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El absurdo de lo posible

Columna de opinión por Yasna Lewin
Lunes 1 de julio 2013 13:03 hrs.


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Nuevamente la ciudadanía sorprendió a los líderes de opinión con insospechados resultados electorales que desahuciaron hasta los más expertos pronósticos y estrategias políticas. Nadie pensó que el volumen de votantes rozaría los tres millones y muy pocos previeron las derrotas del RN Andrés Allamand, en la Alianza, y del DC Claudio Orrego, en la Nueva Mayoría.

La abultada participación electoral fue aún más inesperada que la alta abstención de las municipales del año pasado, pese a que ambos hechos son parte del mismo fenómeno: la voluntariedad del sufragio redujo el padrón a un “núcleo duro” de ciudadanos que vota contra viento y marea, anhela cambios de fondo y es culturalmente más liberal que conservador.

Son un grupo estable de electores, demasiado numerosos como para sucumbir a los aparatos y acarreos partidarios, pero, al mismo tiempo, muy escasos para integrar o motivar a esa mayoría que perdió la fe en la política. Aún así, son suficientes para posibilitar algunas de las transformaciones que podrían sanar la crisis del sistema de partidos, a través de la instalación en el Congreso de una nueva relación de fuerzas capaz de desafiar los quórum supranumerarios.

Son algunas de estas pistas las que descubrió el independiente Andrés Velasco al apelar exitosamente al centro político, con un discurso receloso de los partidos pero respetuoso de la institucionalidad democrática, impregnado de valores liberales, aunque con propuestas sociales más bien conservadoras. Exactamente lo contrario al discurso de Orrego, quien pretendió mantener el centro para la DC, invocando a Dios y al aparato partidario, justamente a causa del extendido y falso supuesto de un escaso número de electores.

El mismo error que cometió Allamand, al derechizar su discurso al extremo de renegar de su trayectoria liberal y cederle el centro a la Nueva Mayoría, pensando que una escasa participación le imponía la necesidad de atrincherarse en un voto orgánico que, desde luego, le es mucho más leal a Pablo Longueira.

Lo que menos sorprendió ayer fue el triunfo de Michelle Bachelet, tal vez porque no ha transcurrido tiempo suficiente para aquilatar las implicancias de haber triplicado al adversario. Pese a un sinfín de errores y al deslucido papel de sus partidos, la ex Presidenta duplicó la suma de los candidatos oficialistas y su conglomerado ostenta casi tres veces los votos de derecha.

Una ventaja de esas dimensiones bien podría asestarle un golpe mortal al oficialismo, con los 20 doblajes parlamentarios que se requieren para cambiar la constitución en el Congreso. Tal como están las cosas, no es descabellado pensar que la Nueva Mayoría obtenga el absurdo quorum de dos tercios para reformar la Constitución.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.