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Conflictos de interés: La viga en el ojo propio

Columna de opinión por Sebastián Silva
Lunes 15 de febrero 2010 11:48 hrs.


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Aunque formalmente aún no lo sea, los conflictos de interés del flamante gabinete de Sebastián Piñera fue el primer blanco de ataque de la Concertación convertida en oposición.

Y apenas conocido los nombres, el actual oficialismo criticó duramente a varios de los nominados por pertenecer a directorios de empresas o tener acciones en otras. La llamada “incompatibilidad entre política y negocios”.

Y claro, al ver quiénes son y de dónde vienen despertó la inquietud sobre lo que los futuros secretario de estado harían en favor de las firmas a las que están ligadas.

Pero en una clase política como la nuestra, donde varios contrincantes son parientes y otros son “amigos y rivales” de toda la vida, no suenan muy bien estas críticas.

No es que no existan. No es que el nuevo gabinete no debe resolver el tema antes de asumir, sino es que sabemos que desde el otro lado los conflictos de interés también abundan.

Varios ex ministros, parlamentarios y personeros integran o han integrado directorios de empresas. Otros se han transformado en asesores y hasta generan nuevas firmas ligadas a sus carteras, utilizando el conocimiento, influencia y contactos que lograron en su gestión previa.

Pero por estos casos, no se ve a los conspicuos dirigentes oficialistas rasgando vestiduras. No se ha condenado a quienes, terminado su período o desvinculado por mala gestión, se dedican a actividades relacionadas y utilizando su “información privilegiada” para asesorar a los mismos que hace poco tiempo controlaban.

¿Dónde trabajarán los actuales ministros luego del 11 de marzo? Probablemente varios asuman cargos en el sector privado.  ¿La Concertación criticará con la misma fuerza este fenómeno?,  difícil.

Así, la discusión por el llamado “conflicto de intereses” es más compleja de lo que son las declaraciones para la galería. Aparte de los éticos, hay claras deudas en el aspecto legislativo. No sólo regular los eventuales conflictos previos a asumir un cargo, sino también los posteriores y no sólo para los cargos de confianza presidencial, sino para varios otros en los que se maneja un alto nivel de información y contactos, como los parlamentarios.

Se debe generar un debate más profundo. La futura oposición, al menos, debiera hacerlo. Sobre todo para cumplir con su propósito de refrescarse y reencantar a sus electores, la primera lección luego de las elecciones recién pasadas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.