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Año XVI, 18 de abril de 2024


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Participación ciudadana y espacios públicos

Columna de opinión por Julio Hurtado
Martes 3 de noviembre 2009 17:47 hrs.


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Sin duda que una condición fundamental en el proceso de construcción de una ciudad democrática es la participación ciudadana, permanente e informada. Creemos firmemente que en la construcción permanente de Santiago deberían concurrir con igual fuerza, a lo menos, tres actores.

En primer lugar, el sector público, quien debería, además de preservar el bien común, dictar las normas generales del desarrollo urbano y monitorear su cumplimiento, en la búsqueda del equilibrio social.

Un segundo actor es el sector privado, quienes en el contexto acordado con los otros actores, deberían buscar oportunidades de inversión y generación de ganancias en el sector urbano.

El tercer actor involucrado, y tema central de este comentario, es la sociedad civil, a través de la participación ciudadana. La comunidad organizada debería estar informada y consultada respecto de su opinión en el desarrollo urbano.

Lamentablemente la concurrencia de estos sectores ha sido desigual. La participación ciudadana prácticamente no ha existido. El sector público, si bien ha dictado las normas necesarias, no ha preservado el bien común, ni ha hecho un monitoreo permanente en la construcción de la ciudad.

Debemos reconocer que ha sido el sector privado el único que ha hecho su trabajo, pero al hacerlo sin contrapeso de los otros actores ha privilegiado la ganancia cortoplacista, contribuyendo de esta manera a generar una ciudad caótica y desigual.

Pese a la necesidad de reforzar a la sociedad civil en el proceso de construcción de la ciudad, las experiencias de participación ciudadana en el campo urbano, actual y pasada, han dejado bastante que desear.

Tal es el caso de lo sucedido hace unos años atrás en que habitantes de los barrios Pedro de Valdivia Norte y Bellavista hicieron una gran movilización para que la Costanera Norte no pasara cerca de sus casas. El problema estuvo en que el éxito de su movilización significó que dicha carretera pasara por el río Mapocho, inhabilitándolo como un bien para toda la ciudad y, de paso, abaratando los costos de la concesionaria. Frente a este atentado a la ciudad, los protestantes guardaron un demasiado prudente silencio.

Algo similar está sucediendo con la pretensión de los motociclistas para que esta misma carretera, que no está diseñada para el uso de motocicletas, les de un tratamiento especial. Llama también la atención lo que sucede con la movilización ciudadana en la comuna de Peñalolén, oponiéndose a la instalación de una planta de gas en su comuna. Cabe preguntarse si esos dirigentes  sociales y políticos habrían reaccionada de la misma manera si esa planta se hubiera localizado en una comuna pobre de la ciudad.

Lamentablemente, las pocas experiencias de participación  ciudadana han perseguido sólo el cumplimiento de intereses inmediatos y particulares, en detrimento del resto de la ciudad. A ese proceso es lo que llamamos una participación desvirtuada.

No obstante lo anterior, hay ciertas formas incipientes de participación que, además de velar por sus intereses inmediatos, tienen una componente socio urbana más amplia, ya que su acción se compromete con la ciudad en general. En este campo se puede destacar la acción de los pobladores de la comuna de Peñalolén que luchan por quedarse en su comuna de origen, lugar donde tienen consolidadas su historia, conocimientos y redes sociales. Esta, junto a otras, experiencia, además de propugnar por su vivienda, nos plantea al resto de la sociedad y de la ciudad, la conveniencia de crear espacios en los cuales convivan personas provenientes de distintos sectores sociales. Una situación así, no tan sólo hace de la ciudad un espacio más equitativo y eficiente, sino una ciudad más democrática.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.