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Análisis medioambiental:

El severo rostro del cambio climático

Estos eventos climáticos extremos, como el ocurrido recientemente en el norte de Chile volverán a repetirse, de manera que la reconstrucción del norte tiene que reconsiderar donde ubicar nuevamente esos poblados y comenzar a usar techumbres resistentes a la lluvia. Por otro lado el desarrollo tiene que ser sustentable. No es correcto que la sociedad entera sufra las consecuencias y termine pagando por una actividad industrial fuera de control como la minería, la forestal o la industria del petróleo.

Cristián Fierro

  Martes 31 de marzo 2015 10:31 hrs. 
Catástrofe

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Pareciera que el fenómeno del cambio climático decididamente llegó a Chile para mostrar su verdadero rostro. Evidentemente la ocurrencia de este fenómeno global ya no debería despertarnos la menor duda, sobre todo cuando compatriotas nuestros mueren y sufren en carne propia este castigo de la naturaleza.

A muchos académicos de distintas universidades e institutos, a veces les resulta difícil explicar en términos sencillos lo que hacen; tienen cierta reticencia por exponer de una manera fácil lo que investigan. Y desgraciadamente somos los ciudadanos los que quedamos desinformados y no logramos captar la importancia de ciertos desarrollos que nos pueden afectar tremendamente. La ciencia del cambio climático es uno de ellos, y se complica todavía más por los distintos intereses económicos involucrados que chocan y aniquilan. Todo se complica todavía más cuando algunos académicos, que deberían aportar un juicio objetivo sobre la situación, no lo hacen ya que trabajan como consultores para la industria minera, pesquera o forestal.

El fenómeno del cambio climático inicialmente se lo llamó “calentamiento global,” para identificarlo así con sus causas, las raíces del fenómeno. Este consiste en que el CO2 generado por la actividad humana, produce un efecto invernadero sobre el planeta, de manera que las temperaturas de este suben. Desgraciadamente, el “calentamiento global” asocia el fenómeno solamente con la temperatura, y eso ha permitido que los no “creyentes” (como si esta área de la ciencia se tratara de una religión), puedan ridiculizar este fenómeno y a los que la estudian, y se rían cuando se produce una nevazón como la ocurrida recientemente en Washington. Ahí un senador Republicano muy ignorante, Jim Inhofe (¡sí, eso también ocurre ahí!), riéndose del “calentamiento global,” le empezó a tirar bolos de nieve a sus colegas del senado preguntándoles por el famoso “calentamiento.” Por eso se hace más apropiado usar un término que identifica el “calentamiento global” con sus efectos más directos y devastadores, como son el clima extremo que genera, y que va desde sequías tremendas a lluvias torrenciales y de frecuencia inusitada. A grandes rasgos, esos son los efectos que predicen los especialistas del cambio climático.

El cambio climático tiene también efectos más graduales como son la subida del nivel del mar debido a los deshielos. Las islas Maldivas, por ejemplo, situadas en el océano Indico, con una elevación de tan solo un metro sobre el nivel del mar, están condenadas a desaparecer. En este momento en el sur de Florida, en Estados Unidos, ya se convive con las inundaciones frecuentes. Incluso en lugares como en Dania Beach, al norte de Miami, no se puede obtener aguas subterráneas por la contaminación del mar. Esta hay que comprarla o tener pozos muy profundos.

Para los que no vivimos en el norte de Chile, la televisión, los periódicos y las radioemisoras nos han mostrado los devastadores efectos de una tormenta que ha aniquilado ciudades y poblados. Hace pocos días y en pocas horas, cayó el agua que debería haber caído en más de un año. Y en las cumbres y cerros, en lugar de caer nieve, por las temperaturas más altas que ahora se presentan, cayó nada más que agua, aumentando así los torrentes de lodo y desperdicios. Como desde hace años se ha venido soportando una sequía prolongada en esa área, los poblados construidos en los antiguos lechos de los ríos ahora han quedado completamente desbastados por el flujo del agua y los aludes.

Un poco más al sur, y como ya ha ocurrido en Europa, California y tantos otros lugares del planeta, la sequía y las altas temperaturas transforman un pequeño incendio en un desastre natural incontrolable, con terribles consecuencias para esa flora y fauna que orgullosamente mostramos, pero que protegemos de manera tan casual; triste suerte la de las araucarias. En Rusia, en el año 2012, por ejemplo, se quemaron más de 13 millones de hectáreas en uno de los incendios más grandes de sus últimos 100 años.

Recientemente en Estados Unidos, durante este último invierno, nuevamente se han producido unos fríos polares extremos debido a que el “jet stream”, proveniente del polo norte, está cambiando; es decir esa masa de aire frío que viene del polo norte se mueve menos y ha penetrado lugares ubicados más al sur, hacia zonas que antes casi no tocaba. Una teoría recientemente anunciada dice que este cambio en el “jet stream” se debe a la menor diferencia en la temperaturas que existen entre el trópico y el polo norte. ¿Está verificada esa teoría? Probablemente no, porque está solo recientemente formulada. Y es aquí donde es bueno introducir una analogía, es decir asociar este problema, el de una tierra enferma y los científicos del clima que la estudian, a nosotros, nuestro organismo cuando enferma y los médicos que entonces consultamos. La medicina es una ciencia donde diferentes teorías evolucionan y se perfeccionan a medida que progresa. Sin embargo, no por eso tratamos a los médicos de ignorantes ni tampoco dejamos de ir a sus consultas… y la gran mayoría de las veces les “creemos”, somos sus “creyentes”. Tormentas han existido siempre, por eso tampoco se puede asociar, con un cien por ciento de certeza, una tormenta desastrosa y puntual al cambio climático. Lo que sí podemos aseverar es que, dada la frecuencia y la energía que descarga, que probablemente sí está relacionada con el cambio climático, como ha ocurrido ahora en Chile. Con las enfermedades nos ocurre algo parecido. Cuando uno fuma, lo más probable es que ese cáncer al pulmón que se nos pudiera diagnosticar se relaciona efectivamente con el cigarrillo, pero no lo podemos asegurar con una certeza irrefutable. Existen muchos fumadores que están sanos, y también existen enfermos de cáncer al pulmón que nunca fumaron. Sin embargo, no por eso proclamamos que los médicos son unos charlatanes y los dejamos de consultar. Al menos ellos aseguran que estadísticamente el cáncer al pulmón está asociado con el cigarrillo. Y la mayoría ya les “cree”. Lo triste es que si ahora todos se transformaran en “creyentes” y trataran de emitir menos CO2, eso ayudaría mucho para prevenir futuras calamidades peores, pero el daño grande ya está consumado y para todos los efectos prácticos es irreversible; desde ahora no tenemos más remedio que adaptarnos. En todo caso sigue siendo muy importante conservar energía; incentivar el uso de energías alternativas debería ser una prioridad.

Estos eventos climáticos extremos, como el ocurrido recientemente en el norte de Chile volverán a repetirse, de manera que la reconstrucción del norte tiene que reconsiderar donde ubicar nuevamente esos poblados y comenzar a usar techumbres resistentes a la lluvia. Por otro lado el desarrollo tiene que ser sustentable. No es correcto que la sociedad entera sufra las consecuencias y termine pagando por una actividad industrial fuera de control como la minería, la forestal o la industria del petróleo. En Chile ahora serán muchos los que pagarán con su salud la contaminación del medio ambiente por la actividad minera, donde las inundaciones han arrasado acumulaciones de desechos químicos esparciéndolos sobre los poblados. Estos desastres deberían estar asumidos en los costos de las distintas industrias y no financiados por la comunidad.

Las Fuerzas Armadas se ganarían el aplauso generalizado y la aprobación unánime de la ciudadanía si incluyeran la guerra contra el cambio climático como un tema prioritario de Seguridad Nacional. Lo ocurrido en el norte de Chile ha sido incluso peor que un bombardeo de una nación enemiga. Ha dañado nuestro territorio, destruido poblados y ha matado a civiles sin distinción de edad, sexo o procedencia.

La Fuerza Aérea podría dejar de comprar tan solo un avión F-16 para adquirir al menos un avión-cisterna Super Evergreen 947 que puede llevar más de 77 mil litros de agua mezclados con retardante de llama para combatir incendios forestales. Sería una tremenda ayuda.

Asimismo, la Marina podría comprar embarcaciones para combatir los derrames de petróleo. Estos son cada día más recurrentes y los principales perjudicados son el océano con su vida marina, la industria pesquera y el turismo. Estas son medidas que se podrían implementar ahora mismo y le darían una lección a la sociedad civil que ha demostrado tanta inacción y falta de interés por la protección del territorio nacional. Con una acción como esa, las Fuerzas Armadas se darían así un fuerte abrazo con la sociedad civil.

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