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Análisis semanal

La clase dirigente recupera la euforia… por ahora

Las crisis de los últimos meses, las presiones de la derecha y las zancadillas de sus propios aliados han llevado a la Presidenta Bachelet ha optar por el camino de la moderación política. Un camino que antes funcionaba, pero que ahora, probablemente, no sea así.

Víctor Herrero

  Lunes 15 de junio 2015 7:09 hrs. 
consejo de gabinete

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Ha sido una buena semana para el cuestionado establishment chileno.

El jueves pasado el 0,1 por ciento más rico de Chile aplaudió, con una felicidad genuina, algo que le había sido tan esquivo durante los últimos meses, las presentaciones de los nuevos ministros Jorge Burgos y Rodrigo Valdés en un seminario de Icare. El entusiasmo de la derecha empresarial por los gestos de moderación que exhibieron los jefes de las carteras del Interior y de la vocería de La Moneda, fue rápidamente replicada por la derecha comunicacional.

“La Moneda fija el jueves 11 de junio como el verdadero inicio del segundo tiempo de Bachelet” tituló con optimismo el sitio de noticias El Líbero, fundado y financiado por gente cercana a la UDI, como el ex ministro de Hacienda de Pinochet, Hernán Büchi.

Ciertamente, El Mercurio no se quedó atrás y en su editorial política de ayer domingo, al comentar la presentación de ambos ministros en el foro de Icare, afirmó en su típico tono desapasionado pero no por ello menos incisivo: “Refresca escuchar a autoridades que convocan a la búsqueda conjunta de soluciones, en lugar de limitarse a imponer fórmulas programáticas”.

El duopolio de la prensa impresa chilena –La Tercera y El Mercurio– se dio un festín este fin de semana al entregar sus páginas más valiosas a los grandes representantes de los consensos y la estabilidad que han marcado los últimos 25 años de política chilena.

En el diario propiedad del empresario Álvaro Saieh, el presidente de la Sofofa Hermann von Mühlenbrock emplazó a La Moneda: “Hacemos un llamado al gobierno para crear en conjunto una agenda pro confianza”. Pocas páginas más adelante, ese periódico le otorgó una página entera al empresario Bernardo Larraín Matte para que publicara una columna en la que se quejaba, con argumentos de los años 70, de que en Chile estaríamos “sobre-idealizando” el Estado en desmedro de los mercados y los esfuerzos privados. Por cierto, este heredero –que nunca creó fortuna por sí mismo– hablaba de las políticas necesarias para el sector energético sin mencionar jamás que él y su familia son dueños de Colbún, uno de los grandes protagonistas de esta industria.

El periódico perteneciente a Agustín Edwards –quien, por cierto, también es dueño del centro de eventos Casa Piedra donde se suelen efectuar los eventos de Icare– desplegó en sus páginas dominicales una ofensiva periodística similar. Una extensa entrevista al senador Andrés Allamand, de Renovación Nacional, seguía el raciocino político de los años 90 y llamaba a un trabajo conjunto entre el gobierno y la oposición. Tanto en el entrevistado como el entrevistador parecían desconocer que ni el uno ni el otro cuentan hoy en día con el respaldo público suficiente como para amarrar acuerdos que sean aceptados transversalmente por la ciudadanía. Aun así, el senador Allamand insistió en que “no hay otra salida”.

Y en un artículo en Reportajes, El Mercurio titulaba que la “Vía institucional se impone como fórmula para acotar investigaciones”, dando cuenta de que el Servicio de Impuestos Internos volvería a su antigua doctrina de no considerar como delitos el financiamiento ilegal de la política, sino que sólo como una falta al código tributario. O sea, algo que se puede arreglar rápida y calladamente si se pagan los impuestos evadidos.

Mientras en la derecha sacan cuentas alegres, al intuir que ahora están en condiciones de frenar varias reformas incómodas para su sector, la guerra civil en el oficialismo está al rojo vivo. Más allá de los pecados de prolijidad en su nombramiento, la caída del ministro Jorge Insunza fue, a todos luces, una obra de conspiración de sectores del oficialismo. Y, en concreto, de los partidos políticos, en especial el PPD y PS, que se han visto perjudicados en los últimos meses. En los días anteriores a la renuncia de Insunza, pesos pesados del PPD salieron al unísono en la prensa cuestionando la permanencia del ministro. Esas “vocerías espontáneas” estuvieron a cargo del diputado Pepe Auth; del presidente del partido Jaime Quintana, y del senador de esa colectividad Ricardo Lagos Weber. En un verdadero “Blitzkrieg”, entre el viernes 5 y domingo 7 de junio le quitaron todo el piso político a su correligionario.

A su vez, el presidente del directorio de Codelco, el socialista Óscar Landerretche, dio a conocer la nómina de asesores de la cuprífera estatal, entre las que figuraba una consultora de Insunza. Un hecho en los que pocos han reparado es que Landerretche entregó más información de la que le había sido solicitada por el Congreso, en concreto por el diputado de la UDI Felipe Ward. En otras palabras, el economista del PS “entregó en bandeja” la cabeza del ministro Insunza.

Las declaraciones posteriores de importantes figuras del socialismo vienen a confirmar que no sólo el PPD, sino también el PS, se sintió muy cómodo con la temprana salida del ministro Insunza, ¿Qué hay detrás de estas maniobras? Probablemente el resentimiento que tienen esos partidos hacia la Presidenta Bachelet por no ser tomados en cuenta. Fue una maniobra destinada a enviar una señal poderosa hacia la mandataria: no se puede gobernar sin los partidos.

Las declaraciones posteriores de figuras del PS parecen confirmar esta sospecha. “Si hubiera confianza entre el gobierno y los partidos, no habríamos tenido el episodio G-90”, afirmó el ex timonel del PS y diputado Osvaldo Andrade. Incluso la flamante jefa del PS, Isabel Allende, conocida por su adhesión al bacheletismo deslizó una crítica a la jefa de Estado: “Los partidos somos la base de apoyo del gobierno”, dijo en reproche por el hecho de que la mandataria no consultara con las colectividades el nombramiento de sus ministros, en referencia al caso Insunza.
De esta manera, las crisis de los últimos meses, las presiones de la derecha y las zancadillas de sus propios aliados han llevado a la Presidenta Bachelet ha optar por el camino de la moderación política. Es la receta que, en las últimas décadas, siempre ha dado resultados positivos. Pero probablemente en esta ocasión no sea así.

Los tiempos han cambiado, algo que La Moneda intuye pero que no tiene el valor de perseguir a fondo.

A veces, los ex jefes de Estado tienen una visión más clara de lo que hay que hacer, pese a las restricciones que ellos percibieron en su momento. Es el caso de Vinicio Cerezo, ex presidente de Guatemala (1986-1991) y militante de la Democracia Cristiana de ese país, quien afirmó en enero de este año en un foro político realizado en Santo Domingo: “De alguna manera, la ideología dominante de los últimos 30 años –que estableció el predominio del mercado para la conducción de la economía, el debilitamiento y reducción del Estado y la disminución de las regulaciones financieras– nos condujo a tener que aceptar que históricamente los latinoamericanos teníamos que resolver primero la problemática económica, con el objetivo posterior de resolver la problemática social. Pero se ha demostrado que esto era una falacia, pues a pesar de los avances sociales logrados en los últimos años, Latinoamérica sigue siendo una de los regiones mas desiguales del planeta. Lo que hace falta es tener la voluntad política para poner los intereses del pueblo por delante de los intereses de los grupos de presión, en especial los grandes empresarios. Tenemos que privilegiar lo social sobre lo económico”.

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