Señor Director:

Como dice Iván Cardemil en su carta “Estupor,” el cierre de la sección Comentarios de este Diario nos importa a los lectores. He descubierto cosas sobre Chile, visiones y ángulos individuales y sin censura, que no habría podido sin estos comentarios, muchos de ellos muy informales, pero auténticos, en éste y otros medios. Esas voces serán acalladas porque no hay manera que todos los lectores que hasta ahora han podido hacer un comentario que aporte a la discusión de ideas, aunque no sea más que con unas cuantas frases, puedan darse el tiempo o el trabajo
de elaborar una carta. Ni puedan o quieran perder su privacidad o anonimato que, hasta el momento, ha sido parte de las reglas del juego.

Ciertamente, existe el peligro de que los periodistas y articulistas nos presenten una visión cerrada al escrutinio, como lo ha sido la historia de los medios antes de la era digital. No es lo mismo hacer un comentario pertinente a una posición que nos parezca discutible de un artículo– y hay muchas instancias en que esto es posible– que tener que escribir una carta. Sin embargo, escribo para mostrar mi apoyo a la Directiva de este Diario por este cierre a sección Comentarios.

Si los argumentos de mantenerlo son la libre expresión de las voces en debate, y este debate se rige por un código de respeto al dialogo, hay que analizar la evidencia de su uso: ¿En qué medida la mayoría de las opiniones aportan o imposibilitan la comunicación? ¿En qué medida la sección cumple con la función de comunicar a los lectores en un intercambio de ideas con los trabajadores del Diario y con los otros lectores?

Diario UChile ha estado sometido a un agresivo sabotaje, del que soy testigo, a través de Comentarios. Muchos comentarios desde hace un tiempo, no respetan el código de comportamiento; no toman en cuenta el contenido de los artículos; no continúan ni producen dialogo. Producen insultos, injurias al, o la, articulista, distracción de la atención desde el artículo al saboteador. Por ello y debido a otras condicionantes (abajo) el espacio abierto para el debate de ideas se ha convertido en un basural, como los que provocaron el último gran incendio en los cerros de Valparaíso, vulnerando su labor informativa.

Desde hace un tiempo, dominan aquellos comentaristas que reflejan ese persistente sabotaje — con excepciones—y lo que es lo crucial, en AUSENCIA de los que fueron la mayoría de otros comentaristas que aparecieron debido a las movilizaciones del 2011 y estuvieron–más o menos– presentes durante los últimos cinco años, hasta el último cambio de Gabinete presidencial: el Gabinete de la sepultura de las expectativas de cambios.

Da la impresión que sin importar el trasversal desplome de las máscaras del poder de las elites económicas, políticas y hasta religiosas, con la evidencia de los grandes abusos y abusadores en las diarias revelaciones que vienen dándose sin parar desde 2015 -como del fracaso de la agenda de reformas de Bachelet-, este país es una serie de trampas sin salida para sus ciudadanos no pertenecientes a estas elites. A lo menos a corto y quizás a mediano plazo. ¿Pero, no deberíamos estar esperanzados en que esta erupción de verdades provoque crisis y transformaciones?

La sensación generalizada es que nada les va a pasar a los culpables y especialmente, que nada va a cambiar en el país porque no hay fuerzas que se opongan a estos poderes.

Es este contexto de desmoralización de la ciudadanía lo que explica la tónica dominante de agresión a la labor periodística del Diario y a la valiosa comunicación entre los mismos lectores. Porque si antes pudo ser neutralizada por la colectividad, ahora queda amplificada en la ausencia de las demás voces. Lo que ha provocado que la Dirección del Diario haya llegado a la decisión de cerrar la sección Comentarios.