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Reflexiones de un terremoto

Columna de opinión por Julio Hurtado
Martes 16 de marzo 2010 4:16 hrs.


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En el contexto de nuestra ciudad y sociedad, varias son las reflexiones que surgen después del terremoto y maremoto que sufrió nuestro país.

En primer lugar, este fenómeno natural nos demostró que somos una sociedad muy vulnerable, física y socialmente. Se demostró que en Chile, que se eleva siempre a los primeros lugares de Latinoamérica en los rankings económicos, institucionales y sociales, en caso de una catástrofe no estaba preparado para enfrentarla con eficiencia y rapidez.

Lo anterior puede aparecer como evidente, teniendo en cuenta la magnitud del movimiento telúrico. Sin embargo, no debemos olvidar que Chile es un país sísmico, el más sísmico del mundo, por lo tanto, debemos estar preparados para episodios como este. Recordemos que, de manera casi matemática, Chile tiene un terremoto de consideración cada cinco años y un verdadero cataclismo cada 25.

No nos olvidemos que solamente durante la administración de la Presidenta Bachelet, sufrimos el terremoto de Aysén con maremoto incluido, el de Tocopilla y el cataclismo de hace algunos días. Imagínense, todo eso en apenas cuatro años.

En segundo lugar, debemos tomar conciencia que la construcción del territorio debe ser absolutamente respetuosa de la naturaleza. Se ha preguntado usted ¿por qué en nuestra sociedad, fundamentalmente en las elites, existe un verdadero fetichismo por la construcciones en altura?  Sin duda,  estamos en presencia de una forma de demostrar simbólicamente el poder y de una forma de obtener mayor rentabilida del suelo urbano. Pero ¿deben ser esos elementos, el simbolismo y el lucro, tan preponderantes en la construcción de nuestras ciudades? Creemos que no. Al menos,  llamamos a la reflexión al respecto.

En tercer lugar, tenemos que tener en claro que la fortaleza física significa necesariamente fortaleza social,  y viceversa, cuestión que hemos tratado de transmitir desde siempre. Por lo tanto, va a depender de cómo reconstruyamos físicamente nuestras ciudades, y el territorio en general, la manera en cómo reconstruiremos nuestra sociedad.

En la medida que seamos respetuosos en lo que se refiere a la materialidad, en las alturas, en la ubicación dentro de la trama urbana, en la dotación de servicios, etc., estaremos reconstruyendo una ciudad y una sociedad mas equilibrada, democrática y viable.

Después de la tragedia, estamos en un punto de inflexión. La emergencia y reconstrucción pueden adoptar dos maneras:
por un lado, una visión eficientista, que se preocupe solamente por dotar de la máxima cantidad  de soluciones habitacionales, sin preocuparse de la localización ni de los servicios, ni de las redes sociales. Continuaremos de esta manera con la segregación espacial. Estaremos de esta manera, mediante el privilegio del mercado como único asignador de recursos, profundizando la inviabilidad de nuestras ciudades y sociedad.

Por otro lado, esta es una gran oportunidad para comenzar una seria reflexión acerca de la necesidad que el Estado y la sociedad tenga una mayor injerencia en definir el tipo de ciudad y territorio que estamos construyendo. No tan solo nos tenemos que preocupar por las dotaciones materiales de la reconstrucción, sino que, además, en la reconstrucción de una sociedad más inclusiva e integradora.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.