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Caso Jaime Guzmán: ¡Dios me libre de estos jueces!


Miércoles 26 de diciembre 2012 10:25 hrs.


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La arrogancia y orgullo de la UDI no les permite conciliarse con la realidad ni la historia. El asesinato de su líder y fundador no fue programado en Cuba ni contó con la complicidad de la Concertación. Tampoco fue una decisión de la Dirección del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, ni fue una acción planificada para entorpecer  el proceso de transición a la democracia.

Fue la acción de un grupo de  comportamiento sectario y retrogrado, de clara desviación militarista, que veía que sucumbía frente a la demanda de transformar esa organización que luchó por la libertad de todos los chilenos, en una organización política que contribuyese efectivamente a una transición que nos restituyese una democracia plena.

Lo anterior está demostrado por la forma como se planificó, ejecutó y por el resultado final de la misma. Fue realizada por un grupo precario, rudimentario en cuanto a medios y organización, dirigidos, como se deduce de sus propias declaraciones, por una persona más primaria aún, que entiende sólo realidades simples, de blanco y negro, con cojones o sin cojones, que al final terminó transformando una causa noble, una organización político militar respetable en un medio de subsistencia personal y del escuálido grupo que lo seguía.

No fue el asesinato de un senador, aunque senador haya sido, pero del sistema binominal, sino del ideólogo, del máximo ideólogo que tuvo la dictadura terrorista que gobernó Chile. Los antecedentes de la causa judicial demuestran que fue un homicidio calificado, lejos de ser un acto punible según la ley sobre conducta terrorista que nos dejó la dictadura, que si fue terrorista.

La verdad es que el asesinato de Guzmán fue una acción que no solo conmovió el escenario político, que generó un gran dolor a sus familiares, sino que también comprometió y marco el fin de la organización, puso en peligro la vida y la seguridad de sus dirigentes y militantes, quienes progresivamente fueron aislados hasta que se retiraron en repudio de la acción de una minoría desquiciada. Ninguno de nosotros aceptó convivir al interior de una organización que había sido desnaturalizada, ocupada por una minoría sectaria  y lo hicimos, sin intentar crear una nueva organización que marcara negativamente una repetición de división en la izquierda chilena.

¡Qué diferencia con la UDI!, ellos nacieron, se formaron y se consolidaron, apoyando un régimen de tortura y muerte. Para Jaime Guzmán no hubo problemas morales de constituirse como paladín de un régimen terrorista, encubiertos en un discurso de mentiras como el salvar a la patria del comunismo y otras fanfarronadas.

Ese partido de cristiano no tiene nada, por el contrario, ni siquiera se les puede considerar como sepulcros blanqueados, blancos por fuera y podridos por dentro pues a diferencia de los fariseos, estos “udianos” olvidaron algo esencial como es la coherencia entre medios y fines. Los medios empleados traicionan sus fines y tarde o temprano esa contradicción les pasará la cuenta.

Dirán que hoy son la mayor fuerza política de Chile, lo que en verdad constituye una vergüenza para Chile. Es la ganancia que aún obtienen porque no alcanzamos en plenitud la democracia y la libertad. Pero ella viene, está en el horizonte, a nuestra vista y la conciencia será más fuerte como el amor es más fuerte que el odio.

La UDI, en mi persona, quisiera condenar a todo el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, esa pequeña organización surgida en plena dictadura, formada por chilenas y chilenos que hicimos uso del sagrado derecho de rebelión contra la tiranía. Eso es lo que el ultrismo de derecha heredero de Patria y libertad no nos perdona. En las barbas del dictador y sus organismos de muerte como la Dina y la CNI, hubo miles de jóvenes valientes, hombres y mujeres que nos  rebelamos en contra del país de muerte que construían con el apoyo de los fundadores de la UDI.

Me podrán juzgar y condenar pero no nos privarán ni nos expropiarán el tremendo orgullo que tengo y tenemos, por haber luchado en contra de la dictadura, en terrenos que ellos consideraban de su propiedad exclusiva, usando las armas como medio de sumisión. Pudimos cometer errores y los cometimos y aunque pretendan manchar nuestra historia con algunos de ellos, la verdad es que nunca podrán quitar lo esencial, lo que nos dio razón de ser y que permitió comprobar, a fines del siglo XX, el principio aquel ya anunciado por Santo Tomás como es el derecho a rebelarse contra la tiranía.

Eso esta ahí, como humilde contribución al proceso de transición democrática y es necesario que se diga para no olvidarlo. No pudieron robar el NO, de aquel 5 de octubre de 1988, solo por los acuerdos políticos que posteriormente dieron inicio al proceso pactado de transición a la democracia. No lo hicieron por la larga lucha por la democracia que nació y triunfo en las calles, en la clandestinidad, en el tremendo trabajo internacional que aisló al dictador y fundamentalmente en las protestas. De allí nace la histórica decisión de crear el FPMR y mantenernos en nuestra lucha digna y por eso es que el Frente se fundió desde sus inicios con el cauce de miles, de miles y miles de chilenos que lucharían para recuperar la democracia y la libertad.

Hoy me persiguen con armas sucias e injustas, los que lo hacen saben que no tuve participación alguna en la idea ni menos en la ejecución de esa idea de matar a Jaime Guzmán. Todos saben y en el Frente nunca hubo duda alguna que ya sólo como militante, ya no como dirigente, repudié ese asesinato.

Ningún aprecio político tengo por Jaime Guzmán, por el contrario me ubico a miles de kilómetros de distancia de lo que él representa y representó, pero su asesinato le dio argumentos a quienes desde las tinieblas, como actuaron siempre y lo siguen haciendo, quisieron utilizarlo  para entorpecer la precaria transición y ésta, con sus debilidades e inconsecuencias, era lejos mejor que la dictadura.

Se ha dicho, por fuentes autorizadas, que en el crimen de Guzmán estuvieron comprometido aparatos de seguridad, al menos se sabe que el Ejército sabía, al menos algo sabía, sobre los riesgos que corría y nada eficaz hizo para advertirlo y protegerlo. No hay aún suficientes antecedentes para afirmar que el asesinato de Guzmán fue digitado desde la sombra siniestra de los aparatos de seguridad, pero su presencia no se excluye.

En mi caso personal, víctima de dos imputaciones calumniosas y falsas, como es el haber supuestamente cooperado con la llamada Oficina, formulada el 1 de abril de 1997 y el haber participado en la decisión de matar a Jaime Guzmán, formulada en septiembre de 2010 a través del canal de televisión de que era dueño el Presidente de la República, en esas imputaciones sí encontramos huellas de agentes de aparatos de seguridad.

En el primer episodio, la llamada vocera del Frente, Lorena Astorga, conviviente de Mauricio Hernández Norambuena, tenía estrecho contacto e incluso le abrió la puerta de la cárcel para vincularse con los presos por causas políticas a la periodista Paula Afani, cuyos vínculos con agentes de inteligencia son hoy completamente conocidos. Esta denuncia perversa me obligó  a salir del país en abril de 1997, en dirección a Cuba y a fines de ese año a Venezuela y luego a España, regresando a Chile definitivamente el año 2005.

En el segundo episodio, que llevó a mi auto de procesamiento como autor del homicidio de Jaime Guzmán, tiene su origen en la declaración televisiva de Mauricio Hernández Norambuena en septiembre del año 2010. Esa entrevista fue precedida por la visita del abogado Luis Hermosilla, querellante y persona estrechamente vinculada con la UDI y el actual Ministro del Interior, a Hernández Norambuena, en una cárcel de Brasil.

A partir de esta visita, se arma todo el tinglado para acusarme de que era dirigente del Frente al tiempo de decidirse y cometerse el asesinato de Jaime Guzmán. Para respaldar esta infamia, vía televisiva, luego de que viajaran dos reporteros del canal del Presidente, informada previamente al Ministro en Visita señor Mario Carroza, se usó el testimonio del comisario Jorge Barraza y de un tal López Candia, reconocidamente informante de la DINE, dirección de inteligencia del Ejército. Esas son las pruebas, francamente miserables, de los que me acusan.

No soy de aquellos que mienten, tengo una historia de lucha consecuente y no es la primera vez que soy victima de mentiras y montajes para condenarme, lo sufrí en 1974 por oponerme el golpe de estado. Junto a un centenar de militares patriotas, fui salvajemente torturado, encarcelado y se nos acusó con el montaje mas burdo de la historia de Chile: el plan Z.

Si hubiese sido dirigente del FPMR en 1991 lo habría reconocido y dicho, porque no me avergüenzo de ese trozo de mi vida, por el contrario, lo valoro por su nobleza. En este proceso esta perfectamente comprobado que había dejado de serlo en agosto de 1989. Después de esa fecha no era dirigente de la organización, era un militante, quizás no cualquiera, porque era fundador y había sido dirigente muy cercano políticamente a Raúl Pellegrin.

Además fue el quien primero conoció mi apreciación de que después del 5 de octubre de 1988, el escenario político cambiaría en Chile y que debíamos ajustarnos a la nueva realidad, manteniendo esa decisión de emplear todas las formas de lucha pero en donde las armas ya no tendrían espacio como la principal. Y en eso estábamos cuando mataron a Guzmán.

Al final del día, en la consciencia de Hernández Norambuena recae la responsabilidad de ser la fuente de dos acusaciones falsas y calumniosas en mi contra. A estas alturas ha quedado en evidencia que lo utilizaron como judas para venderse al mejor postor. El sabe, como muchos internamente lo sabían, que no le tenía ningún aprecio como militante con responsabilidades operativas. Hernández Norambuena no tiene porque quererme pero nada lo exculpa de faltar a la verdad y de los actos de deslealtad que vienen de su persona. Su conciencia lo juzgará.

Por todo esto, el juicio contra mi persona no sólo carece de toda consistencia y seriedad, sino que se ha transformado en una farsa que linda en el escándalo pues sin reparo alguno han decidido que se me aplique un procedimiento cavernario que se encuentra expresamente derogado, como es el artículo 27 de la Ley de Seguridad del Estado. Este es un escándalo judicial que no sólo desprestigia a la Justicia sino que a Chile en el concierto internacional pues el Estado no puede impunemente aplicar un procedimiento no sólo expresamente derogado sino que absolutamente incompatible con los tratados internacionales de derechos humanos y la Constitución Política.

El artículo 27 de la Ley de Seguridad del Estado, derogado en mayo de 2002, establecía que los jueces fallan en conciencia, tanto en primera como en segunda instancia, que no hay derecho a recurrir de casación ante la Corte Suprema, que la apelación debe presentarse dentro de 24 horas, que la prueba dura 8 días, etc. Este procedimiento impugnado por la defensa fue confirmado por el Ministro instructor en sentencia de 11 de septiembre de 2012 y aprobada por la Séptima Sala de la Corte de Apelaciones por los Ministros Juan Cristóbal Mera, Omar Astudillo y Marisol Rojas.

El servilismo al poder atenta a la dignidad del Poder Judicial. No hay ninguna razón jurídica, política y moral para aplicar este procedimiento cavernario, a menos que se pretenda una condena a cualquier precio y para ello requieran de un procedimiento en que los jueces fallen en conciencia, sin la obligación de apreciar la prueba según el derecho.

¡Dios me libre de la conciencia de estos jueces!

 Enrique Villanueva Molina

Ex dirigente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez

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