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Escritorio

Marcapasos Cerebral: Estimulación Cerebral Profunda

Cristián Fierro

  Lunes 9 de enero 2012 12:19 hrs. 
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La depresión es una enfermedad que muchas veces no nos da tregua. Y la vida del escritor David Foster Wallace, que recientemente ha publicado su novela póstuma –El Rey Pálido, Ed. Mondadori- así lo atestigua. Ahora sabemos que desde el año 89, y por casi veinte años, se trataba con Nardil, una potente droga para combatir su depresión. A David le servía y por eso la tomaba, pese a los efectos secundarios que padecía, como las molestias estomacales e incluso –como ocurre en ocasiones- el aumento en la presión arterial. A principios del año 2007 la vida le sonreía, y después de casi veinte años de tratamiento decidió intentar una droga diferente. Jonathan Franzen, un escritor amigo, menciona en una entrevista que David, como buen escritor, era un perfeccionista: “David era un perfeccionista. El quería ser perfecto y tomar Nardil no lo era, no era ser perfecto.” Así fue como junto a su médico se dio el plazo de un año para intentar otro tratamiento. Desgraciadamente intentaron diferentes drogas pero con magros resultados, y ya en octubre de ese año tuvo que ser hospitalizado; perdía peso a gran velocidad y nada lo rescataba de su zozobra.  En Junio del año siguiente ya había intentado un suicidio. Volvió al hospital donde se le administraron 12 tratamientos de electroshock. Junto con el médico, desesperadamente regresaron al Nardil, pero trágicamente, como ocurre en esas situaciones, Nardil también le había cerrado sus puertas. Es frecuente que así ocurra al suspenderse un tratamiento, donde las medicinas originales muchas veces pierden su efectividad al ser reutilizadas un tiempo después. Su amigo Franzen viaja a su casa, en el mes de Junio, para brindarle su apoyo y  acompañarlo por una semana. Pero nada parece rescatarlo de sus sufrimientos y la depresión agresiva. Finalmente, un 12 de septiembre del año 2008, sintiéndose ya sin alternativas, y cuando su señora sale a hacer unas compras, se queda por unas horas acompañado de sus queridos perros. Es ahí cuando se ahorca, tenía 47 años de edad. Su hermana, Amy, imagina ese trágico final en otra entrevista: “David y sus perros….. y está oscuro. Estoy segura que los besó en la boca y les pidió que lo perdonaran”.

Como vemos, existen depresiones que no responden a los tratamientos convencionales. Felizmente, para esos pacientes, se están abriendo nuevas posibilidades con una técnica conocida como “estimulación cerebral profunda”. El tratamiento en este caso no es instantáneo y requiere una cirugía invasiva donde un electrodo es introducido en una zona profunda del cerebro, relacionada con los síntomas de la depresión.  Específicamente, la punta de un electrodo, un conductor de aproximadamente 1.4 mm. de diámetro,  es ubicado en la región subgenual de la corteza cinglada anterior del cerebro.  Por medio de finos alambres conductores, situados bajo la piel, el otro extremo del electrodo es conectado a una pequeña batería y generador de pulsos eléctricos. La batería y el generador de pulsos quedan posicionados cerca de la clavícula y bajo la piel del paciente, parecido a como se hace con un marcapasos cardíaco convencional. La diferencia en este caso es que los impulsos eléctricos son de diferente magnitud y dirigidos hacia el cerebro y no hacia el corazón.  El electrodo queda así conectado de manera permanente a la batería. Todavía no se ha determinado el mecanismo por el cual funciona esta terapia. Se postula que al aplicar estos pequeños pulsos eléctricos, se interfieren, o bloquean, los circuitos eléctricos neuronales en ese sector del cerebro. Si ese sector queda parcialmente inhabilitado, se suprimirían entonces los síntomas de la depresión, como se ha demostrado experimentalmente.

En un estudio recientemente publicado en la revista Archives of General Psychiatry  por catorce investigadores pertenecientes a la Universidad de Emory,  Denver, Pittsburgh, Dartmouth Medical School, y de la Cleveland Clinic  se dan a conocer importantes resultados relacionados con esta terapia. Desde hace años que distintos centros y especialistas  trabajan en esta área.  Los pacientes del estudio presente fueron seleccionados después de comprobarse que no respondían a los tratamientos tradicionales, es decir habían fallado al uso múltiple de medicamentos, la psicoterapia y la terapia electro-convulsiva (electroshock). Los pacientes fueron investigados por un plazo de dos años. Lo interesante del presente estudio fueron los niveles de éxito reportado por sus autores, con un 90% de remisión (en los doce pacientes del grupo) al transcurrir los 2 años del estudio. Algunos individuos reaccionaron después de 24 semanas de estimulación y otros lo hicieron en forma más lenta.  Pero los resultados le dan peso a los beneficios a largo plazo de este tratamiento y sugiere que podría ser utilizado no solo en pacientes resistentes a los tratamientos tradicionales sino que también en personas con desordenes bipolares menos dramáticos.  Es interesante recalcar, que durante el estudio los pacientes continuaron con sus respectivos tratamientos previos, como la psicoterapia y el uso de medicamentos. Podría sugerirse, entonces, que las mejorías reportadas no se produjeron “directamente” por la estimulación sino que “indirectamente”, debido a que los tratamientos por drogas o psicoterapia se habrían hecho más efectivos como resultado de la estimulación directa al cerebro. Futuros estudios tendrán que clarificar mejor ese punto. El tratamiento todavía está en proceso de evolución, y existen también problemas, como el desarrollo de infecciones y el largo tiempo de respuesta que demuestran algunos pacientes. Descubrir bien la zona precisa donde ubicar estos electrodos y como posicionarlos en el cerebro son áreas de activa investigación.

Como es de esperar, los estudios continúan multiplicándose a gran velocidad al publicarse numerosos trabajos en las distintas revistas especializadas. La depresión crónica, resistente a los tratamientos convencionales, no es una enfermedad inusual; son muchos los pacientes que desesperadamente esperan un tratamiento efectivo. Mientras tanto el libro póstumo de Foster Wallace cobra nueva vida al ser seleccionado por varios críticos del periódico The New York Times como uno de los mejores del año que recién terminó.

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