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“La visita”: Retrato de costumbres

En 2010 el joven realizador Mauricio López recibió premios y buenos comentarios por su cortometraje “La visita”, cuatro años después el director regresa a la historia de esta joven transexual que debe enfrentar su identidad al contexto conservador de su madre. El resultado es una película notable y necesaria.

Antonella Estévez

  Sábado 20 de diciembre 2014 17:01 hrs. 
la visita

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Con una elegancia y eficacia visual que ya habíamos visto desplegado en el cortometraje “La Santa” (2012) –que tuvo su estreno en el Festival de Cine de Berlín- Mauricio López nos introduce en el denso ambiente de una casa campestre habitada por un matrimonio en conflicto, tres niños, una anciana enloquecida y dos empleadas. La mayor de esas empleadas, que lleva muchos años trabajando para esta familia, acaba de perder a su marido y al funeral llega su hijo Felipe, ahora transformado en Elena.

Es en el ambiente y en el silencio en donde radica la eficacia de esta película. La transexualidad no es un tema del que la sociedad chilena hable. Parte de nuestra idiosincrasia se manifiesta en la incapacidad que tenemos de verbalizar y enfrentar aquellas cosas que nos complican y que no sabemos manejar, y esa dinámica del silencio está muy bien trabajada en este filme. La llegada de esta visita al mismo tiempo que choca y confunde, genera mucha curiosidad. Pero el tema, aun siendo tan evidente y relevante, no se toca.

El ejercicio es potente y está bien armado. Hay un esfuerzo en quitarle espectacularidad y morbo a la sexualidad de la protagonista- interpretada por la muy eficiente actriz transexual Daniela Vega-, al mismo tiempo que es el centro del conflicto. La cámara que observa respetuosa y delicada permite acercarse a los personajes y descubrir su interioridad sin necesidad de explicitarlo todo, en una dinámica muy coherente, tanto con el tono como con el argumento del filme.

Aunque hay algunos elementos que no lucen lo suficiente – como la gran Carmen Barros a la que sólo vemos en un par de escenas-  “La visita” logra un delicado equilibrio al presentar la disfuncional mecánica de esta familia. Uno de los recursos que utiliza para ello es identificar al espectador con la mirada del hijo menor, que observa silencioso los movimientos al interior de la casona y ve más allá de lo que los adultos quisieran.

El buen cine nos permite ver más allá de nuestra realidad, nos puede llevar a preguntarnos por el otro, su realidad y sus razones. Hay en “La visita” una interesante invitación a mirarnos y a reflexionar sobre como construimos lazos. Y esa reflexión va más allá de la explicitación del prejuicio ya que nos enfrenta a una pregunta que desafía nuestra capacidad no sólo de tolerar, sino de aceptar, respetar y valorar al otro desde lo que es, y no desde lo que se le ha impuesto.

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