Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 19 de abril de 2024


Escritorio

De hambuguesas y merkén

Columna de opinión por Vivian Lavín Almazán
Domingo 6 de enero 2013 15:49 hrs.


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Quizás porque estábamos viviendo los momentos más convulsos de nuestra historia política reciente, que en Chile no caló hondo lo que sucedía al interior de los Estados Unidos a comienzos de 1973. Quizás por la atenazadora política exterior estadounidense, no nos percatamos de lo que significó dentro de la política interna de ese país la ocupación armada de Wounded Knee, que ha sido considerada como el mayor conflicto armado al interior de Estados Unidos desde la Guerra Civil de 1865. Increíble que en pleno siglo XX, en el país de la libertad y de las oportunidades, diferentes grupos indígenas bajo el liderazgo del Movimiento Indio Americano (AIM), se parapetaban en el histórico sitio de Wounded Knee, el mismo lugar donde se habían masacrado a sus antepasados, para denunciar el estado de postración y de pobreza en que se encontraban entonces los indios en suelo estadounidense. Poco se supo entonces que durante 71 días, la Casa Blanca los mantuvo policialmente cercados hasta terminar con dos de ellos asesinados y la consiguiente persecución judicial y política que llevara a uno de sus líderes a la cárcel, cumpliendo hasta hoy la sentencia condenatoria. La fuerza y brutalidad con que el gobierno estadounidense escribió estas páginas de su propia historia, parece haber sido realizada con la misma siniestra pluma que la nuestra. Sin embargo, los desenlaces son muy distintos, cuando a partir de este hecho fue la opinión pública estadounidense, esto es, la gente, en lengua vernácula, además de voluntades y lobby políticos que, sensibilizados con la “causa indígena”, presionaron al punto que dos años más tarde se aprobaba en la administración del presidente Gerald R. Ford la “Ley de Autodeterminación Indígena”. Una legislación que sólo al ser invocada despierta la admiración de todos los pueblos indígenas del planeta que quisieran ser considerados por los gobiernos que los rigen como “entidades soberanas, autónomas políticamente como Estados y que establecen una relación de nación a nación con el gobierno federal de los Estados Unidos”, como reza textualmente.

Paradójico que mientras esto sucedía en Washington a comienzos de los ´70, al mismo tiempo se estaban formando en las más prestigiosas universidades estadounidenses, gran parte de la camada de economistas chilenos que en menos de una década exportaría a Chile el modelo neoliberal que impera hasta hoy. Un grupo de especialistas que al parecer, se concentró sólo en acotados aspectos de lo que implica la economía, y soslayó uno tan importante como que la desigualdad y la postración de los pueblos originarios podía ser el germen de un problema mucho mayor. No se percató el grupo de atentos alumnos del modelo estadounidense que Wounded Knee era la luz de alerta de lo que se vendría, como acciones cada vez más extremas por parte de los indígenas, cansados de ser oprimidos por el gobierno federal y que contarían además, con el creciente apoyo de una sociedad devastada por la guerra, la muerte y el dolor de Vietnam.

Imposible desconocer la enorme influencia que ejerce en nosotros todo lo que “huele a USA”. Consumimos su cine, su televisión, su literatura, pero sobre todo, su cultura popular y su modelo de vida. Copiamos a la sociedad estadounidense hasta el desenfreno en su cantinela navideña, pascueril y demases, pero en nuestra ignorancia no copiamos lo esencial. La estigmatización del pueblo mapuche y de los mal llamados “indios chilenos” como “terroristas y violentistas” que aún luchan por tener una relación horizontal con el Estado chileno es una demostración de una sociedad atrasada, miope e inculta. Una sociedad completamente traspasada por lo peor de la cultura estadounidense, que no duda en tomar el primer vuelo a ese país del norte, ante el primer vaivén del dólar, para disfrutar de Disney en plan “familión”, y de tanto comer hamburguesas se le olvida que detrás de todo ese escenario de fantasía y diversión, hay leyes que protegen a sus pueblos originarios, al punto de que no se permite en museo alguno de ese país exhibir momias ni restos humanos de las culturas ancestrales por considerarlas una falta de respeto a la dignidad de sus antepasados.

Cuando la lonko Juana Calfunao Paillalef dice: “Nosotros, los mapuche, somos los primeros en repudiar, la violencia, ya que hemos vivido este trato inhumano por casi 130 años“, resume en una sola frase el dolor, la frustración y el ninguneo histórico de su pueblo y el de los otros que habitan nuestro territorio. La lonko Calfunao escribe una de las correspondencias más sentidas e importantes del último tiempo, en una carta abierta al Presidente de la República, dirigida a él pero cuyos destinatarios somos en definitiva todos nosotros, “los cabezadura” que no logramos entender que esto no lo va a resolver el gobierno de turno, sino que una sociedad informada, sensibilizada e interesada en una lectura de la realidad con la mente y el corazón.

En momentos en que el dolor atraviesa a toda nuestra sociedad, es hora de escucharnos y alimentar nuestra alma nacional tanto de hamburguesas como de merkén.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.