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Economía y Discurso Político

Columna de opinión por Roberto Meza
Martes 2 de diciembre 2014 13:18 hrs.


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Las señales de las diversas zonas económicas del mundo muestran un panorama divergente. EE.UU. representa “el vaso medio lleno”: en su segunda revisión del PIB del tercer trimestre superó expectativas de los analistas (3,3%), ubicándose en 3,9%, aunque el índice de confianza de los consumidores de noviembre llegó a solo 88,7 puntos, bajo lo esperado. Las decisiones económicas adoptadas por la Fed en los últimos meses –mantener la liquidez y bajas tasas- parecen estar teniendo efectos, aun cuando los recursos parecen circular centralmente en los mercados de capitales y solo tímidamente comenzando a ir hacia la economía real.

La Zona Euro y Asia, a su turno, encarnan “el vaso medio vacío”. Europa con un índice de confianza de los consumidores que, a noviembre, se mantiene en -11,6 puntos, desempleo de 11,5% en octubre y un IPC de noviembre de 0,3%, bajo el 0,4% del mes previo, muestra que los anuncios del Central Europeo parecen no conseguir revitalizar la máquina y varios “grandes” se acercan a zona de recesión y deflación.

En Asia, la producción industrial japonesa de octubre avanzó 0,2%, sobre expectativas que esperaban una baja de 0,6%, al tiempo que el PMI manufacturero de noviembre llegó a 52 puntos, al parecer una primera respuesta a la determinación del Gobierno de atrasar la aplicación de nuevos impuestos al consumo, luego que el PIB cayera 1,9% durante el segundo trimestre y 0,4% en el tercero, una bajada provocada por la subida del IVA que entró en vigor el pasado abril

En China, el PMI manufacturero de noviembre se ubicó en 50,3 puntos, bajo los 50,5 esperados, en medio de críticas a la política de inversiones del PCCh en grandes OO.PP. “ineficientes” (cuyo uso es ínfimo)  la que, de acuerdo a estimaciones de economistas, le han significado al país una pérdida  de unos US$ 6,8 millones de millones en recursos mal asignados.

El cuadro explica por qué los precios del cobre están por bajo US$ 3 -generando preocupación respecto del gasto fiscal 2015-; y que el petróleo se haya derrumbado a sus menores precios en cinco años: la evidencia muestra una economía mundial en ralentí, con EE.UU. como locomotora –aunque con una deuda que supera el 100% de su PIB-, y con Europa, Asia y naciones emergentes afectadas por escasa actividad, baja inversión, alto desempleo.

En dicho marco global, las perspectivas para la economía chilena –altamente dependiente de sus exportaciones- no son, pues, muy auspiciosas para los próximos meses en términos de demanda, aunque la depreciación del peso y la baja del crudo aparecen como “buenas noticias” que alivianarán la carga.  Menos aún, en el contexto de una lucha política que ha exacerbado un lenguaje agresivo, desplegando fuerte emocionalidad sobre el futuro del país, a raíz de las reformas planteadas por el Gobierno.

En efecto, las expectativas forman parte relevante de las conductas económicas; y si los líderes y autoridades avivan la idea que se avecina un desastre, se alientan la “profecía autocumplida”, generando un círculo perverso que se retroalimenta desde la política a la economía y desde la economía a la política. Las palabas crean realidades. Esto, empero, no significa callar ante ideas que lealmente se consideren erróneas. Pero es claro que el trato de las diferencias no ha sido hasta ahora el adecuado. El discurso destemplado, amén de ser ineficaz en política, enerva los climas y no aporta soluciones. Los ciudadanos chilenos no son de “voto fácil” como lo muestran las dos últimas elecciones presidenciales.

Por lo demás, para cualquier gerente de empresa es evidente que el valor de la firma se ve dañado por los conflictos internos; y todos saben que, no obstante los esfuerzos que realice quien tiene la tarea de dirigir la compañía, si sus pares y dirigentes sindicales generan un ambiente de desconfianza y enfrentamiento, aquella tendrá problemas. Y cuando le va mal a la empresa, le va mal a gerentes y trabajadores.

En medio de un entorno internacional difícil, Chile presenta aún una conducta económica dentro de lo previsible, e incluso, variables -como desempleo- hasta sorpresivamente buenas. El país cuenta con las condiciones humanas, financieras y técnicas para enfrentar los desafíos de los próximos meses. Sin embargo, esto requiere de un esfuerzo de convergencia político-económica, así como un de acuerdo público-privado serio y comprometido, que nos permita confluir en una agenda económica que no sólo  mantenga nuestras ventajas, sino que genere otras, de manera de enfrentar con mínimos retrocesos la dura competencia que viene por los mercados de productos y de capitales del mundo. Juguemos a una mejor política, porque con la economía no se juega.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.