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Año XVI, 16 de abril de 2024


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Patriarcado, neoliberalismo y violencia sexual


Viernes 18 de septiembre 2015 19:29 hrs.


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Señor Director:

Primero de todo, un saludo en solidaridad con los chilenos afectados por el terremoto en el norte de nuestro país.

La violencia contra la mujer no puede ser tolerada entre gente que piensa y que aspira a una sociedad equitativa que termine con esta post dictadura.  Las posturas de la UDI expresadas a través de las insensibles  palabras de la diputada Marisol Turres, además de ser una extensión del sentido de control totalitario sobre la vida de los chilenos que orienta a la derecha tradicional desde la imposición del neoliberalismo por vía militar, nos refieren a la historia de dominación y abuso que nuestra sociedad tiene con las mujeres.

El aborto es un tema altamente sensible para nosotras. La violación sexual, naturalmente, también lo es.  Y hay que preguntarse ¿Qué moral tienen la UDI o la iglesia católica del Cardenal Ricardo Ezzati, gran aliada de la derecha, para participar directa o indirectamente en la discusión de esta ley de aborto limitada a tres causales y a hablar de violencia sexual?

Entre las contradicciones de nuestra República, la Presidenta aceptó, como es la tradición, participar en el Te Deum Ecuménico de conmemoración de nuestra independencia.  Rito en el cual se une simbólicamente al país bajo la autoridad moral del máximo representante de la iglesia católica, en este caso, un perversamente inmoral de acuerdo a los valores de la misma iglesia.  Quien –de acuerdo a evidencia por sus correos—tiene una delirante impresión de omnipotencia asociada a lo divino.

Delirante, pero no ajena a la profunda estructura de poder masculino que mantuvo por siglos a las mujeres transformadas en seres inferiores como si esa fuera una realidad natural y no una forma de mirar, de construir su identidad e imagen, y aquellas de los hombres.

Los estudios de la redistribución de ganancias del capital en Chile nos dicen que a hombres y mujeres se les paga mucho menos que lo que necesitan y sirven o producen, y que el sistema de AFP abre la puerta a la miseria. ¡Sólo que esta inequidad es sistemáticamente peor para las mujeres!

No basta entender el carácter explotador, depredador, usurero y corruptor del neoliberalismo, como creen algunos hombres críticos a este sistema para explicar, por ejemplo, que los empleadores  se atrevan a ir contra la ley de 2009 que establece el mismo salario por el mismo trabajo, cometiendo un doble abuso contra las mujeres. Uno, porque las leyes laborales están hechas para explotar la vida de los trabajadores y, además, es posible no cumplirlas sin grandes consecuencias; y el otro, porque ese trabajador explotable es mujer.

Para entender esto, como las particularmente opresivas condiciones de inequidad hacia las mujeres relativamente trasversales en todas las áreas de la sociedad, relativamente porque varían dependiendo por cierto de su origen y status social, hay que reconocer la existencia de otro sistema de inequidad, que es universal: el patriarcado.

La estructura patriarcal de las sociedades antiguas, como la explotación del hombre por el hombre, se muestra claro en la historia con la aparición de la ciudad. El patriarcado entre otros factores de organización social opresiva, discrimina según sexo biológico, dando control a los machos sobre las hembras. En sus orígenes puede estar unido a la agresividad producida por la hormona testosterona en el macho y su relación con la supervivencia y la expansión territorial por la guerra; a la biología reproductiva de la especie y de la mujer, una de cuyas características es  la naturaleza dependiente del recién nacido de la leche materna y  un largo tiempo de cuidados necesarios al bebé; Y a la organización en grupos tribales y en familias. En última instancia, se debe entender como uno de los motores de la civilización armamentista y del impulso depredador que guía al neoliberalismo.

Los grandes pensadores en el origen de nuestra civilización greco-latina, además de ser exclusivamente hombres, construyeron las nociones ideológicas que afirmarían la superioridad del sexo masculino sobre el femenino,  justificando así la severa opresión del sexo opuesto que habían desarrollado las sociedades primitivas en la práctica social, así como justificaron la esclavitud y no concibieron otras respuestas a la sobrevivencia que la guerra y el control de los otros. La tradición judeo-cristiana en que se desarrolla Iglesia Católica y más tarde sus divisiones, reafirmará estas concepciones.

El psiquiatra Claudio Naranjo, quien ha estudiado formas profundamente alternativas de la conciencia, deduce que la humanidad pudo en sus inicios haber tomado un camino alternativo a la violencia y el abuso, a la guerra, al autoritarismo necesario a la opresión es decir, al patriarcado. Por otra parte, los estudios sobre la cultura y sobre la historia de la mujer son innumerables hoy día, describiendo las características comunes y particulares de lo que es un sistema de dominación masculina sobre las mujeres, que hasta hoy en las sociedades democráticas se reproduce en las costumbres, las creencias y los valores de hombres y mujeres.

Por ello, no es raro que Marisol Turres, en quien se dan la justificación de la violencia detrás del neoliberalismo y la falta de reconocimiento de la violencia contra la mujer y Ricardo Ezzati-cuya iglesia universalmente acusa como boomerang el carácter misógino y represivo de la sexualidad en clave patriarcal- hagan todo lo posible para que las víctimas de violencia sexual sigan siendo víctimas, sin poder de demandar ni recibir reparación.

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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