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Cuarenta años no es nada

Columna de opinión por Wilson Tapia
Martes 28 de octubre 2014 13:37 hrs.


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Alfredo Le Pera y Carlos Gardel no hicieron un tango, desmenuzaron la vida. En el caso chileno, los veinte años podrían ser cuarenta y, posiblemente, muchos más. Si miramos hoy la política, nada ha cambiado. Cuarenta años no es nada. Y la historia nos dice que pasaron muchas cosas, pero está claro que la política no reverencia a la historia. Responde sólo a los intereses de quienes la practican. Es una verdad que duele, pero resulta incontestable.

Acontecimientos ocurridos en las últimas semanas deberían hacernos revisar la seriedad con que se manejan aquí cuestiones trascedentes. Y como la opinión pública es manipulada con el objeto de defender intereses que a menudo no son los suyos, sino de los organizadores de campañas determinadas. El movimiento social que ha generado la reforma educacional es llamativo. Ingentes sumas de dinero han sido destinadas a promocionar protestas -incluidas campañas radial y por prensa escrita- contra la reforma. Hubo una manifestación pública reclamando contra el posible cierre de colegios particulares subvencionados. ¿Quién financia tales movilizaciones? Misterio. Aunque es evidente que los dineros deben provenir de arcas cercanas a la derecha. Ella es la más interesada en desbaratar cualquier intento de reformar la educación, que hoy es considerada un bien de consumo, y restituirla como derecho.

Esto ocurre justo en el momento en que está en cuestión el financiamiento de la política y el manejo corrupto que hacen empresas como Penta, que pareciera ser una de las manos económicas de la Unión Demócrata Independiente (UDI). Y si se sigue ese hilo, uno llega a la conclusión que política y economía van juntas.

Ninguna novedad, me dirán, y agregarán: ese es el poder. Tendrán razón. El problema es que cuando ambos elementos no marcan diferencias, la corrupción corroe al sistema de gobierno y la democracia es una caricatura. En ella, los ciudadanos son consumidores domeñados como ovejas en rebaños que obedecen al sonido del cencerro que agitan los medios de comunicación. Y éstos repican de acuerdo a lo que quieren quienes manejan la publicidad, que son los que tienen el poder económico.

Todo esto no sería tan grave si la falta de aprendizaje no fuera general. Sería sólo el reflejo de la realidad que vivimos, como muestra Discépolo en su tango Cambalache (“….El mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también”). Pero quienes ejercen en política son referentes y, por ello, deberían cumplir con la obligación de fortalecer el sistema de convivencia, no destruirlo.

¿Qué les parecieron las declaraciones de nuestro embajador en Uruguay, Eduardo Contreras? No corresponden al comportamiento hipócrita que debe mantener todo diplomático, de carrera o no, en cualquier circunstancia, si es que quiere seguir siéndolo. Porque Contreras no mintió. La Democracia Cristiana (DC) estuvo por el golpe militar. Y Eduardo Frei Montalba se hallaba dispuesto a encabezar un movimiento que impidiera a Salvador Allende asumir la presidencia de la República. Todo esto después de que Jorge Alessandri rechazara la posibilidad de ser electo por el Congreso Pleno y luego renunciara para llamar nuevamente a elecciones. En esa alternativa Frei –que ya no estaría impedido a postular porque no sería reelección- iría como candidato encabezando una coalición de la DC con la derecha. Como Alessandri dijo no, Frei continuó con la otra alternativa. (“Memorias Privadas de un hombre público”, Enrique Silva Cimma. Editorial Andrés Bello. 2000). El asesinato del general René Schneider habría frenado aquel tempranero intento de golpe.

Tampoco mintió Contreras en que la derecha es terrorista. Lo comprueban el crimen de Schneider y las acciones cometidas por comandos cívico-militares durante la dictadura.

Pero hoy el Partido Comunista (PC), en que milita Contreras, comparte responsabilidades de gobierno con la DC, pese a que sus esquemas ideológicos son contradictorios en diversas áreas, incluyendo la educación, para citar un solo ejemplo. ¿Qué los hace estar juntos si no comparten ideas de cómo hacer mejor un país? Es posible pensar que sólo las ansias de poder.

Por otra parte, es justo preguntarse ¿por qué la DC impulsa la creación de la Nueva Mayoría a sabiendas de que el nuevo gobierno de Bachelet tendría que llevar a cabo reformas estructurales? Y de ellas, varias entrarían en colisión con su ideario.

Además, también es conveniente plantearse ¿por qué los comunistas entran en esa coalición? Y la respuesta es tan desesperanzadora como la que puede darse en el caso de la DC.

Finalmente, ¿se puede llevar a cabo reformas estructurales verdaderas bajo el esquema de la democracia de los acuerdos, que daba a luz sólo en la medida de lo posible?

Llevamos ya más de cuarenta años siendo un laboratorio neoliberal. En estos últimos 24, regido por una coalición entre socialdemócratas y socialcristianos, a los que se suman los comunistas en los meses recientes. Si Enrique Santos Discépolo viviera, quizás qué tango podría componer.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.