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Año XVI, 19 de abril de 2024


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La falsa retórica de la libertad de elegir

Columna de opinión por Mónica Salinero
Lunes 19 de enero 2015 10:52 hrs.


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El individualismo en Chile es tan grande que la elección individual se entiende como la base de la idea general de libertad, como si toda acción egoísta estuviese amparada por la libertad de elegir.

Si no cómo entender la insistencia en el esfuerzo personal de padres para que sus hijos e hijas accedan a colegios particulares subvencionados, de tal forma que este esfuerzo debe ser premiado por el Estado. Y tan sobrevalorado está este esfuerzo individual dirigido a ejercer la libertad de elegir que los recursos que todos y todas generamos, ricos y pobres, viejos, adultos, niñas y niños, deben usarse para premiar este esfuerzo y debe  premiarse en forma de subvención a los colegios elegidos. El correlato de este premio a los padres que se esfuerzan por elegir, en una sociedad cuyo Estado dispone de recursos limitados para la educación, es una merma al presupuesto de educación dirigido a las personas de bajos recursos que supuestamente no han realizado este esfuerzo. Pero en realidad no es a cualquier persona de bajos recursos, sino que se trata de niñas y niños, adolescentes que también deberían ser protegidos en el ejercicio a su derecho a elegir (elegir su futuro), pero a los cuales se les es negado desde antes siquiera acceder a la escuela, ya que no tienen opción en cuanto a su educación: será la educación que da el Estado con los pocos recursos que le quedan para distribuir entre la gran mayoría de los niños y niñas, adolescentes, que se educan en Chile. La libertad de elegir de los padres se antepone a la libertad de los niños y niñas de elegir un mejor futuro.

Es así como la educación pública sufre las consecuencias negativas de esta distribución de recursos que en su base premia a los hijos e hijas de quienes “se esfuerzan por elegir” y castiga a los de quienes “no realizan ningún esfuerzo por elegir”. Entonces, cabe preguntarse ¿es justo que los niños y las niñas sean premiados y/o castigados por el Estado según el comportamiento de sus padres? ¿No es acaso un individualismo voraz sostener que el derecho a elegir de los adultos está por sobre el derecho de los niños y niñas a educarse y a elegir, cuando llegue el momento, su profesión u ocupación y desarrollarse según sus méritos? ¿Realmente todos y todas estamos de acuerdo en que la educación se trata fundamentalmente del problema del esfuerzo y elección de padres y madres? ¿Dónde queda la educación como una herramienta de los educandos para elegir su futuro ocupacional y profesional? ¿Dónde está la inversión de recursos estatales en miras a construir una sociedad más justa e igualitaria? ¿Dónde está la redistribución de recursos que permita aprovechar todos los talentos que se distribuyen de forma similar en todas las clases sociales? ¿Sabemos los talentos, genios y genias que estamos desperdiciando como sociedad por premiar el individualismo? ¿Realmente sabemos la sociedad que estamos construyendo y las consecuencias perversas de este sistema educacional discriminador? La conclusión que se puede desprender es que como sociedad estamos generando un fondo para la educación subvencionada de unos pocos niños y niñas a través del dinero destinado a las subvenciones con los recursos de todos y todas, a costa de los fondos de la educación para otros niños y niñas, los menos favorecidos en cuanto a recursos de su entorno familiar, quienes no podrán elegir sobre su futuro.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.