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El golpe bajo de Ricardo Lagos

Columna de opinión por Antonia García C.
Martes 14 de abril 2015 12:17 hrs.


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El ex Presidente Ricardo Lagos se reunió con las esposas de los disidentes venezolanos, Leopoldo López y Antonio Ledezma. En ese marco, tuvo las siguientes palabras: “Es obligación de todos los demócratas de América del Sur tener claridad de los que está ocurriendo. Entendemos los planteamientos que hace el presidente Maduro, pero es indispensable una solución política”.

Y luego: “Hay más de 80 presos políticos, creo que debe pedirse que la Cruz Roja sea aceptada por el gobierno de Maduro para visitar las cárceles y ver las condiciones en que están los detenidos… No sé si digo una impertinencia, pero Pinochet aceptó en su momento que la Cruz Roja viniera a Chile…”

Ricardo Lagos debe saber si se trata o no de una impertinencia. No puede no saberlo. No puede no conocer el valor que tiene cada palabra que se pronuncia en el espacio público, con toda la fuerza simbólica que otorga, además, el hecho de ser un ex Presidente de la República. ¿Qué está diciendo Ricardo Lagos? ¿Que “hasta” Pinochet tuvo un gesto “humanista” y/o “democrático”?

Don Ricardo Lagos: la dictadura de Pinochet hirió de muerte a este país, lo hirió sin duda en la negación del derecho a quienes fueron perseguidos por motivos políticos, lo hirió al torturar, al ejecutar, al hacer desaparecer. Pero también lo hirió al introducir, fomentar, construir un modelo de sociedad que excluye día a día a enormes sectores de nuestra sociedad. Ese modelo de sociedad condena. Ese modelo de sociedad mata. Ese modelo de sociedad hace desaparecer: vuelve invisibles, como si no tuvieran el más mínimo valor, a enormes sectores de nuestra población, porque está fundado en la desigualdad, en la exclusión. Esa es la lógica del sistema neoliberal que pone a resguardo a unos pocos, excluye a muchos y condena a los otros a ser los nuevos sobrevivientes de una lucha impiadosa por el sustento diario. Este sistema, que la dictadura nos legó, la Concertación –hoy Nueva Mayoría– lo consolidó. ¿Entonces, qué? Si ser demócrata significa meramente “dejar hacer”, entonces la palabra demócrata debe ser repensada, interrogada, cuestionada. Porque no nos pone a salvo: no nos libera de la inequidad.

Don Ricardo Lagos: ¿usted está comparando el Presidente Maduro al Dictador Pinochet? Sin duda, usted, como cualquier ciudadano chileno tiene derecho a decir lo que le parezca y yo –como cualquier ciudadana– puedo esperar que usted, en su calidad de ex mandatario, ubique las experiencias políticas en su debido contexto. Sin ser especialista de estos temas, creo entender que Venezuela, de la mano del ex Presidente Hugo Chávez y hoy del Presidente Maduro, está llevando a cabo una lucha que en nuestro país parece haber muerto junto con la Unidad Popular.

¿Quién lucha hoy en Chile por la construcción de un país más justo, más solidario, por un país capaz de ponerle un término a todos los abusos de las oligarquías dominantes? (No me refiero, desde luego, a los esfuerzos aislados que algunos valientes siguen llevando a cabo sino a las fuerzas reales, activas en este momento y capaces de influir en los escenarios políticos). Es cierto: los países que enfrentan a las clases dominantes tienen problemas. Los tiene Venezuela. Los tiene Argentina desde donde escribo. Pero éstos y otros países que viven hoy situaciones de gran confrontación, tienen los conflictos que se merecen: los conflictos que sus políticas han engendrado. Políticas que han venido a decir: basta. Basta de abuso. Basta de construir países para unos pocos. Basta de enriquecerse a costa de la miseria y del sufrimiento de los más. Sin duda esto no da derecho a actuar de cualquier manera. Pero todo debate sobre derechos humanos en Venezuela debería ser abordado con la conciencia aguda del conflicto que se está dando. Porque los derechos humanos son de todos. También son de las masas excluidas de Venezuela, que nunca generaron una palabra de aliento o de indignación por parte de nuestros gobernantes.

Don Ricardo Lagos: cuando se habla en público, cuando se tiene una tribuna, cuando se cuenta también con ese beneficio de atención que otorga el rango de ex Presidente de la República, todas las palabras cuentan. Hay que intentar hacerse responsable de ellas. Que usted lo cite a Augusto Pinochet para desarrollar un argumento supuestamente democrático y respetuoso del derecho es algo más que una impertinencia. Es una vergüenza. Es un golpe bajo. Es no haber entendido la propia historia. Es, en el contexto en que fueron pronunciadas sus palabras, restarse a la lucha que hoy se está dando en nuestro continente. Usted está en su derecho: puede restarse, puede criticar, tener una visión distinta y opinar en consecuencia. Pero es indigno de su parte recurrir a Pinochet para atacar y estigmatizar, una vez más, a hombres y mujeres en lucha. En lucha por la reconquista de la soberanía y del principio mismo de igualdad para todos. Especialmente para los excluidos de siempre. Esos mismos que nuestra sociedad tan democrática relega y condena.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.