pierden desde el centro ante la derecha

Columna de opinión por Hugo Mery
Viernes 2 de octubre 2009 17:29 hrs.


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La crisis global no llevó a los electores europeos a votar por quienes postulan más gobierno y regulaciones al mercado, sino por derechas remozadas. Estas vinieron a suceder a los responsables de las condiciones en que se enfrentaron los problemas, los que no supieron tampoco dar nuevas respuestas.     

Si los socialistas panhelénicos logran este domingo relevar en el gobierno al Pasok, el partido de los conservadores griegos, no se logrará –pese a esto- revertir la tendencia que, a escala continental, marca la caída de la social democracia en Europa. El triunfo de la centroderecha en Alemania –el domingo pasado- fue el detonante mayor, porque en la polvareda los socialistas perdieron 10 de los 20 millones de votantes con que contaban hace once años, su peor desempeño electoral desde el fin de la guerra, con apenas el 23 % de los sufragios.

El mismo día los socialistas portugueses de José Sócrates lograron mantener el primer puesto, pero perdiendo la mayoría absoluta que detentaban en el Parlamento. Antes que todo eso, las elecciones para el Parlamento Europeo signaron un retroceso precedido, en los años inmediatamente anteriores, por los triunfos de Angela Merkel en Alemania, Nicolás Sarkozy en Francia y Silvio Berlusconi en Italia. Todos los indicios apuntan a que los laboristas británicos de Gordon Brown serán derrotados el próximo año y que el PSOE de Rodríguez Zapatero tendrá que dar una dura batalla para retener la presidencia del gobierno español.

Hasta ahora resultaban normales estas alternancias en el poder, las que se explicaban por la fuerza de la ley del péndulo, cuyas oscilaciones llevaban incluso a períodos en que predominaban en forma abrumadora los gobiernos de corte socialista, sin que esto revistiera caracteres dramáticos. Total, igual persistían los modelos capitalistas, sólo que administrados por una izquierda complaciente. En algunos casos, la paradoja se extendía a monarquías gobernadas por republicanos.

Cuando le tocaba el turno a la derecha, ésta se rendía ante la mayor contribución histórica del socialismo europeo: el llamado Estado de bienestar o benefactor, que pasó a formar parte de la vida de los ciudadanos. Sólo en los ’80 la Primera Ministra británica Margaret Thatcher se atrevió a emprenderlas contra esta religión continental, bajo el impulso de la reaganomics de los EEUU. Hoy, lo contradictorio es que la crisis global no favoreció a los socialistas, cuyos paradigmas de la regulación del mercado y de más gobierno reverdecieron en los debates en que se enjuició acremente a los agentes financieros. Hasta el clásico “Das Kapital” de Karl Marx volvió a convertirse en un libro vendedor, con su diagnóstico sobre las crisis cíclicas consubstanciales al capitalismo.

La izquierda que venía del siglo XX no pudo dar nuevas respuestas a problemas situados ahora en el contexto de la globalización, lo que llevó a decir al ex jefe del gobierno italiano Massimo D’Alema que no se trataba sólo de una crisis financiera, económica y gravemente social, sino también cultural y política. Por otra parte, dirigentes como el alemán Frank-Walter Steinmeier fueron también responsables de crear las condiciones en que se enfrentó la crisis, porque en el gobierno del social demócrata Gerhard Schröder ejecutó los drásticos recortes sociales de 2003. Más aún, esos líderes se aliaron con la derechista Democracia Cristiana en una Gran Coalición que no les redituó ganancia alguna. Al contrario, la DC Angela Merkel adoptó, al igual que el gaullista Sarkozy, regulaciones al mercado e impugnó el capitalismo estilo anglosajón.

En la vieja Inglaterra el laborista Tony Blair transitó, en sus casi tres períodos, por una ambigua tercera vía que sólo podía fortalecer al neoliberalismo. Fue esta dinámica, junto a razones de parentesco sanguíneo, lo que llevó a los laboristas a suministrar fuerzas militares a Bush para invadir Irak. En  España este contubernio lo asumió José Aznar, a la cabeza del gobierno del Partido Popular, y esto contribuye aún -según creen algunos analistas extranjeros- a que los socialistas hispánicos, que condenaron esa guerra preventiva, mantengan un prestigio que les da opciones para obtener un tercer gobierno consecutivo.

Al cuadro se suman las divisiones internas y las apatías de los partidos social demócratas y la ausencia de líderes de envergadura. El drama para ellos es que su pragmatismo les ha jugado en contra por dos lados: no logran mantener a los electores centristas, que terminan por confiar más en la derecha para la solución de sus problemas, mientras que los que añoran las banderas abandonadas se quedan en casa o bien optan por los izquierdistas y los verdes para reinventar sus ideales.      

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.