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Bolivia: El mar como norte

Columna de opinión por Pablo Jofré
Miércoles 4 de abril 2012 16:48 hrs.


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Marzo representa para el pueblo boliviano un mes de recursos dolorosos pues se conmemora la pérdida de su cualidad marítima y con ello el comienzo de 133 años de enclaustramiento mediterráneo.

El 23 de marzo del año 1879 las tropas chilenas, en pleno desarrollo de la Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre, según la historiografía que se consulte;  atacan el pueblo minero boliviano de Calama, muriendo en la defensa de ese enclave el héroe nacional altiplánico, Eduardo Abaroa Hidalgo. Desde ese momento el día 23 de marzo deviene en el hito histórico por excelencia de nuestro vecino país, que significó no sólo el retiro de las tropas bolivianas del denominado en ese entonces marítimo Departamento de Cobija, sino también el impedimento para volver a ocupar territorio con acceso al Océano Pacífico.

Una herida abierta

Para el analista paceño Jorge Zambrana Jiménez, con la ocupación chilena del litoral boliviano “se le ha cercenado a Bolivia un pedazo de territorio,  que constituía la verdadera válvula de su vida, pues hemos quedado completamente aislados del mar y con un carácter tributario de las naciones limítrofes…la invasión chilena fue una acción filibustera que agredió, ocupó, degradó y comenzó a dominar nuestro litoral por la fuerza militar y la violencia usurpadora…la obligada mediterraneidad a que Bolivia ha sido sometida clama pronta reparación… Lo que ha hecho Chile con Bolivia no tiene antecedentes en la historia mundial. Ningún Estado ha condenado a la asfixia perpetua a otro, como en el presente caso, cercenándole sus únicos vitales pulmones habilitados”

Para Zambrana con la pérdida de Antofagasta, Tocopilla, Mejillones y Cobija Bolivia perdió parte importante de su posibilidad de desarrollo, por ello “Chile tiene la obligación moral, política y ética de restituir a Bolivia su acceso propio y soberano al mar, terminando con el funesto tutelaje que ha imperado hasta hoy…. El Gobierno transandino debe aceptar que persiste el problema y que no tenemos una “aspiración” a conseguir algo que es suyo sino un derecho a recuperar nuestro mar, el litoral y los puertos soberanos que nos fueron arrebatados”. Ponemos en extenso esta expresión de sentimientos,  porque de una forma u otra, con bemoles más o menos, la opinión de Zambrana es la opinión de gran parte de la clase política –al menos en el discurso – de los historiadores y el sentido común de la sociedad boliviana, que ha sido sopesada y conocida por nuestra revista, que ha escrito permanentemente sobre el contencioso chileno-boliviano con relación al tema marítimo.

El propio mandatario Evo Morales en su discurso por el Día del mar, el pasado 23 de marzo explicitó que “en pleno siglo XXI, por la actitud de su gobierno, Chile no puede continuar siendo un mal vecino”. Palabras calificadas como inamistosas por parte de la Cancillería chilena, que nuevamente ha quedado en la forma de los argumentos bolivianos, sin profundizar en los deseos profundos de ese gobierno y su sociedad. Las afirmaciones de Morales fueron defendidas por altos funcionarios de su gobierno, como es el caso del responsable de la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima (DIREMAR) Juan Lanchipa quien señaló que “sobre la mala vecindad, es evidente y demostrable la declaración del presidente Morales ¿cómo puede un Estado considerarse un buen vecino si primero usurpa territorios, incumple tratados y llega a minar toda su frontera?”.

El Director de DIREMAR, el organismo creado especialmente por Morales para llevar adelante todas las estrategias de Bolivia destinadas a conseguir la salida soberana al mar sostuvo que la calificación de “mal vecino se ajusta a la realidad. No son declaraciones ofensivas. Somos un país pacifista y de ninguna manera pretendemos generar actitudes de ofensas a otros Estados” Con esta declaración, Lanchipa daba respuesta a las afirmaciones del canciller chileno, Alfredo Moreno, que calificó las palabras de Evo Morales “como una versión interesada de la historia que distorsiona el presente y que utiliza expresiones ofensivas y hace cargos infundados que no coinciden con la buena vecindad que Chile ha ofrecido”

La expresión de Morales, las opiniones de historiadores y la sociedad boliviana en general, aparentemente tan extrema, no se diferencia mucho en mucho del otro extremo argumentativo surandino,  cuyo ejemplo son las palabras del Canciller Moreno o la clase política chilena en general, , que suelen desconocer tener cualquier problema con su vecino altiplánico e incluso desmerecen sus reivindicaciones bajo argumentos como “ganamos una guerra y los triunfadores ponen las condiciones” “Los Tratados son inmodificables” o aquel más reciente que afirma que “no existe temas pendientes con Bolivia”. Únase a ello la percepción de la masa, respecto a cierta condición de inferioridad de nuestros vecinos, que expresan cierto desdén de vivir en el mismo barrio regional, con los vecinos que tenemos. Ideas que suelen expresarse sin tapujos en cuanto chat, foro o declaraciones públicas que alientan el decir lo primero que les viene a la cabeza en un sentido de chauvinismo extemporáneo y que desmerece los esfuerzo de unidad latinoamericana.

Desde el sur la respuesta ante los dichos de Evo Morales no se hicieron esperar y dos políticos que se han caracterizado por ser críticos de la postura boliviana dieron su parecer. El diputado derechista Iván Moreira afirmó que “si durante 100 años Bolivia no ha tenido acceso al mar, van a pasar 100 años más, porque con esta conducta de reclamos no van a conseguir nada. El Presidente de Bolivia se aprovecha de una situación bilateral para tratar de mejorar la recepción negativa que tiene Bolivia a costa del honor de Chile”. Su colega parlamentario y miembro de la comisión de relaciones exteriores, el PPD Jorge Tarud manifestó que “Bolivia se ha equivocado. Chile no va a actuar bajo presión o bajo amenaza de ninguna naturaleza; por lo tanto, amenazar con futuras demandas eso no ayuda a la buena voluntad que ha tenido nuestro país”.

Necesidad de pensar con visión de futuro

La realidad de las relaciones bilaterales escapan a esta radicalidad  y señalan la necesidad de buscar mecanismos de cooperación, acercamiento y búsquedas políticas de solución a las demandas que tenga uno de los contendientes. Si eso no se entiende así y se sigue pensando que está todo zanjado por un Tratado, nos seguiremos enfrentado a reclamos territoriales y presentaciones  ante organismos internacionales como ha sido el caso con Perú y la actual controversia en la Corte Internacional de Justicia de La Haya y la decisión boliviana de seguir el mismo camino en pos de recuperar su cualidad marítima. Resulta contradictorio que pensemos en abrirnos al mundo, de hablar de libre mercado, de fronteras que deben abrirse al comercio y nos cerremos al entendimiento con nuestros vecinos permanentes. Estamos en el barrio, estos son nuestros vecinos y debemos trabajar con ellos sí o sí.

Al cabo de 133 años de una guerra que enfrentó a Chile contra Perú y Bolivia, donde este último país perdió 400 kilómetros de costa y su acceso al Pacífico, el contencioso sigue más presente que nunca. Hoy, en una batalla verbal entre el gobierno de Bolivia y el chileno a partir de las declaraciones de Evo Morales respecto a la condición de mal vecino de Chile y la respuesta chilena señalando que somos un buen vecino y no hay asuntos pendientes. Es decir, discursos paralelos y sin posibilidad de confluir en un punto de acuerdo que no sea continuar con esta política de dimes y diretes.

Pero, el fondo del asunto no está en una definición si eres mal o buen vecino, sino que las acciones que realizas para lograr esa consideración y al parecer Chile tendrá que revisar parte de su política con Bolivia y comenzar un serio proceso de escucha y de toma de acciones encaminadas a mejorar las relaciones bilaterales. Bolivia acusa que se han incumplido los propios acuerdos emanados del tratado de 1904, que Chile esgrime como su adarga bajo el brazo en materia jurídica. El gobierno boliviano a través de su vicecanciller Juan Carlos Alurralde ha denunciado que Chile “se ha negado  a internar carga en Arica de forma gratuita, cobrando almacenaje de containers en el Puerto de Arica y aumentando los aranceles. Siguen miles de minas sembradas en la frontera con nuestro país y Chile posee una fuerza militar sobredimensionada. El gobierno de Piñera se ha negado a discutir el punto 6 de los trece puntos que se habían agendado bajo el gobierno de Michelle Bachelet. Además del tema marítimo hay que sumar el problema de las aguas del Silala y del Lauca que significan un menoscabo para el desarrollo boliviano”.

En visiones más pragmáticas se han alzado voces como la del diplomático, historiador y ex cónsul de Bolivia en Chile Ramiro Prudencia Lizón, quien ha señalado que es hora de reflotar la idea de “Mar Por Gas” tal como lo señaló en su oportunidad el Jefe de la bancada de Senadores del MAS, quien propuso reconsiderar la decisión de no vender “una molécula de gas a Chile” alegando que Brasil pronto dejará de interesarse por este combustible, al comenzar a explotar grandes reservas en su propio territorio. Para Ramiro Lizón “nuestro país, en lugar de esmerarse tanto en llevar el caso marítimo con chile a tribunales internacionales – lo que demoraría mucho su solución, el gobierno nacional debería buscar nuevas negociaciones bilaterales en base al ofrecimiento de gas a Chile, porque debemos tener presente que si este país utiliza nuestro gas, estaría muy llano a buscar un arreglo satisfactorio a nuestro magno problema”.

Las autoridades chilenas y su sociedad debemos tomar en serio las demandas bolivianas y razonar en virtud de objetivos generales y no por intereses particulares pues, en el caso del puerto de  Arica, su propia privatización influye en la manera en que se desarrolla el vínculo con las autoridades bolivianas incrementando su valores unilateralmente y dejando de lado el concepto de compensación que está establecido en el tratado de 1904.  En el caso de las aguas del Silala hemos usufructuado por 100 años de un líquido vital que ha tenido su desviación hacia la producción minera chilena, esencialmente privada en desmedro de la población. Sumen a ello los propios informes de organismo internacionales como el Instituto Para la investigación de la Paz (SIFRI) al señalar que los dos países que acumulan el 45% del gasto militar en Sudamérica son Chile y Venezuela, que avalan las críticas respecto a nuestra carrera armamentista. El siglo XXI debe ser un siglo de relaciones bilaterales pragmáticas, respetuosas y con capacidad de escuchar y acoger las propuesta del otro. Y en ese panorama el pensar en canjes territoriales o en determinar una posible solución al centenario enclaustramiento boliviano por el gas que ese país poseen abundancia es, a lo menos, una idea a considerar seriamente

La política de “gas por mar” responde al referéndum del 18 de julio de 2004, bajo el gobierno del ex presidente Carlos Meza, en cuya oportunidad el pueblo boliviano la respaldó en las urnas en la idea de servir como elemento negociador con Chile, que lo consideró en su oportunidad una especie de chantaje y una estrategia de salida externa a los problemas internos de la sociedad boliviana.   Ese mismo referéndum sirvió de base, posteriormente,  para la nacionalización de los hidrocarburos y para que la empresa estatal (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos) recuperara la propiedad de las acciones de empresas petroleras que estaban en manos de dos administradoras de fondos de pensiones.

Para el ex parlamentario y ex Ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Andrés Soliz Rada, en entrevista concedida hace algún tiempo señaló que “el gobierno boliviano no ha asumido la fórmula “gas por mar” de manera dogmática, ya que la ha flexibilizado al ofrecer a Chile la venta de termoelectricidad, que constituirá una transacción comercial beneficiosa para Chile, por cuanto aliviará la necesidad de energía que tienen sus grandes empresas mineras, beneficiará a Bolivia porque venderá gas con valor agregado, lo que le proporcionará mayores ingresos, sin dejar de aplicar su política de gas natural por mar, que continuará siendo un arma de presión para terminar con su injusto enclaustramiento geográfico”

Opiniones más o menos radicales, guerrilla verbal inconducente, presentaciones ante tribunales internacionales u otros mecanismos que no sean en base al entendimiento parecen estar destinados al fracaso en las siempre difíciles relaciones chileno-bolivianas. Por tanto, el pensar una salida al contencioso entre nuestros países, que implique también una salida al mar para nuestro vecino es un imperativo ético e histórico. No entenderlo así es seguir prolongando el subdesarrollo de amplias regiones tanto de Chile como de Bolivia, que a pesar de tener enormes riquezas, no suelen entregarla para el beneficio de sus poblaciones. Pensar los vínculos entre países en el siglo XXI implica abrirse en confianza y avanzar en nuestras relaciones bilaterales y regionales con visión de futuro.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.