Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 28 de marzo de 2024


Escritorio

Demócratas y antidemócratas

Columna de opinión por Juan Pablo Cárdenas S.
Viernes 18 de marzo 2016 9:00 hrs.


Compartir en

Constituida en una aspiración suprema de la política, hasta los regímenes más totalitarios de la Tierra quieren ser reconocidos como democráticos y respetuosos de la soberanía popular. En Chile es habitual escuchar que hemos “retornado a la democracia”, aun cuando la Constitución de la Dictadura y muchas de sus leyes y disposiciones autoritarias siguen tan vigentes. A pesar de que efectivamente tenemos elecciones periódicas, lo cierto es que éstas estuvieron regidas por un sistema antidemocrático, como el binominal, que desincentivó a los ciudadanos, tanto que ahora mucho más que la mitad de éstos se niegan a sufragar. Tampoco estos procesos han sido debidamente libres e informados, como se proclama, cuando pesan todavía tantas restricciones a la libertad de prensa en el país, y el dinero como la propaganda juegan un papel tan determinante en los resultados electorales.

Curiosamente, los propios conspiradores de 1973 toman ahora las banderas de la democracia para exigirle a los comunistas, días atrás, que manifiesten su más explícita adhesión a los valores republicanos y condenen a los gobiernos que ellos estiman dictatoriales. Las directivas de la Democracia Cristiana, pese a las denominaciones de su nombre, lo cierto es que consintieron con el golpe militar de Pinochet durante buen tiempo, así como otras colectividades de izquierda, en su momento, también lo hicieron con el estalinismo , haciendo suya, además, la propuesta de una “dictadura del proletariado”.

Acreditar quiénes son demócratas en Chile o en el mundo es realmente una tarea muy difícil. Quizás resulte más fácil identificar a quienes NO son demócratas. Finalmente, por sus obras debemos reconocer a las personas y a las instituciones.

1.- Pensamos que no debieran considerarse demócratas quienes se empeñan en perpetuar la Constitución de 1980 y se resisten a que sea una Asamblea Constituyente la que asuma la definición de una nueva Carta Fundamental. A los que, mediante promesas falsas y dilaciones,  llevan más de veintiséis 26 años incumpliendo con esta demanda nacional.

2.- Tampoco deberían considerarse demócratas los que se satisfacen con un modelo económico desigual, que aumenta cada día las brechas entre pobres y ricos; los que defienden la inicua apropiación  y lucran de las cotizaciones previsionales de los trabajadores, cuanto los que se resisten a consagrar la legitimidad de la huelga y los derechos laborales. Los que le ponen cortapisas a las organizaciones sociales y a la posibilidad de establecer la consulta plebiscitaria para resolver sobre algunas iniciativas de ley o para revocar las que se consideren injustas. De igual manera que contradicen, también, los valores democráticos los que se empeñan en mantener la cupularidad de la política y se niegan a establecer en sus organizaciones partidarias, gremiales y sindicales el sufragio universal de sus militantes y asociados. En la idea de que cada militante sea un voto.

3.- El doble estándar tampoco debe ser considerado una actitud democrática cuando, por ejemplo, se consiente con los abusos que se cometen aquí, pero se reprueban los que se practican en otros países. Cuando se justifica la corrupción de un Lula da Silva, por ejemplo,  pero se fustiga a los que han recibido sus donaciones en Chile. Cuando se exige la liberación de los presos políticos en Venezuela, al mismo tiempo que se alienta la detención y el castigo ejemplar a los disidentes aquí o en otras naciones. Y demandan, por ejemplo, la extradición a Chile de un combatiente de la Dictadura, a la vez que  propicia la impunidad de los ex agentes de la Dina y CNI.

4.- Por ningún motivo debieran autodeclararse demócratas quienes se oponen a los derechos de los mapuches y otros pueblos originarios, o se niegan a reconocer el colonialismo ejercido por Chile en la asiática y distante Rapa Nui. A los que criminalizan la justa demanda de nuestro pueblo originario en la Araucanía y retrasan el proceso de devolución de lo que se les ha arrebatado, mientras favorecen y  protegen con celo policial y judicial  a las familias y empresas forestales que se han radicado allá mediante la fuerza.

5.- No debieran arrogarse el título de demócratas, tampoco, los que defienden la educación desigual, la existencia de establecimientos para pobres y para los ricos. Así como los que soslayan la existencia de cárceles inhumanas para los delincuentes comunes y justifican los penales de lujo para los más feroces genocidas.  Aceptando el  hecho de que los infractores de cuello y corbata (políticos y grandes empresarios) nunca lleguen a ser sean condenados a penas aflictivas.

6.- Tampoco aparece muy democrático eludir la responsabilidad de nuestro estado en la falta de diversidad informativa,  la concentración mediática,  el exterminio de los medios alternativos y  la impunidad de quienes a través de la prensa promovieron el horror y la discriminación. Mientras que a otros países, incluso más pobres que el nuestro, no se les ocurriría imponer un impuesto como el IVA a la publicación de libros y periódicos, ni concentrar la publicidad oficial sólo en un puñado de diarios y canales de televisión.

7.- Vaya qué antidemocrático es, además, negarse a las leyes de cuotas, a la igualdad de salarios entre hombres y mujeres que cumplen las mismas funciones. Así como atentan contra la justicia democrática  quienes esconden los delitos de los sacerdotes o de los militares, tolerando que estos se escuden bajo organizaciones de corte monárquico y jerárquico que gozan de desmedida autonomía y privilegios dentro de nuestro orden institucional.

8.- Ni qué decir de la nula vocación democrática que manifiestan los que permiten y alientan un sistema de salud que es eficiente para los ricos, pero agraviante para los pobres. Así como nos resulta una arbitrariedad, antidemocrática también, la decisión de los ejecutivos y gerentes de sociedades anónimas que, sin estar autorizados por sus accionistas, deciden destinar donaciones y sobornos para la política, por las cuales eluden impuestos, más encima.

9.- ¿Y será democrático que los integrantes de la autodenominada “clase política” reciban remuneraciones que multiplican por veinte o treinta veces el de los otros funcionarios públicos? ¿Qué los parlamentarios de nuestro país y de otros gocen de viáticos para movilizarse, acceso a pasajes de primera clase, casinos y hasta colaciones gratis? ¿Que los uniformados tengan su propio sistema previsional, puedan jubilarse con menos años de servicio que el mundo civil y cuenten de por vida con sus bien dotados hospitales y hasta con sus propios tribunales? ¿O que existan empresas que gozan de exenciones tributarias mientras las medianas y pequeñas deban pagar tan altos impuestos?

10.- ¿Y no podría ser un despropósito democrático, también, que haya inversiones que dañan gravemente el medio ambiente, agotan o contaminan las fuentes acuícolas de las poblaciones y matan sus cultivos agrícolas?  ¿Que el derecho de propiedad y el uso de concesiones se haya sacralizado tanto como para sobreponerse a los derechos de los habitantes de nuestro país?

11.- Y finalmente algo también muy importante y que por estos días se manifiesta muy desembozadamente: ¿pueden asumirse como demócratas los que permiten que actividades de interés tan masivo como el fútbol sean monopolizados por clubes privados y hasta corruptos, así como que el derecho a contemplar estos espectáculos quede reservado solamente a  los que pueden arrendar un canal de cable o pagar un carísimo boleto de ingreso a los estadios?

Envíanos tu carta al director a: patriciolopez@u.uchile.cl

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.