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Mensajes contradictorios


Martes 16 de agosto 2011 10:25 hrs.


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Durante mi vida profesional me gané la vida volando por los cinco continentes. A quienes me envidiaban el laburo siempre les dije la verdad: le tengo miedo a los aviones. Siempre miro los reportajes sobre accidentes aéreos, y me descojoné de la risa con la película “¿Dónde está el piloto?” con el divertidísimo Leslie Nielsen.

En las catástrofes aéreas los pilotos suelen estar confrontados a informaciones y mensajes contradictorios. En el vuelo AF447 de Rio de Janeiro a París (avión Airbus A330-200) que cayó al océano en la noche del 31 de mayo al 1 de junio de 2009, cada vez que el piloto actuaba correctamente las alarmas se encendían, y cuando tomaba decisiones erróneas, las alarmas callaban. Del mismo modo, cuando el vuelo SK751 de SAS cayó a 15 kilómetros de Estocolmo el 27 de diciembre de 1991 (avión MD-81), el piloto hizo bien al reducir el régimen de los dos reactores, y sin embargo éstos aumentaron el empuje provocando su desintegración.

Los pilotos de la aviación civil son tipos bien formados, sometidos a un entrenamiento exhaustivo tanto en simuladores como en vuelos reales. Frecuentemente logran salvar a buena parte sino a todo el pasaje, a la tripulación y a ellos mismos, a pesar de que solo disponen de algunos segundos, o a lo más de tres o cuatro minutos, para reaccionar. Un 10% de los pilotos que se salvan nunca vuelve a subirse a un avión.

Compara aquello con los mendas que pilotan la economía mundial: nadie les preparó para ejercer tan altas responsabilidades, suelen no tener idea de lo que hablan, avanzan ideas y medidas estrafalarias a pesar de que mangonean durante años, las víctimas se cuentan por millones, y nadie les pide cuentas.

En su descargo se puede argüir que también están sometidos a mensajes contradictorios. En el curso de la presente crisis financiera los “mercados” (?) exigen que los Estados reduzcan la deuda pública, lo que no se entiende visto que lucran con ella. El FMI canta la misma endecha, antes de recomendar exactamente lo contrario: si los Estados reducen el gasto público, matarán el crecimiento. ¿Entonces?

Alemania rehúsa socializar la deuda pública europea creando obligaciones comunitarias (Eurobonds), pero declara al mismo tiempo que hay que salvar el euro. Ahora bien, sin solidaridad europea el euro muere. Grecia está hundida y su PIB en caída libre gracias a los remedios de caballo que le impuso el FMI: reducir drásticamente el gasto público, exactamente lo contrario de lo que ahora le recomienda a Europa.

En una entrevista al Financial Times, Christine Lagarde, directora general del FMI, llamó a todos los Estados del mundo, y en primer lugar a las “economías avanzadas” a no matar el crecimiento luchando contra la deuda. ¿En qué quedamos?

Su predecesor, el marchoso Dominique Strauss-Kahn, insistió durante años para que los países del primer mundo -que vieron aumentar vertiginosamente su deuda pública salvando los bancos privados durante la crisis financiera que estalló en el 2007- pusiesen en marcha estrategias de reducción de la deuda.

Según los “expertos”, las estrategias evocadas a fines del 2009 y a principios del 2010 para salir de la crisis ya no sirven. No obstante el FMI asegura que aún queda un huequito, a corto plazo, para medidas de estímulos presupuestarios a condición de que haya un compromiso de reducir los déficits a mediano y largo plazo.

En claro: gasta menos, pero gasta más, algo así como comprar en La Polar. Claro como el agua de roca. El que entienda algo de este charabiá está pintado para ministro de Hacienda en Chile.

Hablando de mensajes contradictorios, y como puso en evidencia Armen Kouyoumdjian, en razón de la reconstrucción Felipe Larraín debiese estar gastando más, pero en realidad gasta menos. El superávit crece que es un gusto y los terremoteados van a tener que armarse de paciencia. Pero… ¿Desde cuándo un tecnócrata incompetente decide lo que es bueno para el país sin consultarle al país? Desde que la dictadura impuso las recetas de los Chicago boys y la Constitución ilegítima.

Una vez más la crisis institucional muestra su hocico de bestia inmunda. Y la salida, la única posible, se impone en toda su evidencia: la restitución al pueblo de Chile de su plena soberanía. Asamblea Constituyente: ese es el camino. Que los chilenos decidamos democráticamente de lo que nos conviene.

Los ministros de Hacienda se los podemos regalar al FMI y a los países del primer mundo para que tengan resultados tan extraordinarios como los que Nicolás Eyzaguirre, Andrés Velasco y Felipe Larraín obtuvieron en Chile. Un mensaje que no tiene nada de contradictorio…