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Aumento del salario mínimo ¿Propina o limosna?


Viernes 2 de julio 2010 16:43 hrs.


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Aunque por el hecho de haber aprobado el salario mínimo en la módica suma de $172.000 algunos dan por zanjada la situación, lo cierto es que este es un tema que a mi juicio recién comienza y más aún renace una vez más en un gobierno que le viene ese monto a la perfección.

Pero antes, y dando respuesta a la pregunta del título, el aumento claramente es una limosna, ya que más de alguna vez en las boletas de consumo de los restaurantes aparece como propina sugerida un 10% del consumo y no un 4 más algo como fue el aumento del salario mínimo en esta oportunidad.

Rápidamente el gobierno a través de su Ministro de Hacienda lanzaba cifras que apuntaban a mostrar el comportamiento del aumento en el tiempo de este salario, haciendo notar que el porcentaje actual era bastante mejor desde el punto de vista comparativo. Sin embargo, hay dos hechos que son de gran trascendencia: en los gobiernos de la Concertación los empresarios sonreían al término del ejercicio anual de llegar a un monto de salario que les satisfacía, y hoy la risa es mayor porque tienen claridad que su gobierno no los va a defraudar.

En todo se observa una estructura social de gran injusticia, ya que el único Norte con esta cifras exiguas es tener un país en el cual las necesidades de las personas no tienen ninguna importancia y el mantenimiento del negocio se encuentra en primer lugar. Llega a ser de mal gusto y un tanto cómico plantearse la idea de con cuánto dinero vive una persona, la autoridad tanto del ejecutivo como del legislativo tiene cuestiones mucho más importante que atender como para distraerse con estupideces.

De manera transversal en este país que se apresta a celebrar el bicentenario, sus habitantes no tienen valor y quienes tienen a cargo el país son irracionales al momento de ver frente a sí que la fijación de este salario es la piedra angular de la desigualdad, palabra utilizada con desfachatez por el primer mandatario en su discurso del 21 de mayo, teniendo claridad absoluta que es el representante perfecto del sitial más alto de la desigualdad que puede lograr un chileno.

Pero para imponer lo que se ha llamado el “salario de hambre”, se ha hecho una labor perfecta de mantener una población con cultura deficiente, sin educación, resignada y que cifras limosneras las puede contentar. A mi juicio lo positivo, es que con este gobierno se ha llegado a un clímax de la agudización del problema social y es muy difícil algo peor, por tanto lo que queda es descomprimir con la ayuda del tiempo y la acción de los ciudadanos situaciones que son del todo de carácter inhumano. Es preciso y urgente un proyecto histórico de la misma magnitud que la fuerza alcanzada contra la dictadura y que luego de algunos años se desinfló.

Puede que el tiempo no sea breve, porque lo más probable es que aún falta algunos por acomodarse y voltearse la chaqueta, pero más temprano que tarde llegará el día en que el hablar de las necesidades del ser humano sean el centro de una patria justa, sin que en medio de la veneración por el dinero le otorguen a la “ley de la selva” casi la categoría de ley orgánica constitucional.