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Año XVI, 24 de abril de 2024


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Entrevista a Manuel Pastrana

Politización del fútbol para despolitizar

Hugo Mery

  Jueves 3 de julio 2014 20:33 hrs. 
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Se desafectó del fútbol pese a que en su adolescencia fue guardalíneas y que, como periodista no deportivo, Manuel Pastrana Lozano se distinguió siempre por su erudición futbolística. Esta quedó palmariamente demostrada cuando en el legendario “El Parrón” de Providencia, apostó a otro amante del balompié la fecha exacta del debut de Leonel Sánchez en la “U”. Debieron ir a la cercana revista Estadio, donde su director, Antonino Vera, dirimió a las diez de la noche a favor de Pastrana, quien ganó una comida al instante para cuatro.

Mientras su contradictor de entonces no se pierde Mundial, nuestro entrevistado de ahora divisa el fútbol desde lejos, con discurso crítico, a ratos irónico, a veces desdeñoso:

-Pasión de multitudes es su alteza real la pelota, cuyos súbditos son los pelotas: sociológicos, políticos, económicos, de la psicología social, antropológicos y de los medios de comunicación masivos. No van en orden temático, más bien desordenado, pero apuntan a lo que me parece esencial: la multiplicidad infinita de opiniones divergentes, convergentes, contradictorias, inciertas, en realidades que se van creando continuamente, que podríamos llamar mundos paralelos del fútbol y sus observadores, no excluyentes sino complementarias en este rompecabezas futbolero de piezas que nunca abarcarán el todo, como ocurre en la vida y serán siempre esfuerzos de interpretaciones relativas, incompletas, para todos los gustos de acuerdo a las circunstancias y el tiempo. Lo que yo llamo el fútbol cuántico y hay muchos estudios al respecto que pueden encontrarse en internet.

Hace cuatro años publicamos, durante el campeonato internacional en Sudáfrica, la columna “El Mundial, tentación para políticos”. ¿Cómo caracterizaría el aprovechamiento de esas disputas por los líderes nacionales?

-El fútbol es empleado como somnífero para hacer olvidar al ciudadano sus problemas cotidianos: Franco durante la dictadura de 40 años usó al Real Madrid, equipo favorito del dictador en su mejor época con Distéfano, Puskas, y Kubala en el Barcelona en los años 50 y 60. Lo que algunos han llamado “la droga social” con el estadio como elemento desmovilizador y la politización del fútbol para mantener al pueblo despolitizado. (Marx habría dicho: “el fútbol opio del pueblo”). Franco transformó el “pan y toros” por el “pan y fútbol”.
Las dictaduras siempre utilizan el deporte en su favor: Mussolini, Hitler, entre otros, en las décadas de los años 30 y 40, la historia del fascismo lo demuestra así. Mussolini apoyaba al Bolonia, y Hitler al Schalke 04. Perón en los años 40 y parte del 50. Era fanático del Racing, que fue tricampeón en los 49, 50 y 51, al parecer sospechosamente influido por los designios del dictador. Después, en los 70, el régimen encabezado por Videla galvanizó a perseguidores y perseguidos con el Mundial celebrado en Argentina.
El papel de la televisión y los medios de comunicación en general en las informaciones deportivas es actuar como elementos distractores y de manipulación de mass.

¿Qué detalles agregaría a la manipulación por los políticos?

-Cito una frase alusiva: “El régimen franquista se dio cuenta pronto de lo útil que era el fútbol para mejorar su mala imagen en el extranjero”. Efectivamente, la relación entre el Real Madrid, equipo favorito de Franco y la diplomacia lo ayudó a romper el bloqueo internacional.
– Otra frase: “Franco, siguiendo el ejemplo de Mussolini con el Cmpeonato Mundial del 34, orquestó un campeonato de Europa en el 64 con un desenlace servido en bandeja: España 2- URSS 1”.
Hay muchísimos otros aspectos y algunos muy graves como el fanatismo brutal y el nacionalismo que desencadenaron la llamada “guerra del fútbol” entre Honduras y El Salvador en 1969, que dejó 6.000 muertos en cuatro días como consecuencia del resultado de un partido eliminatorio para el Mundial de 1970. Había otras razones sociales y económicas, sin duda, en el trasfondo, que contribuyeron a desatar el conflicto.
Por último pero no lo último, el asesinato de un jugador colombiano por haber cometido un autogol que eliminó a Colombia en un campeonato mundial. Y ahora, el mordedor Luis Suárez, engolosina a la prensa y al mundo entero.

Y en cuanto a los líderes culturales y de opinión, ¿qué ejemplos hay?

– Una vez le preguntaron a Jorge Luis Borges por qué despreciaba tanto al fútbol siendo un deporte tan popular. Claro –respondió el escritor-, porque la estupidez es una cosa popular. Y luego confesó que sólo una vez en su vida había ido a un estadio, en la ocasión junto a un amigo uruguayo –jugaban Argentina y Uruguay-, y que apenas comenzó el partido conversaron de literatura o de otras cosas. Al finalizar el primer tiempo creyeron que el juego había terminado y se fueron del recinto. Agregaba que el fútbol le parecía un deporte innoble, agresivo, desagradable y meramente comercial, generador de fanatismo.
– El escritor francés Albert Camus, en cambio, premio Nobel de Literatura, sostenía que “todo lo que sé de moral y obligaciones del hombre se lo debo al fútbol”.
En su juventud, hasta los 17 años, su única pasión había sido este deporte. Llegó a ser un excelente arquero en el Racing, su equipo de provincia, en Argelia donde había nacido. Mucho después empezó su afición por la literatura y la filosofía existencial.
– Ud. Ha derivado del periodismo a la literatura, cultivando el género del cuento breve. ¿Ha escrito alguno sobre el fútbol?
– Sí, uno, el que reproduzco a continuación.

VIRTUOSO
El crack corre veloz, sortea y va dejando atrás a uno y otro jugador con sus malabarismos imparables: jugadas de fantasía, gambetas con su pierna izquierda, driblings con su derecha, paredes con él mismo, pivotes, la bicicleta, túneles, rabonas, chanfles, globitos, cambios de velocidad sorpresivos, toques sorprendentes. En las tribunas y galerías la multitud, sin distinciones partidarias, se pone de pie, lo ovaciona y aplaude enardecida.
Cuando el virtuoso llega por fin al área chica, se detiene y lanza un perfecto pelotazo inatajable. El balón se ha depositado con suavidad en el fondo de unas mallas que lo han acogido siempre con el cariño que sólo sabe prodigar una madre complaciente. Entonces el ídolo camina sin prisa hacia el arco en busca de su más codiciado tesoro, parte de sí mismo: la pelota. El arquero, que lo ha observado con asombro, se le acerca, lo felicita y lo abraza efusivo. Es un maestro del autogol.

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