Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 23 de abril de 2024


Escritorio

La Biblia y Gaza


Jueves 7 de agosto 2014 16:04 hrs.


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La otra noche estuve leyendo la Biblia. La lectura de la Biblia siempre enseña algunas cosas. En general, nada favorables a los diversos tipos de creyentes. Desde judíos a cristianos. Una cita me llamó la atención. Señalaba que Moisés había hecho la guerra a un reino vecino, Madian. De allí era originario el suegro del patriarca. Alguna enrevesada cadena de acontecimientos fue la causa de la disputa. Hay que indicar que el propio Moisés estuvo una temporada viviendo en Madian. En la cita bíblica, sin que estén claros los motivos, ordenó armar un ejército de 12 mil hombres extraídos de cada una de las doce tribus de Israel. Esos hombres debían marchar al reino vecino y triunfar en la batalla. Parece que lo lograron. Trajeron prisioneras a todas las mujeres y los niños. En la incursión no habría habido sobrevivientes masculinos. Cuando Moisés lo supo montó en cólera. No porque le horrorizara el crimen sino porque el crimen le pareció escaso. Para remediarlo ordenó la muerte de los niños varones y las mujeres que hubiesen tenido contacto con hombres. Todo aquello supervisado por “su Dios” que, para esos efectos, era bastante funcional a los fines de Moisés. Una situación digna de Antares de la Luz.

Hoy en día los creyentes judíos tienen costumbres semejantes. Son capaces de marchar contra Gaza, un pueblo que vive en la miseria (causada por los mismos israelíes), obteniendo una gran masa de víctimas, en su mayoría niños y mujeres. Hay muchos ejemplos en la Biblia de crímenes perpetrados por los judíos, muchos de los cuales tienen que ver con muertes de niños. La propia Biblia señala, por ejemplo, que el pueblo hebreo en momentos de crisis se daba al culto de Moloc, dios fenicio que requería niños para ser sacrificados. Hace poco una diputada israelí señaló que había que matar a las madres de los terroristas porque engendran “pequeñas serpientes”. En ello parece que influyen otra vez las instrucciones mosaicas.

En ese punto, la pregunta que me hago ¿no será que los israelíes actuales llegan a tal nivel de fanatismo que son capaces de justificar la muerte apelando a las citas bíblicas?. Si ese fuese el hecho, cabe preguntarse sobre el real foco en nuestro temor a los fundamentalismos. Porque la prensa usual en Chile nos llena de noticias respecto de fanáticos religiosos que promueven muertes en todo el medio oriente. Pero esos fanáticos son siempre barbudos y hablantes de una lengua árabe. La prensa chilena “usual” no deja traslucir el fanatismo religioso judío.

Alguien me puede dar varias objeciones a mi idea. Supongo que la principal es que el Estado de Israel actualmente se defiende de los ataques de terroristas. A los críticos habría que recordarles (o derechamente informarles) cuál fue el mecanismo para crear el Estado de Israel. Las primeras migraciones a la zona ocurrieron a mediados del siglo XIX promovidas por dos hechos capitales: el sionismo y las expulsiones masivas instigadas por los zares y perpetradas por el pueblo ruso, los llamados pogromos. Antes de las migraciones había judíos en la zona, un grupo pequeño que se quedó a pesar de la destrucción del templo de Yahve, allá por el año 70 d.c. Esa pequeña comunidad judía llevaba allí casi dos mil años, manteniendo sus tradiciones en un entorno palestino y sufriendo los mismos vaivenes. Si me permiten una digresión, debo decir que ellos se opusieron a la migración judía y la ideología sionista. Aun están en desacuerdo y su opinión, como judíos ultraortodoxos, es que el estado de Israel no debería existir, simplemente porque los israelíes no lo merecen. Hasta la llegada del Mesías. Según esa facción (Neturei Karta se llama), el estado judío es una idolatría moderna. Constantemente están apoyando a los palestinos. Incluso algunos de sus miembros han formado parte de la Autoridad Palestina.

Tras la Primera Guerra Mundial, el sionismo cobró mucha popularidad gracias a que el territorio pasó a manos de los ingleses, luego de la caída de imperio otomano. Los ingleses, en ese momento, declararon su apoyo al regreso a la “tierra prometida”. Esa enorme masa de colonos que se instalaba en cualquier lugar que consideraran adecuada, sin ningún miramiento por sus dueños o por saber si tenía un dueño, generó de inmediato roces con los palestinos. Por ello, en la década del 20 se constituyeron a lo menos tres organizaciones de “autodefensa”, que fueron calificadas como terroristas por el mundo occidental. Incluso por varios judíos prominentes, Einstein entre ellos. Sus nombres eran Irgún, Hagana y Stern. Atacaban principalmente intereses británicos y palestinos. El avance del nazismo marcó el inicio de otra oleada de migrantes y también del aumento de la resistencia Palestina, esta vez alimentada por el discurso racista exportado desde Alemania. Los judíos, en la década del 40 ya eran mayoritarios en la zona. Los palestinos no se habían ido del lugar. Seguían allí. El territorio se volvía cada vez más estrecho y al finalizar la segunda guerra, ambos grupos no se toleraban en absoluto.

El año 47 los ingleses dan su aprobación definitiva al Estado de Israel y se dibujan los nuevos mapas. Es cuando aparece otro hecho a tener en consideración: en la repartición las mejores tierras fueron entregadas a los judíos.
Como fuere, no podían esperar que los palestinos les recibieran con los brazos abiertos luego de dos mil años de su expulsión del lugar. Todos los estados árabes se oponen y se inicia una cruenta guerra que los judíos califican de “guerra de independencia”. Ese concepto no tiene ningún sentido: no estaban liberándose de una potencia extranjera, sino que imponiendo los postulados del sionismo por la vía de las armas.

Durante casi dos mil años la tierra fue de sus habitantes. O intentó que lo fueran, porque el área fue invadida sucesivamente por múltiples imperios en ese lapso. De lo que se sigue que los habitantes de la zona también sufrieron. Algunos periodos fueron bastante duros: muerte, tortura, desplazamientos forzados, pérdidas de bienes, cargas impositivas abusivas, etc. De hecho, en la década del 20, los palestinos venían saliendo de una larga ocupación de parte del imperio turco otomano. Veintiocho años después, el sufrimiento palestino pareció irrelevante o derechamente invisible. En la ecuación de la opinión pública mundial pesó mucho más el horror de Auschwitz.

En suma, esta brevísima revisión muestra que el origen del problema está en la considerable migración judía desde finales del siglo XIX y principios del XX, promovida por la ideología sionista. Aquello fue uno de las movilizaciones más extrañas de la historia y, en la práctica, constituyó una colonización, muy parecida a la “pacificación de la Araucanía”.
Si los hebreos realizaran ese ejercicio de conciencia histórica darían un enorme paso hacia la paz de la región. Pero resulta que los líderes del Likud (herederos de Irgún y Haganá) solo conocen el discurso de los derechos inalienables. El colonizador se autodefine egocéntricamente como superior o “elegido” y por ello tiene mayores merecimientos a ocupar la tierra ¿Y quién entrega esos derechos?: un documento generado por los propios judíos, la toráh o Pentateuco, la misma que recomienda descarnadas matanzas de sus vecinos. Jurídicamente es un acto unilateral. Hay mucho de construcción paranoica en ello, pero la arista psicosocial puede dar lugar a un estudio aparte. Como en tantas épocas de su historia, parece que los judíos “se han apartado Yahvé” y están prefiriendo a Moloc, un dios que reclama constantes sacrificios de niños.