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Mucho más que la identidad kurda

Columna de opinión por Sergio Rodriguez G.
Lunes 10 de noviembre 2014 9:03 hrs.


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Kobane, la ciudad del norte de Siria, fronteriza con Turquía se ha transformado en las últimas semanas en el epicentro de los combates que han emergido desde el inicio de la ofensiva de la organización terrorista sunita Estado Islámico (EI) en Irak y Siria.

Kobane (Ayn al-Arab en árabe) es una ciudad de alrededor de 50 mil habitantes de mayoría kurda (90% de la población) que está situada a menos de un kilómetro del límite territorial entre Siria y Turquía. La dimensión de los combates y el heroísmo del pueblo kurdo que habita la ciudad, en particular de las Unidades de Protección Popular (YPG), brazo armado del Comité Supremo Kurdo del Kurdistán Sirio, y de sus mujeres, que forman parte de las Unidades de Protección Popular (YPJ), han dado a conocer una acción que se ha comenzado a denominar como el “Stalingrado del Medio Oriente.

Sin embargo, tras bambalinas, las acciones en Kobane son expresión de la multiplicidad de factores que están presentes en el conflicto del Medio Oriente, los intereses de los países que participan directamente en las acciones y de las potencias que han intervenido militarmente en los hechos.

En un primer momento, Estados Unidos, minimizó el potencial terrorista del EI. Ello permitió su crecimiento y expansión sin cortapisas de ningún tipo. Así mismo, las acciones de esta banda extremista han puesto sobre el tapete el papel tenebroso que siempre ha jugado Turquía en el escenario de las acciones. Su discurso y accionar han sido contradictorios, por una parte ha suministrado armas y apoyo al EI para que éste elimine la resistencia kurda y al mismo tiempo envía señales difusas en cuanto a su involucramiento en las acciones. El ex canciller y actual primer ministro Ahmet Davutoglu anunció el pasado 3 de octubre que su país no iba a permitir que Kobane cayera en manos del EI. No obstante, el propio Presidente Recep Tayyip Erdogan lo refutó cuando afirmó pocos días después que Turquía se involucraría en la defensa de Kobane bajo ciertas condiciones: el establecimiento de una zona de exclusión aérea, la posibilidad de entrenamiento de las fuerzas de lo que llama “oposición moderada siria” y una estrategia directa que conduzca al derrocamiento del presidente sirio Bashar el Assad. Días después la propia OTAN y las potencias occidentales rechazaron tales condiciones.

Turquía a su vez, objetó el apoyo bélico de Estados Unidos a los kurdos que resisten en Kobane, bajo el argumento de que se está fortaleciendo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización considerada como terrorista por este país. Vale decir que, los ataques aéreos y suministros logísticos que Estados Unidos está ejecutando en la región se realizan en el marco de la ambigüedad típica de la potencia cuando interviene militarmente, sin objetivos claros que cumplir. Así, se hizo aparecer como un error que ciertos pertrechos hechos llegar por vía aérea a los kurdos, cayeran en manos del EI, lo cual deja muchas dudas al respecto.

La coalición creada para combatir al EI ha gastado alrededor de 1000 millones de dólares en tres meses de acciones. En ese período han realizado un número cercano a 1800 incursiones aéreas, de las cuales 1100 han sido ataques misilísticos. De esa cantidad, Estados Unidos ha aportado 467 millones de dólares. Estas cantidades son ínfimas si se les compara con otras acciones realizadas por la potencia norteamericana en el pasado reciente, por ejemplo en Afganistán e Irak. Vale decir que la cantidad de misiles lanzados en 3 meses por la coalición liderada por estados Unidos es el equivalente a lo que las fuerzas armadas de Israel usaron en 2 días durante el asedio inhumano contra Gaza el pasado mes de julio.

Voceros estadounidenses autorizados han informado que se necesitarán al menos 3 años de acciones directas para lograr debilitar al EI. Eso es mucho tiempo si se compra con las acometidas fulminantes que llevaron a la derrota de los talibanes en Afganistán en 2001 y de Saddam Hussein en Irak en 2003. En este contexto, sería válido preguntarse a qué obedece este cambio en el pensamiento estratégico estadounidense. Resulta curiosa la argumentación para explicar la negativa de utilizar tropas terrestres en las operaciones. Contrario a lo que se pudiera afirmar, la opinión pública de Estados Unidos estaría de acuerdo en apoyar una incursión terrestre de sus fuerzas armadas. Los medios de comunicación, sempiternos aliados del Complejo Militar Industrial se han encargado de ello, mostrando de manera grotesca y alejada de cualquier racionalidad las decapitaciones de ciudadanos occidentales y árabes realizadas por el EI. Vale recordar que estas bárbaras muestras de violencia fueron expuestas a la ciudadanía estadounidense justo el 11 de septiembre estableciendo un simbolismo en la preparación sicológica de la ciudadanía que no deja lugar a dudas en torno de a donde conduciría una eventual escalada del conflicto.

¿Qué se vislumbra en el trasfondo? En primer lugar, hay que decir que la suposición de que se puede derrotar al EI sin la participación de las Fuerzas Armadas de Siria o dejando al margen a Irán son quimeras construidas por los analistas de estrategia que asesoran al Presidente Obama. Hay otros elementos detrás de este talante.
En el transcurso de este siglo, la política de Estados Unidos en el Medio Oriente y el norte de África ha sido un total fracaso, no han podido vencer a los talibanes en Afganistán, salieron derrotados de Irak, dejando en el poder un gobierno de mayoría chiita aliado de Irán, eliminando de paso el ejército sunita de Saddam Hussein que era uno de los más sólidos de la región. En Libia, después de la destitución y posterior asesinato de Muamar Gadafi, el país ha devenido en una anárquica guerra tribal, por lo cual las grandes trasnacionales energéticas no han podido igualar ni siquiera la menor producción petrolera previa a la invasión de la OTAN. Los Hermanos Musulmanes, organización pro occidental extremista de la derecha árabe creada por las agencias de inteligencia británicas ha sido desalojado del poder en Túnez y Egipto, perdiendo Estados Unidos y Turquía su más firme aliado en la región. Los houthis, grupo chiita de Yemen ha comenzado a controlar ese país casi en sus totalidad poniendo presión en el paso de Bab el Mandeb, el cual junto a Ormuz bajo inspección iraní, conforman el dúo de estrechos que permiten la navegación de los súper tanqueros desde el Golfo Pérsico al Golfo de Adén en el Océano Índico y de éste al Mar Rojo. Así mismo, los chiitas, mayoritarios en Bahréin ejercen cada vez mayor presión contra la monarquía sunita de ese reino en el que tiene su sede la 5ta. Flota de la Armada de Estados Unidos. En Siria, las fuerzas mercenarias y terroristas no ha podido consolidar sus posiciones, mucho menos estar cerca del derrocamiento del presidente Bashar el –Assad, a pesar de todo el apoyo financiero, bélico y logístico de las monarquías sunitas y de la OTAN. Finalmente, Israel, a pesar de su enorme operación terrorista contra Gaza no pudo lograr los objetivos propuestos. Al contrario la diplomacia palestina ha logrado resonantes victorias al obtener el reconocimiento político de Suecia y el voto favorable en ese sentido de los parlamentos de Gran Bretaña e Irlanda.

La ofensiva de la OTAN en Ucrania y la creciente agresividad estadounidense en regiones marítimas próximas a China se inscriben en ese contexto de debilidad de Occidente en el Medio Oriente. Así mismo puede entenderse la artificial baja en los precios del petróleo provocada por Arabia Saudita con la complicidad de Estados Unidos a fin de debilitar las economías preponderantemente energéticas de Irán y Rusia.

De la misma manera, este marco permite entender la irrupción del EI y la respuesta leve de Estados Unidos, después que esta fuerza ha logrado controlar parte importante del norte de Irak y de Siria. El 12 de septiembre, el presidente Obama nombró al general John R. Allen como Jefe de la coalición internacional para luchar contra el EI.
El general Allen cuenta con gran experiencia operativa después de haber sido Comandante Adjunto de las fuerzas militares en la provincia de Anbar en Irak, y posteriormente, Comandante de la Fuerza Militar Internacional en Afganistán. En ambas misiones, Allen adquirió gran manejo de la problemática de los países árabes y, en particular estableció sólidas relaciones con las fuerzas sunitas minoritarias en Irak. Es reconocido como un militar inusual por su involucramiento con los estudios internacionales y su gran capacidad intelectual.

La propuesta de Estados Unidos bajo la cual se ha nombrado al general Allen, en el cargo, a pesar de estar retirado de las fuerzas armadas, dice relación a un plan a tres años plazo, período en el cual la OTAN debe crear un gran ejército sunita, bajo control de estados Unidos, a fin de ser introducido en el territorio hoy ocupado por el EI. Para ello, ya ha comenzado en los territorios de Arabia Saudita, Jordania y Turquía la preparación de las fuerzas que compondrán este ejército.

La experiencia que le ha dejado la debacle en la región, ha llevado a Estados Unidos a la conclusión de que la presencia del EI coadyuvará a un debilitamiento mutuo de las fuerzas armadas de Siria y de Irak, así como del propio EI en el combate que se libra en ambos países En la medida de la impotencia de estas fuerzas de lograr éxitos en sus territorios, Estados Unidos irá introduciendo el ejército sunita que ha comenzado a erigir. En los 3 años que los analistas han estimado como necesarios para derrotar al EI, esta fuerza sunita se habrá consolidado y será un instrumento de negociación que hoy Estados Unidos no posee, a su vez le permitirá tener participación política desde una posición de fuerza que ha estado perdiendo en las negociaciones en la región.

El Plan apunta a construir instancias federales en Irak, tal como está hoy con kurdos, chiitas y sunitas y en Siria con kurdos, alauitas (chiitas), drusos y sunitas. A Estados Unidos no le interesa desbaratar la institucionalidad siria, ni siquiera a las fuerzas armadas, sólo pretende derrocar a El- Assad o al menos reducir su poder. La potencia norteamericana sabe que la única garantía de estabilidad en Siria la puede proporcionar la institución bélica. Estima que una situación anárquica en Siria-similar a la de Libia- país fronterizo con Israel es extraordinariamente incendiaria y peligrosa para éste.

Con la creación de esta fuerza militar bajo su control, Estados Unidos pretende lograr en la mesa de negociaciones, no lo que no ha podido lograr en 13 años de guerra. Sabe además, que Rusia e Irán no pueden negarse a pesar que un trato de este tipo, no está necesariamente acorde con sus objetivos en la región. Esto permitirá ejecutar el tan ansiado reordenamiento político regional a través del cual Occidente construirá un nuevo mapa político del Medio Oriente acorde a sus objetivos. Así mismo, aceptará la entrada de Siria con El-Assad en el gobierno (si no lograra su derrocamiento) y sobre todo a Irán como interlocutores políticos válidos en las negociaciones de la región, sin que aparezca como una derrota de sus planes.

Este ambiente es el que admite una lectura mejor de la extraordinaria hazaña de los combatientes kurdos en Kobane. Sus acciones han paralizado la ecuación estratégica. Pero, la situación de los kurdos es distinta en cada país. En Siria son aliados de El-Assad. En Irak tienen un régimen autónomo, pero sus líderes son aliados de Turquía e incluso de Israel. Turquía quiere aprovechar las acciones del EI para aniquilar a los kurdos y en particular al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El canciller iraní lo ha dicho sin ambages “A Turquía no le interesa debilitar al EI sino al gobierno de Bashar El- Assad” y ha advertido de la tragedia humanitaria en Kobane.

En Kobane se está jugando la identidad kurda. Turquía la quiere esfumar. A Siria e Irán le interesa que la resistencia kurda se mantenga porque eso le genera problemas a Turquía. Sin embargo, en el trasfondo hay que considerar lo que dice la analista iraní, residente en España, Nazanín Armanián cuando expone que “Es hora de matizar el concepto del “pueblo kurdo”, —como grupo étnico de 30-40 millones de personas repartidas entre varios países y unidas por un sentimiento de pertenencia y lazos históricos—, y tratarle como cualquier sociedad que sufre una encarnizada lucha de clases…”.

Lo cierto es que los líderes y combatientes del EI entran y salen de Turquía como si estuvieran en territorio propio. Es evidente que existen acuerdos entre ambos. Prueba de ello es que en medio del desastre causado por el EI en todo tipo de monumento o templo que no acoja su particular visión religiosa, uno solo de ellos se ha salvado de la furia destructiva de la banda terrorista: el santuario de Solimán Schah, el abuelo de Osmán I, fundador del Imperio Otomano. Ha sido tan grande la devastación que el 2 de noviembre pasado la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, instó desde Bagdad a la comunidad internacional “a actuar inmediatamente para proteger el patrimonio cultural iraquí de los `ataques bárbaros´ que ha sufrido desde 2003 y con especial virulencia desde este verano”.

A partir de un acuerdo internacional, tal monumento, aunque se encuentra en territorio sirio, está bajo soberanía turca. El 1° de octubre pasado el EI capturó el mausoleo, detuvo a los 20 militares turcos que los custodiaban, pero no dañaron el edificio. Tal vez tuvieron en cuenta las declaraciones del en ese entonces primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan cuando el 5 de agosto de 2013 dijera que “cualquier acción desfavorable en contra de ese monumento, (…) sería un ataque a nuestro territorio, así como un ataque a la tierra de A
la OTAN”.

(Dedicado a Miguel Guaglianone, hermano y compañero de luchas y de sueños)

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.