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Análisis económico:

La Crisis de Rusia

Arrastrar la crisis rusa a niveles más profundos podría, empero, tener efectos relevantes en Europa. Desde luego, una eventual cesación de pagos de Moscú a sus acreedores –en especial Alemania- podría implicar fuerte impacto en todo el Eurogrupo, al golpear sobre bancos de la locomotora germana y en las ventas de miles de empresas que le venden sus productos. No debería olvidarse que Alemania, además, ha ido disminuyendo su ritmo de crecimiento, acercándose al cuasi recesivo andar del resto de la zona.

Roberto Meza

  Lunes 22 de diciembre 2014 11:37 hrs. 
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Luego de varias semanas de señales con sordina, las autoridades rusas terminaron por sincerar la situación económica del país, admitiendo que se encontraba en una crisis de la cual, según su propio presidente, Vladimir Putin, saldría en unos dos años.

La declaración se produjo al tiempo que el Banco Central ruso subía la tasa de interés a un 17% para evitar la salida de capitales -que se eleva a US$ 128 mil millones en 2014- mientras que la moneda nacional, el rublo, terminaba por depreciarse en más de 50% frente al dólar y la inflación llegaba al 9% anual, deteriorando aún más los ingresos de los sufridos habitantes de la república líder de la ex URSS.

Hasta la semana pasada, el emisor ruso había gastado alrededor US$ 88 mil millones para defender su moneda, es decir, más del 20% de sus reservas en dólares que alcanzarían a los US$ 400 mil millones y en descenso, debido al persistente déficit comercial que supera US$ 200 mil millones, así como el advenimiento de plazos de pago de obligaciones de créditos internacionales por US$ 100 mil millones en 2015.

Considerando que el principal respaldo económico de Rusia ha sido el petróleo y el gas, productos con los cuales asegura confianzas mundiales en la cancelación de sus créditos, y que, por razones de mercado, como por cuestiones geopolíticas, ambos bienes energéticos han caído a casi la mitad de su valor en las últimas semanas, Moscú enfrenta una situación compleja en 2015, que pondrá a prueba la capacidad de control político de su actual nomenclatura.

En efecto, aún con el pago de intereses de 17% por los capitales, no parece posible que una cantidad suficiente de recursos extranjeros –ni siquiera de países que estaban bajo su influencia y que hoy apuestan a Occidente- fluya hacia esa economía, tanto por razones culturales, como debido a las sanciones que Europa y EE.UU. dispusieron en contra de Moscú, tras su intervención en Ucrania. Más bien el alza de tasas parece buscar evitar que los ahorrantes nacionales se salgan del rublo y se vayan al euro o al dólar para salir del país, tal como lo han estado haciendo empresas como Apple y firmas de automóviles. Por lo demás, con una inflación del 9% o 10%, el 17% es un incentivo que, en términos reales, si bien no es despreciable, tampoco implica un cambio cualitativo de su actual situación.

Con un precio del petróleo –su principal exportación- a 50% del valor de hace un par de meses, capitales internacionales en fuga, cumplimiento de plazos de pago de deudas, alta inflación, fuerte déficit comercial y mantención de las sanciones europeas y norteamericanas por su intervención en Ucrania, Rusia no parece tener más a quien recurrir que a China, que se encuentra en proceso de ralentización de su economía y no tiene incentivos reales para ayudar a Moscú. Las empresas privadas, a su turno, quedan dependientes del Banco Central para acceder a los dólares, pues el resto de las fuentes de financiamiento están cerradas.

Arrastrar la crisis rusa a niveles más profundos podría, empero, tener efectos relevantes en Europa. Desde luego, una eventual cesación de pagos de Moscú a sus acreedores –en especial Alemania- podría implicar fuerte impacto en todo el Eurogrupo, al golpear sobre bancos de la locomotora germana y en las ventas de miles de empresas que le venden sus productos. No debería olvidarse que Alemania, además, ha ido disminuyendo su ritmo de crecimiento, acercándose al cuasi recesivo andar del resto de la zona. De allí que recientemente, el propio Estados Unidos –muy probablemente a petición de Berlín- ha comenzado a relativizar las sanciones a Moscú, pues una Europa en deflación y recesión afecta también no solo a EE.UU. sino a la recuperación de la actividad en todo el mundo.

Por lo demás, la guerra de precios en la que está enfrentado EE.UU. y la OPEP, y en especial Arabia Saudita, que se ha negado a reducir su producción de crudo para disminuir una oferta ampliada por el fracking norteamericano y así aumentar los valores del petróleo, tiene visos de ser larga, pues para EE.UU. esta ventaja tecnológica explica parte de su actual recuperación, mientras que para Arabia Saudi, es una lucha por mantener sus mercados y derrotar a su competencia regional, asegurando su posición de poder.

De ser así, Rusia pasará por un período de tensiones políticas, económicas y sociales que pondrán a prueba su capacidad como potencia regional y mundial emergente, así como sus relaciones con China, que tienen una larga historia de desencuentros. En América latina, en tanto, naciones como Venezuela, Ecuador y Bolivia enfrentarán situaciones similares, hecho que nos vuelve a evidenciar los peligros de la mono-producción y que, en el caso de Chile, viviremos con el precio del cobre.

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