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Año XVI, 28 de marzo de 2024


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Guillermo Miranda, director regional adjunto OIT

“La pobreza se resuelve también con políticas específicas hacia el género femenino”

El acceso al trabajo decente para las mujeres es uno de los desafíos más importantes para América Latina y el Caribe, región en la que paradójicamente casi la mitad de la población está gobernada por una mujer. El masivo acceso al mundo laboral y los cambios en el rol histórico femenino son analizados por el director regional adjunto de la OIT, Guillermo Miranda.

Oriana Miranda

  Viernes 17 de enero 2014 18:40 hrs. 
mujeres

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Casi un ochenta por ciento de los hombres de América Latina y el Caribe participa del área laboral, espacio ocupado solo por un 52 por ciento de las mujeres. Además, las tasas de desempleo son mayores para ellas y los trabajos a los que acceden se caracterizan por tener peores condiciones laborales.

En este contexto, Guillermo Miranda, director regional adjunto para la coordinación de políticas y programas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), adelanta en entrevista con Radio Universidad de Chile los resultados del Informe sobre Trabajo Decente e Igualdad de Género: “Políticas para mejorar el acceso y calidad del empleo de las mujeres en América Latina y el Caribe”, que será presentado este lunes.

¿Cuál es su diagnóstico respecto de la calidad del trabajo de las mujeres en América Latina?

Hay una situación de brechas de género en América Latina que es significativas, pero tal vez lo primero que demostró este estudio es que ha habido ciertos avances que no son menores. El más importante es que las tasas de participación laboral se han incrementado en más de tres puntos porcentuales a lo largo de la región y han disminuido las brechas salariales por sexo. Eso es importante y se a nivel del mercado laboral, ya sea medido por ocupación o por sectores.

Hablemos entonces de las tareas pendientes. ¿Cuáles son los desafíos en el acceso al trabajo decente de la mujer?

La participación laboral femenina en la región es de 52.6 por ciento y los hombres tienen una tasa de 79.6 por ciento. Las tasas de desempleo de las mujeres siguen siendo mayores a las de los hombres, las mujeres están en un 9.1 por ciento y los hombres un 6.3 por ciento. Estas diferencias también se visualizan en que las mujeres se concentran en el mercado del trabajo en los servicios y comercio y los hombres en actividades como la agricultura, la construcción y la industria, donde hay mayor valor agregado y  mejores condiciones laborales. Las mujeres también son mayoría en el total de trabajadores en el sector informal en la región. A nivel salarial, todavía se mantienen diferencias importantes, aunque ha habido avances. En el año 90, las mujeres recibían alrededor del 60 por ciento de lo que recibían los hombres y hoy día estamos en alrededor del 78 por ciento.

En estas desigualdades, estas diferencias, estas brechas, en el mundo propio de las mujeres se producen diferenciaciones enormes según quién es. No es lo mismo si es una mujer indígena o afrodescendiente, ser joven o mayor, residir en zona urbana o rural, vivir en su país o ser migrante, tener o no tener hijos. El informe muestra que frente a esta diversidad de situaciones, se ha levantado un conjunto de políticas que pueden ser de utilidad.

Sabemos que la mayor cantidad de pobres en el mundo son mujeres. ¿Cómo contribuye esta marginación de las posibilidades laborales a la mantención de la pobreza femenina?

Hay un círculo vicioso. En la medida en que tienes una mayor cantidad de mujeres en el sector informal,  desigualdad en el ingreso al trabajo y dificultades para acceder al mercado laboral por ausencia de políticas para la conciliación trabajo/familia, no es fácil resolver los temas de pobreza. En los sectores más populares, las mujeres juegan un rol importante en la mantención del hogar y hay muchos hogares cuya jefatura son mujeres. Entonces, la pobreza la tienes que resolver también teniendo políticas específicas hacia el género femenino y no solamente incorporarlas en las políticas globales, hay que tener políticas con un foco especial hacia las mujeres. Las políticas para sacar a la gente de la pobreza a través del mercado laboral requieren políticas públicas y privadas también específicas, no solamente generales. No basta con fijar niveles de ingreso mínimo, no basta con fijar ciertas nociones generales de incorporación al trabajo o ciertos mecanismos de capacitación y formación, se requiere también tener políticas específicas que apunten a resolver los problemas de brecha entre los géneros.

Con la incorporación paulatina de las mujeres al trabajo, ¿cómo ha ido cambiando el rol que les ha sido tradicionalmente asignado, lo que deben hacer, cómo deben comportarse, el lugar en el que deben estar, manteniéndolas alejadas de la esfera de lo público?

Ocurren cosas que se tienen que tomar en cuenta y considerar: cerca de la mitad de la población de América Latina hoy día está gobernada por mujeres. Costa Rica, Brasil, Argentina y con la entrada de la presidenta electa Michelle Bachelet vamos a estar con cerca de un 50 por ciento de la población de la región gobernada por mujeres. Esto da una dimensión cultural, política, respecto a los roles y a los protagonismos que toman ciertas políticas específicas para las mujeres. La incorporación al trabajo, y por lo tanto la generación de un ingreso digno, obviamente le otorga un rol a la mujer no solamente como un ente productivo, sino que a su vez como un ciudadano que tiene capacidades y derechos. Y eso tiene hoy día un desarrollo más lento: el nivel de incorporación de mujeres a los espacios sindicales todavía no aparece como un fenómeno de mucha visibilidad. Sin embargo hay procesos interesantes, el caso de Chile donde por primera vez en la historia de los movimientos de trabajadores hay una mujer que preside su principal agrupación.

Concentrémonos en las mujeres migrantes. ¿A qué tipo de trabajo están accediendo? ¿Los Estados están asumiendo su rol de garantizar la protección de sus derechos humanos?

Normalmente la población migrante se profundiza, se aumenta, se acelera cuando hay economías vecinales o países en que sus trabajadores locales o nacionales se van desinteresando por trabajos y servicios de menor calidad de empleo y por tanto van dejando un espacio que requiere ser llenado. Y como son actividades ligadas a los servicios, se da la constante en la región y en el mundo de que son ocupadas por mujeres. Eso, en el caso de las trabajadoras domésticas, se observa como un fenómeno específico. En ese marco, la OIT hizo un esfuerzo bien interesante, que fue sacar un convenio sobre trabajadores y trabajadoras domésticas en el cual propone fijar ciertas características y condiciones para que este sea también un trabajo decente. Uruguay fue el primer país en adoptar este convenio, Paraguay hoy día también lo ha adoptado y en Chile se ha intentado hacer cambios en materia de horario laboral. Es decir, se va tomando una cierta conciencia de que en los campos migratorios se requiere avanzar en derechos laborales para que esta necesidad de trabajar no se confunda con una explotación. Hay mecanismos institucionales por los cuales uno puede contribuir a que el trabajo migratorio tenga un rostro, en este caso un rostro de mujer, con mayor dignidad.

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