Meses y meses de una movilización única en su género de los estudiantes chilenos no han permitido obtener una respuesta seria y menos aun el comienzo de una solución de  parte de las autoridades. Nuestra juventud universitaria, así como la de los liceos, sigue dando una lección de civismo que contrasta con la ausencia casi absoluta de educación cìvica y de práctica ciudadana de los últimos cuarenta años. En el lugar de la explosión social que muchos esperaban delante de tanta injusticia, abuso y atropello, los estudiantes han organizado sus protestas con un sentido del sacrificio personal y de la responsabilidad que la mayorìa de  nuestros responsables institucionales y políticos desconocen por entero.

Lo más grave es sin duda el autismo del Presidente de la República, de su Gobierno y de los partidos que lo sostienen. Replegados en sus privilegios de casta polìtica y de clase social, toda esta deplorable y mezquina élite, sumergida en el mercantilismo, se niega a reconocer la legitimidad del movimiento de unos jóvenes que lo único que reclaman es el reconocimiento de su derecho a construir una existencia digna y creadora. Ayer, tampoco lo olvidamos, la actual oposición fue apenas diferente.

Sería muy simple, sin duda, reducir todo a un conflicto de generaciones. Sin embargo, lo cierto es que hoy en día es la generación de políticos formados a la sombra de la dictadura que se encuentra a la cabeza del Estado, acompañados desde luego de la cohorte de cuadragenarios que tienen al general inscrito en sus genes. Así pues existe una resistencia visceral al cambio de parte de estos hombres y mujeres del pasado, por edad o por mentalidad, una resistencia que solo podrá ser vencida acumulando cada vez más fuerzas en torno al movimiento estudiantil y aportándole el máximo de nuestro apoyo.

José Cañas C.