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Tiempos difíciles para el elogio

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Domingo 15 de marzo 2015 15:38 hrs.


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Son tiempos difíciles para recibir premios…aunque continuamente me quejo que en Chile no seamos buenos para entregarlos. Me avergüenza ver cómo hombres y mujeres de gran valía se van a la tumba sin haber sido oportunamente valorados en forma pública…le llamamos el pago de Chile.

Pareciera estar en nuestro ADN nacional eso de ser tacaños a la hora de reconocer en otros la excepcionalidad, el talento o, simplemente, el esfuerzo.

Por esto es que admiro de los argentinos esa grandilocuencia para referirse a esas figuras que elevan hasta el endiosamiento. Me llama la atención que ese pueblo que desde este lado de Los Andes nos parece tan  autosuficiente, no duda en elogiar hasta el éxtasis a otros connacionales que llama ídolos. Los argentinos han creado un lenguaje propio para el panegírico de tanto que lo ejercitan: sos grande, divino, bárbaro, buenísimo, sos dios.

Los chilenos en cambio, somos cautos a la hora de los halagos y los reconocimientos. Si vamos a hablar bien de alguien, lo hacemos de manera condicional, porque no ponemos las manos al fuego por nadie, y entonces, quien resulta ser excelente, le circunscribimos su excepcionalidad al ámbito del trabajo o al personal…pero no más que eso. Escasamente vemos a una persona integralmente genial. No se vaya a creer que se está pagando un favor con el dispendio de loas… No es raro por esto que en nuestra habla coloquial se hayan desarrollado una serie de adjetivos y sustantivos para aquellos que se salen de la norma que dictamina la escasez de adulaciones. Esas personas son llamadas espinitas, pateros, chupamedias, babosos.

Para nosotros, los chilenos, lo aceptable, lo que está bien, lo que no molesta son aquellos que no exageran respecto de las virtudes de otro, los templados, los ponderados, los secos, incluso.

Si somos avaros con las palabras,  no es raro que el premio no sea parte de nuestra cultura.

El premio es una decisión complicada, puesto que implica un consenso, una deliberación, un gesto de exaltación en el país de la mesura. Supone el premio la aceptación de que el elegido no despierta dudas ni vacilaciones, algo tremendamente difícil en el territorio donde reina la desconfianza.

Ni los colegios profesionales, que son los llamados a observar el trabajo entre pares han podido hacer del reconocimiento parte de nuestra cultura. Los premios más importantes de las diferentes disciplinas los entrega del Estado, que viene a ser esa figura que está sobre el bien y el mal, que puede decidir dentro de todos sus hijos cuáles son los más dilectos.

Pero como estamos en Chile, hasta el Estado es cicatero.

De ahí que los poetas tengan que estar turnándose con los narradores cada dos años para ser reconocidos con el Premio Nacional de Literatura, de modo que a la postre, se premia a un poeta cada cuatro años…premio que los ensayistas apenas rozan. Para qué decir de los dramaturgos, que a pesar de ser escritores “se les hace” un lugar en el Premio de las Artes de la Representación, juntos a los actores y directores teatrales. El de Ciencias Exactas es una ruleta, allí están los astrónomos, los que hacen matemáticas exactas, ingenieros de un cuantohay…

Un Estado muy egoísta que no fomenta la cultura del premio como aliciente durante la vida productiva sino que como una suerte de jubilación por una vida de sacrificio a la que solo unos pocos pueden aspirar.

Por esto es que recibir este premio N’Aitun es un privilegio que me honra y me obliga a reflexionar.

La Corporación Cultural de Artistas Pro Ecología ha hecho lo que pocos colectivos en nuestro país, como es a través de un premio llamar la atención de la sociedad chilena sobre el trabajo que desarrollan hombres y mujeres, chilenos y extranjeros en diversos ámbitos.

El premio N’Aitun desde hace 20 años le ha dado la posibilidad a la sociedad chilena de detenerse y fijar la mirada aunque sea unos breves minutos en el trabajo y compromiso de hombres y a mujeres excepcionales.

La lista de los galardonados no puede sino que hacerme sentir orgullosa y agradecida por el hecho de formar parte de esa nómina en la que están mujeres y hombres que admiro, que me han inspirado en mi quehacer, que me han alentado a no decaer ante tanto obstáculo por hacer lo que me apasiona, como es el periodismo. Pero también siento pudor, porque recuerdo a tantas y tantos periodistas, grandes periodistas, cuyo trabajo ha sido prácticamente olvidado.

Resulta difícil resumir el compromiso de 13 años en Vuelan las Plumas en Radio Universidad de Chile. Lo que nació como un programa radial es hoy una plataforma virtual, un contenedor que comparte de manera libre con otros medios de comunicación su trabajo cuya vocación ya no es la cultura chilena solamente, sino que la latinoamericana. Todas las entrevistas que realizadas para la televisión educativa, la radio, que han salido en mis libros o publicado en el Diario Electrónico de la Universidad de Chile u otros, quedaron a disposición de otras radios, canales de televisión y sitios webs para que dispongan de ellos de manera libre, sí como el N’Aitum, cuya acepción en mapudungún es Dejar libre, liberé todo mi trabajo para que se aproveche y llegue a amplias audiencias.

Hoy son 16 medios de comunicación los que son parte de la red de Vuelan las Plumas, entre los que se cuentan medios chilenos y extranjeros.

¿Merece este esfuerzo un premio?

Sí, en tanto permita darle visibilidad a este proyecto para que muchos más medios de comunicación prefieran compartir con sus audiencias el trabajo de escritores, artistas, intelectuales y científicos, antes que convertirse en meros tocadiscos o cajas de conversación casual.

Pero en el país de los escasos homenajes, recibo este premio N’Aitun como una alerta.

No son tiempos fáciles para hacer periodismo, para ejercer un periodismo comprometido con la libertad de expresión y valores esenciales que impliquen el respeto por los derecho humanos y a nuestro planeta. El ejercicio del periodismo en Chile se ha convertido en la oportunidad para que el hijo de la Presidenta considere estúpida a una colega que lo inquiere. Los medios de comunicación han sido adquiridos por millonarios no por un compromiso con la libertad de prensa son que como una manera de acallar las críticas que surgen a un modelo económico que los sigue haciendo cada vez más ricos que dispara la brecha entre ellos y los pobres.

Hace unos días atrás, el escritor e intelectual mexicano Fernando del Paso, recibía el Premio que lleva el nombre de quien fuera su gran amigo, el poeta José Emilio Pacheco. Entonces, dijo:

Acepto el premio que tiene tu nombre, porque sé que se me da de buena fe, no sin antes subrayar que lo más importante en la vida no es recibir galardones –aunque se merezcan- sino denunciar las injusticias que nos rodean.

Quiero decirte que a los casi ochenta años de edad me da pena aprender los nombres de los pueblos mexicanos que nunca aprendí en la escuela y que hoy me sé sólo cuando en ellos ocurre una tremenda injusticia; sólo cuando en ellos corre la sangre: Chenalhó, Ayotzinapa, Tlatlaya, Petaquillas…. ¡Qué pena, sí, qué vergüenza que sólo aprendamos su nombre cuando pasan a nuestra historia como pueblos bañados por la tragedia!

Pueblos que en Chile se traducen en Freirina, Caimanes, Río Cruces o Puerto Choque…

¡Qué pena también, que aprendamos cuando estamos viejos que los rarámuris o los triques mazatecas, son los nombres de pueblos mexicanos que nunca nos habían contado, y que sólo conocimos por la vez primera cuando fueron víctimas de un abuso o de un despojo por parte de compañías extranjeras o por parte de nuestras propias autoridades!

¡Ay, José Emilio!: ¿Qué hemos hecho de nuestra patria impecable y diamantina. Insisto José Emilio: no me preguntes cómo pasa el tiempo. Lo que te puedo y quiero decir ahora es que estoy viejo y enfermo, pero no he perdido la lucidez: sé quién soy, quién fuiste y sé lo que estoy haciendo y lo que estoy diciendo. Lo único que no sé es en qué país estoy viviendo. Pero conozco el olor de la corrupción; dime José Emilio: ¿A qué horas, cuándo, permitimos que México se corrompiera hasta los huesos? ¿A qué hora nuestro país se deshizo en nuestras manos para ser víctima del crimen organizado, el narcotráfico y la violencia?

Te hablo José Emilio, desde luego en español, la lengua que nos fue impuesta a sangre y fuego por los conquistadores, y que ahora es tan tuya y mía, como lo es de cualquier habitante de España misma, pero creo que también es una vergüenza que tengamos que vivir muchos años para enterarnos de la existencia de más de sesenta lenguas en nuestro territorio, por ejemplo el wixárica o kickapoo, cada vez que el grupo indígena que habla una de esas lenguas, sea víctima de un despojo, de un ultraje a la sacralidad de su territorio, o cuando el río o los ríos que lo sustentan se vean contaminados por una empresa minera o por la irresponsabilidad de las autoridades, o por la fracturación salvaje en busca de petróleo o gas shale que amenaza con consumir millones de litros de sus reservas acuáticas.

El amargo lamento de Fernando del Paso nos traspasa su dolor y nos hace condolernos en nuestra propia corrupción, en nuestra propia economía salvajemente descentralizada, en el ultraje de las tierras de nuestros pueblos originarios y en el ecocidio que significan tantos proyectos que persiguen el ansiado desarrollo.

Porque son tiempos difíciles para recibir premios.

Muchas gracias por este premio N’Aitum. Mi deseo es que sigan premiando  la libertad de quienes luchamos por un mundo mejor.

Fentren mañum tüfachi ci Naitun mu . Ayün tami eluafiel tüfachi chem kom pu che weychalelu nieal doy küme wallmapu

(*) Discurso pronunciado el sábado 14 de marzo en la Casa-Museo Isla Negra.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.