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Chiloé: Proceso de modernización y consecuencia en la juventud


Viernes 25 de julio 2014 11:38 hrs.


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Debido al proceso de modernización que ha experimentado el archipiélago de Chiloé en los últimos 50 años se han generado importantes transformaciones sociales, culturales y económicas; en primer lugar sucede que desde la construcción de la vía férrea en el archipiélago de Chiloé comenzó un proceso de mercantilización y un periodo en que se comenzaron a movilizar los recursos al interior de las islas. Años más tarde y tras el terremoto de 1960 sucede que la gente comienza a migrar, abandona sus tierras y se desplaza hacia los principales centros urbanos del archipiélago. En la década de los ochenta ocurre quizás uno de los hitos más relevantes de los últimos treinta años al instalarse en el archipiélago la industria del salmón, lo cual supuso una migración mucho mayor y con ello un empobrecimiento significativo de la gente que llegaba desde sus campos a la ciudad en busca de la promesa de la modernidad y “mejores oportunidades”. Esto finalmente supuso la materialización de una sociedad de consumo y que se instalara en el imaginario colectivo un nuevo concepto de crecimiento y desarrollo basado en parte en las nuevas “necesidades” de la vida moderna.

Todo lo anterior ha significado una tensión cultural en tanto la importación de un modelo foráneo que ha cuestionado las viejas tradiciones culturales, llámese el trabajo de la tierra, las creencias, la ruralidad, la educación, las fuentes laborales, las maneras de construir sus casas, las antiguas y tradicionales mingas, la medicina ancestral y hasta el cotidiano de la gente. Todo aquello ha supuesto toda una reestructuración societal y cultural.

En el marco de este contexto se encuentran los jóvenes a quienes históricamente se les ha entendido y considerado desde una cosmovisión que Duarte K. (2006) denomina adultocéntrica y que supone una comprensión del joven desde una carencia. Entendiéndose de esta forma que el joven es una persona incompleta y que está en transición hacia. Que está en permanente cambio y en la consolidación de una identidad y para lo cual explora. Una persona que está en camino a adquirir nuevas responsabilidades y una vida adulta que, en el mejor de los casos, supone haber finalizado los estudios, entrar en el mundo laboral, formar y sostener una familia, postular a beneficios, endeudarse y un sin número de cosas más que habitan en el imaginario del desarrollo y crecimiento de una sociedad de consumo como la actual.

Es decir que a los jóvenes se los ha considerado desde un mundo que no les es propio y al cual tienen que llegar. Desde este enfoque y para el actual sistema de consumo el ser joven se convierte en la posibilidad de reproducir y perpetuar una sociedad de consumo en tanto son los principales consumidores. Al considerarlos como personas en tránsito y en una búsqueda, el consumo se vuelve vital para que logren desarrollarse e identificarse de tal o cual manera.

En la actualidad del archipiélago de Chiloé, y en particular en los centros urbanos más desarrollados (Quellón, Castro y Ancud), existe un amplio sector de la población empobrecida y habitada por una gran cantidad de jóvenes. Habitan en ellas primeras y segundas generaciones de familias que han migrado desde los sectores rurales en busca de los sueños prometidos por los procesos de modernización, pero que a su vez se someten a condiciones de vida empobrecidas y marginales, trabajando largas horas y en turnos inhumanos, bajo condiciones peligrosas y sueldos miserables.

Ha sido notorio la manera en que conforme se han ido materializando estos procesos de modernización y se ha ido creando una sociedad de consumo, el consumo de sustancias en sectores empobrecidos de los centros urbanos “más desarrollados” ha crecido gradualmente e incluso se han ido introduciendo sustancias tales como: marihuana, bencina, neoprén, cocaína y pasta base en los últimos años así como el uso de ceras para automóviles y pastillas.

En este sentido y considerando todo lo anteriormente planteado sostengo en primer lugar: que el consumo de sustancias en jóvenes habitantes de sectores empobrecidos de los centros urbanos más desarrollados del archipiélago de Chiloé se presenta como un síntoma de una fractura del lazo social y una tensión cultural que resulta de la superposición de la cultura del consumo y de las desigualdades que ella ha producido.

En segundo lugar el consumo de sustancias en jóvenes que viven en situación de pobreza en el archipiélago de Chiloé se presenta ante el joven como una posibilidad de evitar y/o tolerar la angustia de sus condiciones de existir. El consumo de sustancias para estos jóvenes representa la posibilidad de pertenecer a alguna parte. Es decir que a través del consumo puede acceder a la realidad y aquello le otorga cierto sentido de pertenencia y de encontrar allí un refugio ante la marginalidad y exclusión social a la cual se ve enfrentado el joven en condición de pobreza.

Por último,  el consumo de sustancias le confiere al joven que vive en situación de pobreza la posibilidad de crear lo que Duarte K. (2006) denomina como grupos de oposición/resistencia ante aquella realidad que lo margina y lo excluye. En tanto joven que vive en situación de pobreza, el consumo se devela y con el tiempo se transforma no solo en un referente identitario que le da un sentido de pertenencia, sino que da un paso más y se transforma en la posibilidad de resistirse y luchar en contra una realidad que lo aliena y lo deja fuera no solo por vivir en situación de pobreza y consumir sustancias sino que también por ser joven.

Desde este punto de vista el consumo de sustancias en tanto oposición y posibilidad de resistir al sistema se va presentando como la posibilidad de generar lazos y vínculos de cooperación y fraternidad que le permiten en tanto joven marginado hacer grupos en torno a los cuales pueda ir desarrollando otras condiciones de existencia.

Juan Pablo Morales Flores,

psicólogo ONG Vínculos.

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