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La caridad: Prótesis de una sociedad injusta


Viernes 9 de septiembre 2011 11:43 hrs.


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Hay quienes dicen que el accidente de Juan  Fernández nos devuelve al Chile real, que al fin nos concentramos en los problemas verdaderos versus la falsedad de ese país movilizado por los asuntos sociales. La idea que inspira este argumento es que las marchas, las demandas, los problemas en la educación, son sólo resentimiento malsano y carecen de un fundamento último. El dolor, entonces, nos devuelve el verdadero espíritu.

Hay quienes dicen, por su parte, que el accidente de Juan Fernández nos muestra el ejemplo para todo el país sobre cómo deben ser las personas, solidarias y arriesgadas, bajo el ejemplo de personas como Felipe Cubillos, quienes movilizados por ayudar estuvieron dispuestos a arriesgar la vida e incluso perderla. Quienes piensan esto, asumen también que deben haber leyes especiales que fomenten estas actividades.

Modestamente, mi opinión es muy disímil. Este año, incluyendo este accidente, se ha visto completamente y al desnudo nuestro Chile real. En este año emergieron realidades que antes eran datos de expertos, datos que eran evidentes en la vida cotidiana y que, sin embargo, nadie podía asumirlos como asuntos de todos (la desigualdad en la educación, la vergüenza de un Estado que no se hace cargo de los bienes públicos). Fue así como vimos la crisis de la educación en Chile, como se visibilizó la existencia de grandes proyectos que carecían de vínculo con la ciudadanía, la presión de un endeudamiento construido desde el abuso y la pasividad de las regulaciones, la incapacidad del sistema privado de salud para mitigar su ambición a costa de los ciudadanos. Ese es el Chile real. ¿Y el accidente de Juan Fernández? ¿Quiero decir que nos conduce a la falsedad? Todo lo contrario. También esta tragedia nos invita a comprender el Chile real, nos lo muestra desnudo, sólo que con un gran riesgo de ocultarlo, por el dolor involucrado. ¿Qué es lo poderosamente real en este accidente?

El Chile del accidente en Juan Fernández es el Chile donde la solución de problemas graves se resuelve con voluntarismo, con mera caridad. Y donde la caridad es privativa de quienes tienen más, quienes pueden con sus redes movilizar a las autoridades, a la Fuerza Aérea, obtener el apoyo de un avión y poder así ir a ejecutar sus acciones. Esas acciones serán simbólicas y rituales, no mitigarán el problema, sino que aliviarán los síntomas. Ni cientos de Cubillos pueden reconstruir el Chile post-terremoto. Los problemas estructurales no se resuelven con voluntarios ni con buenas intenciones. Los sistemas de caridad privatizados que en Chile imperan quedan perfectamente reflejados en este accidente: miembros de la elite económica y política, hermanos de X, cuñados de Y, a una llamada de todos los ministros y empresarios, probablemente a dos del Presidente, montan operaciones complejas, que demandan la concurrencia de otros pilares de impacto, como los medios de comunicación, la logística militar, los recursos de privados y fondos públicos. Y esa operación, tan hermosa como aislada, combinadamente quijotesca y conveniente, satisface la moral y cuestiona la responsabilidad.

La caridad es una prótesis de una sociedad injusta. Una prótesis es muy necesaria cuando se asume que se carece del órgano. Si Chile se asume injusto, entonces la caridad es un camino. Sin embargo, somos muchos los que nos negamos a ello. Chile requiere modificaciones estructurales en su provisión de justicia social. No puede ser que sometamos a riesgos a los voluntarios que quieren ayudar, que fomentemos que usen los aviones que no deben, que promovamos leyes que hagan proliferar las prótesis moralistas en vez de las soluciones políticas. Por este camino, nos llenaremos de fundaciones hechas por ricos con dinero de sus amigos, llenaremos el sistema público de servicios para estos heroicos voluntarios, lamentaremos desgracias como ésta y nos maravillaremos de logros sublimes que favorecerán a quinientas personas. Y no solucionaremos nada. Los países se construyen de un modo muy distinto. Y para ello, hay que mirar el Chile real y construir órganos, no prótesis.

Sociólogo. Académico de la Universidad de Chile