Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 16 de abril de 2024


Escritorio

Sobre Felipe Camiroaga


Jueves 15 de septiembre 2011 8:44 hrs.


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Soy un habitual radio oyente de la emisora que usted dirige, de la Universidad de Chile; también soy un  lector regular de la página web de la emisora. Con asiduidad escucho los comentarios que usted hace, especialmente a través de las grabaciones que, afortunadamente, quedan registradas en el mismo sitio de la internet.

Tengo gran respeto y admiración por su consecuente conducta, por su larga carrera periodística, sus escritos, comentarios y opiniones, los que en su gran mayoría comparto.

Sin embargo, le escribo esta vez para disentir con usted. Y si lo hago, es porque el punto me parece importante.

Luego del trágico accidente que ocurriera en el archipiélago de Juan Fernández, que todos los chilenos hemos lamentado profundamente y el que los medios de comunicación, la televisión en particular, han utilizado para realizar un extenso y cotidiano festín de morbosidad, mistificación y banalidad, aprovechando de esconder la realidad y los problemas que está viviendo nuestro país y el mundo, usted tuvo en varias ocasiones palabras de encomio para la figura y obra de Felipe Camiroaga, quien perdiera la vida trágicamente en el hecho.

Precisamente, disiento con usted en esta oportunidad, ante aquellos razonamientos y palabras que exaltan la figura de este animador de TVN. Sé que en nuestro país, Chile, existe el hábito de referirse a los fallecidos, quien quiera que sea, como alguien especial, extraordinario, lleno de virtudes. También sé que por esta misma razón y por otras, el 95% de las personas que lean estas líneas estarán en contra de mis opiniones. Especialmente al referirme a la persona de mayor relevancia y que ha concentrado la mayor atención entre las víctimas de esta tragedia. En relación a esto, me pregunto: ¿Si entre esas víctimas no hubiese estado el señor Camiroaga, habría tenido tanto revuelo e importancia este accidente?

Usted ha destacado al señor Camiroaga por su condición de figura de la televisión que supiera atraer tanta atención y tuviera una inmensa cantidad de admiradores y audiencia; por su opinión en relación al conflicto estudiantil, apoyando las posiciones de los jóvenes por una educación de calidad y sin lucro; y por su espíritu altruista al participar en una campaña solidaria, que lo llevaba precisamente en ese viaje a la isla Juan Fernández a cumplir una de sus tareas.

Sin tener referencias especiales, ni información extraordinaria, simplemente ateniéndome a mirar y razonar sobre lo que es la televisión chilena y el comportamiento de sus integrantes y figuras me atrevo a tener una visión completamente distinta del señor Camiroaga. No lo conocí, por lo tanto no me voy a referir a sus condiciones íntimas de persona ni a sus convicciones e intenciones más profundas. Pero desde la pantalla hacia afuera, para mí, Felipe Camiroaga llegó a ser uno de los adalides y más connotados representantes de la alienación. Esa alienación estudiada, programada e impuesta por los medios televisivos; alienación destinada a empobrecer la cultura del pueblo chileno, a esconder la desigualdad, la injusticia, la explotación, la humillación, que sufre diariamente el 80% de la población de este país. Al interior de lo que es la televisión chilena, el “circenses” del “panem et circenses” de los romanos, Felipe Camiroaga era como quien dijera “el segundo hombre de a bordo”, el lugarteniente de Mario Kreutzberger, “Don Francisco”, primera figura del circo y el sabelotodo de la alienación y la mistificación, Teletón incluída. Si bien entiendo, Camiroaga sonaba como el nombre más posible para adjudicarse el reemplazo del Rey en un caso de que “el Rey ha muerto…”. Esa era su popularidad, la adjudicada por la incultura y la manipulación de los medios.

¿Que apoyaba a los estudiantes?…  Sin duda que Felipe Camiroaga era un individuo inteligente, un animador popular; una persona que sabía tomarle el peso a las simpatías e inquietudes de las masas. El pueblo chileno, en su más amplia mayoría está con los estudiantes, apoya las proposiciones que ellos hacen, hasta está demostrando que exige que esas proposiciones sean satisfechas. ¿Podría una figura popular, que necesita mantener su prestigio y su público oponerse a tales propuestas y deseos? Creo que no. Su rol le impedía bogar contra la corriente.

¿Qué era solidario? A lo mejor lo fuera, a lo mejor lo sintiera en alguna fibra interior. Pero lo que yo veo, desgraciadamente, desde afuera, es que la solidaridad que él practicaba era de muy fácil realización… pues era pagada por otros (su medio de trabajo y sus auspiciadores), le era remunerada y le producía réditos de popularidad. ¿Acaso esos días en los que se iba a Juan Fernández le eran descontados de su “salario”?, ¿Ponía el dinero de su bolsillo? ¿La hacía en el más estricto anonimato o era parte de sus shows matinales? Más aún, reforzando la costumbre, que ya se ha impuesto en el país, que los problemas sociales, que deberían ser responsabilidad del Estado (o sea del conjunto de los chilenos), sean solucionados con gestos de caridad y limosnas, tales como teletones, rifas, colectas, o iniciativas por parte de personas de buena fe (o con intereses muy particulares muchas veces).

No puedo dejar de recordar algunas de las repetidas imágenes que pasan sin cesar y sin límites en la televisión de estos días. Ese hombre bien parecido, siempre semi afeitado, a la moda, elegante en una tenida sencilla, en su casa y terrenos de Chicureo, mostrando sus caballos en las caballerizas, tenía doce fina sangre, y sus halcones amaestrados, tenía varios; practicaba la cetrería, deporte de reyes y nobles.

Siento mucho la muerte de Felipe Camiroaga, de todas maneras, pero más siento que incluso ya muerto, en trágicas circunstancias, su condición de eminente figura de la farándula y el espectáculo haya sido explotada más que nunca, para enajenarnos en una burbuja de morbosidad e histeria colectiva, perfecta para satisfacer los intereses de muchos por esconder lo que sigue siendo el serio problema de la educación y las implicancias que aparecen tras él; cuando nos habíamos empezado a dar cuenta que está comprometida la Constitución, el sistema y su concepción en su totalidad, los negocios y negociados de empresarios y políticos, la falsa democracia con la que han decorado al país, y que todo ese tinglado se está viniendo abajo. Tan escandalosa es la utilización de la tragedia, la muerte de 21 personas y en particular la desaparición de Felipe Camiroaga, lo inexplicable y extraño que fue el accidente, que esto podría despertar vaya a saber qué sospechas.

Lo siento estimado señor Cárdenas, pero en este caso no estoy de acuerdo con sus palabras y me parece importante escribirlo y establecerlo porque toca a una cuestión muy sensible: la aceptación o rechazo de la alienación entre nosotros, a través de la televisión, la farándula y sus figuras, en desmedro de un despertar de los chilenos a la realidad, la razón, la cultura, la educación, la libertad y la democracia.

Gracias por su buena voluntad y por la tarea que cumple todos los días.

Atentamente,
Alberto Maxwell

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