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Flavia Radrigán estrena su compañía de teatro en Matucana 100

"De las historias privadas de Dios. Tomo 1" se llama el primer montaje de Chivo Expiatorio, también integrada por el director Aldo Droguett. La autora dijo no sentir el peso de ser la hija del reconocido Juan Radrigán: "Somos personas distintas, es como un 'amigui'", bromeó.

Rodrigo Alarcón

  Jueves 8 de mayo 2014 18:52 hrs. 
ALDO Y FLAVIA

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Alberto Cabrera Muñoz era conocido como el “Criollito”. En 1955 lo fusilaron luego de ser condenado por el homicidio de un sastre, al que mató para llevarse dos ternos y algo de dinero. Fue una de las últimas personas que pagó un crimen de esa forma.

Así lo investigó Flavia Radrigán para una inédita serie de cuentos llamada Tiro de gracia, basada en lo que ocurría con las hijas de quienes morían en el patíbulo. Fue a la biblioteca, revisó la prensa de la época y descubrió la historia del “Criollito”, que le llamó la atención por un motivo especial: era del barrio Franklin, el mismo en que ella había crecido.

Esas indagaciones, iniciadas hace diez años, fueron el primer antecedente para De las historias privadas de Dios. Tomo 1, la obra que se estrenó este jueves en el Centro Cultural Matucana 100 y que se mantendrá en cartelera hasta inicios de junio.

La dirección está a cargo de Aldo Droguett, con quien la autora conformó la debutante compañía Chivo Expiatorio. El elenco, en tanto, es integrado por Pedro Vicuña, Carmen Disa Gutiérrez y Marcela Solervicens.

El relato se enfoca en la relación de la novia del “Criollito” con su hija, a quien le ocultó el destino de su padre. La búsqueda de la verdad por parte de ésta es lo que desata el conflicto. A eso apunta el título de la obra: “Son las historias que ni a él le gusta que uno vea, son escondidas”, dijo Flavia Radrigán a Radio Universidad de Chile. “A nadie le gusta saber lo que hay dentro de las casas, por eso se oculta el abuso de menores y los golpes a las mujeres. Hay historias chiquititas que no le interesan a nadie. Si no son grandes historias, no son dignas de ser vistas, pensadas o sentidas por la gente”, profundiza.

“Tengo la sensación de que Dios tiene un archivo completo de historias que solo él conoce y él decide por qué se debe sufrir tanto y seguir así”, agrega.

“Es mi ‘amigui’”

Flavia Radrigán dice estar consciente del peso que su apellido tiene el ámbito del teatro. Juan, su padre, ganó el Premio Nacional de Artes de la Representación y es uno de los autores contemporáneos más destacados desde fines de los ’70.

Sin embargo, la dramaturga aseguró que esto no es una dificultad: “El problema lo tienen los otros, no yo. Escribo, monto y discutimos con mi papá sobre teatro, pero él hace algo diferente. Sé que es un apellido enorme, lo admiro muchísimo, pero soy totalmente independiente. Si me preocupara, me inhibiría frente a este monstruo de las artes nacionales y no podría hacerlo”, argumenta.

“Es como un ‘amigui’ no más”, dice entre risas. “Somos personas distintas y vemos la literatura en forma distinta. Conversamos y hacemos talleres juntos, por eso es como un ‘amigui’”.

De las historias privadas de Dios. Tomo 1, de Flavia Radrigán, se presenta de jueves a domingo en el Centro Cultural Matucana 100. Las entradas tienen valores entre dos y cinco mil pesos.

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