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El oso depositario de la dignidad perdida


Domingo 6 de marzo 2016 13:21 hrs.


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Señor director:

Muchas veces se ha dicho que un pueblo que olvida su historia es un pueblo sin futuro, ya que está condenado a repetirla, en nuestro caso han pasado 43 años desde el 11 de septiembre de 1973, con gobiernos que solo de manera parcial han enfrentado las demandas de justicia al daño causado al país, por la dictadura cívico militar y, la reparación a las victimas del terrorismo de Estado. Pero a pesar de ello apareció nuevamente el anhelado “nunca más”, que simboliza la demanda ciudadana de que no se repita la historia vivida, esta vez con la obra de dos jóvenes que son parte de una generación que, si bien aparece lejana de la dictadura, son víctimas de su huella, calada en lo mas profundo de su historia familiar.

El oso ganador del premio Oscar, nos recuerda una historia de terror impuesta por la codicia humana a través de la dictadura cívico militar, con imágenes y un sonido enriquecido con todas las bellas artes para impactar al intelecto y a la emoción. Es una historia inteligentemente contada, que solo por el esfuerzo de sus creadores ganó el premio mas importante de la industria del cine, con lo cual inevitablemente traspasó las fronteras de la indiferencia, recordándonos que rescatar la verdad de lo sucedido y ponerla en el primer plano político de la actualidad es un deber moral permanente.

El oso dejó en evidencia también, el descaro de quienes fueron artífices, cómplices de las violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, los que sustentados en el revisionismo histórico, han tratado en esta oportunidad de limpiar su imagen, felicitando a los creadores del cortometraje ¡Que cara de palo! Personas que han construido una historia mentirosa, para sentirse parte y protagonistas de la construcción de una democracia que oculta los crímenes cometidos, intentando igualar enfrentamientos que nunca existieron, con la acción demencial de golpistas que se alzaron contra un gobierno democráticamente elegido, asesinando al presidente de la republica Salvador Allende.

Por eso rescato la historia del oso porque nos recordó la necesidad de no olvidar, particularmente a los hombres y mujeres que pagaron el gran precio para recobrar la democracia en Chile, aquellos que murieron luchando por nuestros derechos, por un futuro mejor para todos los chilenos y chilenas. En este sentido el corto metraje es un verdadero aporte para que las nuevas generaciones de chilenos y chilenas se interesen por conocer la verdadera historia de nuestro pasado, aunque sea como en este caso reconstruida a pedacitos.

El oso ganador del Oscar mostró al mundo, una vez mas, al preso y al perseguido político, al asesinado, al exiliado, recordándonos que aún estas victimas y en casos sus familiares, esperan por el derecho a una reparación por los daños causados, que debía realizar el Estado y que solo ha cumplido de manera parcial, otorgando beneficios miserables y que además, han disminuido con el paso de los años. Menos aún han tenido el coraje para exigir indemnizaciones a las empresas que se vieron favorecidas por la dictadura cívico militar, algunas de las cuales son hoy las mayores y más prosperas empresas del país, cómplices temerosos de hacer frente a la inmoralidad trágica que nos gobernó cuando el poder fue ejercido por la indecencia civil y uniformada, adornada por adulones y oportunistas que hoy sobreviven como demócratas.

A quienes vimos el cortometraje, es evidente que el oso nos recordó la época de la ética pisoteada, burlada, torturada y desaparecida, que se prolonga hoy y se concreta en el país mas desigual del planeta, construido por la dictadura cívico militar. Han pasado varias décadas desde 1973 y aún somos gobernados por la constitución pinochetista, el principal escudo protector de un sistema diseñado para facilitar y asegurar privilegios a la elite oligárquica, un esquema en el cual se deja al ciudadano común completamente indefenso, sometido a los abusos del gran capital y de los grupos empresariales que son los que gobiernan el país.

Las cifras no mienten, en 43 años lo que se creó una gigantesca maquinaria que transfiere los recursos de todos los chilenos hacia una pequeña elite, cuyo conocimiento permite entender las redes de corrupción que se han hecho públicas en los últimos meses. En el año 2013 – 14 las AFP invirtieron alrededor de 53 mil millones de dólares a sólo 10 empresas y 10 bancos del país. A que empresas, se fueron nuestros fondos de pensiones, a Cencosud (Horst Paulman), Falabella (familia Solari), LAN (familia Cueto y Solari), Colbún y la Papelera (familia Matte) y a Soquimich de Julio Ponce Lerou.

Y entre los bancos, los más favorecidos con los “ahorros previsionales” de los chilenos son el Banco de Chile (Grupo Luksic), el Banco Santander (grupo español), Corpbanca (entonces de Álvaro Saieh), el BCI (familia Yarur) y el Bice (familia Matte), entre otros. Y aun mas, actualmente el sistema de pensiones chileno acumula un capital superior a los US$ 150.000 millones de dólares, un montón de plata que despierta tambien el apetito de los grandes gestores de firmas de inversiones de todo el mundo, no olvidemos que las AFP pueden invertir fuera del país, de hecho varias firmas de inversiones se han establecido en nuestro país para participar en el sector de pensiones privadas de Chile.

Bien por el oso entonces, depositario de una historia que nos recuerda la valentía y la dignidad del presidente que se atrevió a nacionalizar el cobre, que se comprometió con su pueblo a construir un país inclusivo y entregarle dignidad a todos los chilenos y chilenas. Un presidente que pago con su vida ese compromiso adquirido con su pueblo,

Finalmente nos deja el desafío de no vivir solo de la historia, sino que de retomar el camino de la dignidad perdida, un esfuerzo que día a día florece en el esfuerzo de muchos chilenos y chilenas que ubicados en distintos ámbitos de la vida nacional, mantienen en alto la esperanza de construir un Chile mejor.

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Envíanos tu carta al director a: radio@uchile.cl