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El mal de los “malls”

Columna de opinión por Julio Hurtado
Miércoles 16 de octubre 2013 9:55 hrs.


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La particularidad del modelo de desarrollo chileno, impuesto por la dictadura, no es tan solo la preponderancia del mercado como principal asignador de recursos, ni tampoco el hecho que sea el sector privado el principal actor del desarrollo económico. Eso sucede, nos guste o no, en casi todos los países del mundo, y en los casos más destacados, ese modelo se impuso en democracia.

El elemento diferenciador del modelo de desarrollo nacional está dado por la privatización y mercantilización de los derechos sociales básicos, cuestión muy sensible en lo que se refiere a educación, salud, previsión y también en la construcción de la ciudad. En este contexto, la imposición y la impunidad cultural del consumo es una de las expresiones sociales del modelo, lo cual es complementado por la “obsolescencia programada” (las cosas duran poco para aumentar el consumo, proceso respaldado por la innovación tecnológica permanente).

Las características señaladas mas arriba tienen una expresión específica en las personas y en la ciudad. En los individuos se traduce en una compulsión al consumo y al endeudamiento. Lo cual, sin duda, genera bienestar material (gran capacidad de consumo de bienes durables), pero también provoca inestabilidad provocado por el endeudamiento y sistema laboral inestable.

En la ciudad, esta situación tiene su máxima expresion en el mall, que para muchos constituye la nueva plaza, la nueva forma de encuentro y de socialización, fundamentalmente individualista (el “vitrinear” y consumir son actividades fundamentalmente solitarias).

Chile es uno de los países del mundo con más metros cuadrados de mall por habitante. Es así que el desarrollo de la “industria del mall”, se encuentra en una etapa avanzada y avasalladora, lo cual pone en jaque el desarrollo urbano, ya que estas estructuras de consumo son indiferentes al entorno urbano. En el caso de Chile, al revés de sus ancestros anglosajones, especialmente norteamericanos, el mall se localiza en medio de la ciudad. Quizás caso único en el mundo.

La proliferación de los malls, sin control por parte de las autoridades, desvirtuó la ciudad de Castro, afectando visualmente a una Catedral que fue declarada Patrimonio de la Humanidad; destruyó la ciudad de San Antonio; impactó la comuna de Providencia; amenaza a Puerto Varas; tugurizó la bella estación de trenes de Puerto Montt; y está a punto de corromper la ciudad de Valparaíso,-paradojalmente, con el decidido apoyo de las autoridades comunales-, por lo que, incluso, se corre el riego de perder la categoría de Patrimonio de la Humanidad otorgada por UNESCO.

La construcción descontrolada,-edilicia, urbana y arquitectónicamente-, de malls ha corrompido el tejido social, político y urbano de muchas ciudades chilenas. Para ello, estos “desarrolladores urbanos” han jugado magistralmente sus cartas,-apoyados por los principales medios de comunicación-, con un falso dilema: o mall o no mall, aunque sea mal hecho. Frente a ello, lamentablemente, importantes sectores de la población, armados de una errada concepción de la modernidad, han dado su apoyo a estos despropósitos urbanos.

Una pregunta final:
¿Sabía usted que el propietario e impulsor de los malls de Castro, Puerto Montt y Puerto Varas, además de no cumplir con la legislación, es el principal accionista de la sociedad propietaria del otrora más popular club de futbol profesional chileno, hoy en bancarrota deportiva y moral?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.