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Matías Lira, director de “El bosque de Karadima”: “La parroquia era una secta”

El realizador habló en el programa Radiópolis de Radio Universidad de Chile sobre el largometraje que se estrena este jueves: anunció una serie de televisión basada en la misma historia, recordó las dificultades que debió sortear el rodaje y señaló que "eran los mismos sacerdotes los que me ayudaban a hacer la película".

Rodrigo Alarcón

  Jueves 23 de abril 2015 8:36 hrs. 
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Este jueves se estrena El bosque de Karadima, segundo largometraje del director Matías Lira (Drama), basado en los abusos cometidos por el sacerdote Fernando Karadima en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de Providencia.

La cinta, protagonizada por Luis Gnecco, Benjamín Vicuña e Ingrid Isensee, comenzó a gestarse luego que James Hamilton, una de las víctimas, entregara su testimonio en el programa Tolerancia 0 de Chilevisión.

“Fui uno más de los que quedó en shock con lo que vi en televisión. Había escuchado hablar de la Iglesia El Bosque, que había prácticamente un santo ahí, pero lo que más me impactó y me dio fuerzas para hacer la película fue cuando me llegaron los expedientes civiles, penales y eclesiásticos”, explicó Matías Lira en el programa Radiópolis de Radio Universidad de Chile.

“Fue muy fuerte darse cuenta que había más víctimas, más abusadores y más cómplices. La gente solo estaba conociendo la punta del iceberg de lo que estaba realmente pasando en ese lugar”, añadió.

Según el realizador, “en el proceso de investigación me fui dando cuenta que la parroquia era una secta. Por ejemplo, cuando los niños tenían que confesarse, a veces los hacían esperar hasta cuatro horas. ¿Te imaginas la vulnerabilidad de esa persona al momento de la confesión? Esas son técnicas sectarias. Había también un constante alejamiento de las familias, se decía que la familia podía ensuciar el camino a la santidad, o sea, bloqueaban el único punto de contención que podían tener ante un problema. A eso hay que sumar todo el abuso y la manipulación sicológica: yo conozco tus confesiones, si te vas de aquí vas a tener problemas, cosas de ese tipo. De esa forma fui entendiendo la película y sentí que podía entregar algo que tuviera sentido.

Thomas, el personaje que interpreta Benjamín Vicuña, es como un símbolo. ¿Por qué tomaste esa opción?

Lamentablemente, el cine tiene un minutaje restringido. Al haber tantas víctimas, muchas de las cuales no han hablado porque en la justicia civil los casos prescriben y no pueden hacer nada, hice una fusión de muchas en un solo personaje, para que la película tuviera un arco dramático concentrado en un solo personaje. Si no, hubiera tenido demasiadas aristas y hubiera sido complejo.

Has dicho que no es una película sobre la Iglesia en general, sino sobre un grupo en particular y que incluso hay sacerdotes que te apoyaron.

El otro día, en una entrevista, el obispo auxiliar de Santiago habló de esto y dijo que yo le estaba haciendo daño a la Iglesia, pero yo lo he repetido hasta el cansancio. Esa ceguera, esa incapacidad de escuchar de la curia, me llama mucho la atención. Tampoco concuerdo cuando dice que Karadima fue juzgado. Tampoco ha pedido perdón.

1-EL-BOSQUE-DE-KARADIMA

Una de las dudas que tenía era que, emocionalmente, me fregaba atacar a la Iglesia, porque yo vengo de una formación católica. A mí me ayudó mucho el padre Gerardo Whelan, el de Machuca, a encontrar en algún grado mi vocación. Con el tiempo me fui dando cuenta de que eran los mismos sacerdotes los que me ayudaban a hacer una película como esta, para especificar quiénes son las personas que están haciendo daño. En la práctica, hoy todos los sacerdotes son malos, pero eso no es así. El 99,9 por ciento de los sacerdotes, los de parroquia, los que hacen la pega diaria, lo hacen muy bien y dan ese confort, ese poder de consuelo que tiene la Iglesia y que es tan necesario. Ahora tengo claridad y sé que es un grupo pequeño de poder, que es la curia o el Arzobispado de Santiago. El mismo Papa Francisco lo ha dicho, que la curia es compleja, incluso a nivel internacional.

¿Ha habido alguna presión al estrenar la película?

No. Ha habido gallos locos que te enfrentan en la calle. Anoche llegó un fanático a mi casa, con un megáfono, a decirme que Dios existe, pero no puedo asociarlo a grupos de poder, porque uno conversa con la persona y se da cuenta de que tiene algún tipo de trastorno. Igual te asustas, porque es un ser humano que puede hacer algo.

Matías Lira en el rodaje de "El bosque de Karadima".

Matías Lira en el rodaje de “El bosque de Karadima”.

También hubo una serie de problemas técnicos alrededor de la película. El rodaje partía en febrero de 2014 y, a una semana de comenzar, nos quitaron todas las locaciones, con todo el costo que significa eso. Había un equipo contratado, además de la incertidumbre de cuándo empezar de nuevo. En algún momento, además, el proyecto tuvo una chapa, se llamaba Inocencia, porque si decíamos El Bosque nos podíamos meter en problemas. Ahora lo recuerdo con risa, pero en ese momento el estrés era muy fuerte.

¿Cuánta cercanía tuviste con las víctimas o los mismos sacerdotes durante la investigación?

Me he distanciado un poco, creo que cometí un error como realizador. Nunca hay que olvidar que esto es un trabajo y por más que uno crea que las películas están asociadas al arte y la emoción, hay que aprender a distanciarse. Si no, te afecta mucho. Generé lazos muy poderosos con mucha gente, con sacerdotes que ahora están sufriendo dentro de la Iglesia, y me voy con muchos secretos. Es complejo. Lo mismo con las víctimas, que me ayudaron y hoy los admiro mucho más, porque yo quiero sacarme esta película de encima lo antes posible, pero ellos van a estar años, una vida, con esto. Me metí demasiado a fondo, hay que mantener ciertas distancias.

La película hace un juego entre el presente del protagonista y su pasado con Karadima. ¿Por qué lo hiciste así?

Primero, gracias por preguntarme algo de la película. Es tan fuerte el tema, que ningún periodista me pregunta sobre la estructura, la fotografía, la música, etc. Después de unas 30 entrevistas, creo que es la primera vez que lo voy a hablar.

Con Andrés Chignoli hicimos el montaje y teníamos una película lineal de cinco horas. Yo las hubiera dejado, pero el cine exige otra duración, así que nos pareció interesante este relato paralelo, un poco más posmodernista, en que la gente va sabiendo las cosas que van a pasar. El relato lo lleva Benjamín Vicuña y es la historia de un promotor de justicia eclesiástico, de los cuales hubo muchos, porque tomaban declaraciones durante 30 años y las guardaban porque el Arzobispado no quería sacarlas al tapete. El centro de la película es ese relato y vamos hacia atrás y hacia adelante, en cuatro épocas. Yo quería que fuera una película más emocional, no que la gente se fuera enterando de a poco. Todo el mundo sabe lo que está contando desde el principio, pero hay una desestructuración que da la posibilidad al espectador de jugar con la historia.

¿Has pensado hacer una serie de TV para aprovechar todo ese material, como se ha hecho con otras películas?

Sí, hay una serie. El Consejo Nacional de Television (CNTV) y Chilevisión nos ayudaron y más adelante hay una serie, pero en este momento estoy focalizado en la película.

Se discute habitualmente que, en el cine chileno, la ficción se ha enfocado en historias personales, íntimas, y que el documental se ha encargado de la contingencia y lo que nos rodea. ¿Te dabas cuenta de que esta película hacía esa diferencia?

Sí. Lo que pasa es que esta industria hay que aprenderla, se hace con la práctica, haciendo y haciendo. Hay muy pocos recursos y yo mismo hice antes Drama, que es una historia de nicho, muy personal, que era lo que conocía. Cuando los realizadores han ido agarrando experiencia, se han ido lanzando a temas que no son tan de autor y hablan de cosas que ocurren en la sociedad. Ahora viene una cantidad de películas con ese tema: Pablo Larraín con El club, Alejandro Fernández con un proyecto sobre el caso de Martín Larraín, está Zamudio en televisión. Después que sienten que pueden salir de su círculo de confianza, los realizadores empiezan a tomar temas y eso tiene que ver con la madurez de la industria. Me refiero a nuestra generación, porque en Chile hemos tenido a Raúl Ruiz, Miguel Littín, a una generación de autores impresionantes que ya lo han hecho.

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