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Los aprietos de la coherencia

Columna de opinión por Wilson Tapia
Domingo 23 de noviembre 2014 10:21 hrs.


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Parto por decir que no es un problema local. La izquierda busca caminos en todo el mundo y, con demasiada frecuencia, elige la comodidad y los réditos que da hacer el juego al poder. Claro que también existen aquellos que no olvidan su origen y siguen intentando lograr respuestas que beneficien a los más humildes. Pero tienen que hacerlo soportando el peso de la derrota histórica de los socialismos reales. Una especie de hecatombe que los hace luchar contra los abusos del poder sin tener un sistema alternativo que mostrar.

Hay quienes dicen que hoy es el momento de los movimientos sociales. Que son los llamados a representar más genuinamente a los ciudadanos y a reemplazar a los partidos políticos. Sin duda, tal opinión tiene su origen en lo que ocurre en las calles del mundo.  Pero desconoce algunos elementos que son fundamentales. Hasta ahora, esos movimientos se levantan respondiendo a los llamados de las redes sociales, manifiestan su malestar y luego se apagan cuales fuegos fatuos, hasta la próxima ráfaga que vuelva a encenderlos. Responden a situaciones puntuales.  Carecen de una ideología que muestre caminos claros, que plantee rutas alternativas de solución al sistema vigente. Y en eso está el sector. A ello se deben las tensiones que vive en todo el mundo el área del progresismo, que antaño se llamaba izquierda.

En España, el Podemos amenaza con reemplazar a la Izquierda Unida (IU) y luego es posible que erosione al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Esta última, una fuerza más de centro, de ideología socialdemócrata y que, de algún modo, ha servido de modelo a los acomodos que ha hecho el Partido Socialista de Chile (PS) para intentar liderar a la Concertación y luego a la Nueva Mayoría.

Y aquí entramos en el plano local. No es casual que en esos días se escuchen las voces de algunos de los espolones con que ha contado el socialismo chileno. Es lo que han hecho el ex presidente Ricardo Lagos y el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza. Ambos manifestaron su malestar por las diferencias que se detectan casi a diario dentro de la Nueva Mayoría. Insulza añora los primeros años de la Concertación en que había “un gran ánimo de unidad y creo que ese mismo ánimo de unidad debe predominar hoy en la Nueva Mayoría”, dijo en entrevista al diario El Mercurio. Lagos, por su parte, ha incursionado también en el comportamiento político del gobierno y su postura para impulsar las reformas, cuestionando tal desempeño.

En definitiva, los dos referentes creen que es deseable un comportamiento distinto al observado en estos primeros meses del gobierno de la presidenta Bachelet. Insulza lo hace rememorando esa unidad que era el reflejo de un trabajo que se resume en gobernar en la medida de lo posible; en impulsar la democracia de los acuerdos, que fue lo que hizo la Concertación por veinte años.  Lo que no hay que olvidar es que su paso por el poder no afectó seriamente la estructura política levantada por una dictadura como la del general Pinochet y la derecha chilena.  Lagos, por su parte, apunta hacia el mismo objetivo, pero poniendo el acento en buscar puntos de acuerdo para que el sistema económico siga operando como hasta ahora.

Las definiciones no son fáciles. La Nueva Mayoría reúne a exponentes de tendencias ideológicas diversas. Y es cierto el argumento que esgrime Insulza, al decir que sin la Democracia Cristiana (DC) la Nueva Mayoría no existiría como alternativa política mayoritaria en el país. Sin embargo, no es menos cierto que la salida de la Concertación del poder se debió a que en dos décadas fue incapaz de resolver problemas que pueden resumirse en la inequidad social que hace de Chile uno de los diez países que peor reparten su riqueza en el mundo.

En la Reforma Educacional se ven las diferencias.  Y primero se vieron en la Reforma Tributaria.  Pero los puntos que parecen olvidar tanto Insulza como Lagos es que la Concertación no fue capaz de seguir ejerciendo el poder político, debiendo dar paso a la derecha. Y las reformas que hoy se plantean son aspiraciones que aglutinan a gran parte de los chilenos. Ahora, el problema es si hay disposición en este nuevo conglomerado para dar respuestas a las aspiraciones ciudadanas.  Ello implica, en algunos casos, flexibilizar posiciones ideológicas y alejarse de objetivos económicos grupales para dar paso al interés nacional.

En todo caso, la semana que recién terminó vivimos hechos de gran significación.  La decisión del Ejecutivo de obligar a las Isapre a terminar con la aberrante mirada del embarazo como enfermedad preexistente, es un paso revelador. La primera pegunta que surge es: ¿Por qué no se hizo tal cosa en los veinte años de gobierno de la Concertación? Hoy está claro que dependía de una decisión del Poder Ejecutivo.  Es decir, de aplicar la orientación de quien gobernaba. Algunos no fueron coherentes con los principios que decían defender.

Si los planteamientos de Lagos e Insulza se imponen, el aporte de Chile al panorama del progresismo será tan pobre como lo ha sido en algo más de dos décadas.  Con el agravante de que el esquema democrático nacional continuará resquebrajándose, los movimientos sociales aportarán efervescencia, pero no soluciones, y la coherencia política seguirá en aprietos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.