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¿Todos contra Fujimori? La pregunta que definirá la elección en Perú

¿Qué sucederá en la segunda vuelta? Un criterio central es que el fujimorismo se aglutinó en la primera vuelta, pero el anti-fujimorismo, tan o más masivo, se materializará ahora. Esto se traducirá en un techo de Keiko mucho más bajo que el de Kuszynski, quien probablemente recibirá votos de izquierda –en un sistema de sufragio obligatorio- que de otro modo jamás se volcarían a su favor.

Patricio López

  Martes 12 de abril 2016 9:08 hrs. 
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Alberto Fujimori –apodado el “Chino” o “Chinochet” aunque su origen es japonés- es un político retirado que fue presidente entre 1990 y 2000 y está en la cárcel por corrupción y graves violaciones a los derechos humanos, pero será, sin embargo, la figura central de la segunda vuelta de la elección que medirá a su hija Keiko con el longevo economista Pedro Pablo Kuczynski, alias PPK.

Hay una primera cosa ya resuelta y es que los peruanos han dado un consistente respaldo a la continuidad de la política neoliberal que se ha implementado en Perú durante las últimas dos décadas, representada por estos dos candidatos que sumados llegan al 60 por ciento de la votación.
Hay que recordar que Kuczynski, en la segunda vuelta del año 2011, apoyó abierta y decididamente a Keiko Fujimori. Ambos representan, desde el punto de vista del programa económico y de sus posiciones políticas, una mirada similar. Sus diferencias radican en sus adhesiones sociales: Kuczynski representa a la derecha empresarial, a la élite, a lo que en Chile se llamó “los poderes fácticos”, mientras Keiko representa a una suerte de derecha populista, con carga autoritaria, cuyo base de apoyo se concentra en los sectores populares y menos ilustrados, además de las zonas rurales y selváticas donde Alberto Fujimori destinó parte importante de sus políticas de Estado, como parte de su plan contra Sendero Luminoso. Por estas razones, se estima que Kuczynski, siendo más abierto en el tema de las libertades públicas, sería en cambio más insensible en las políticas sociales.

Ambos, en todo caso, son dos variaciones sobre el mismo tema. Esta línea proviene del mandato de Alberto Fujimori y fue mantenida por sus tres sucesores, los cuales postularon como progresistas pero en el poder giraron a la derecha: Alan García, Alejandro Toledo y Ollanta Humala. Durante este tiempo transcurrido, Perú tuvo un sostenido crecimiento macroeconómico que acrecentó las posibilidades de acción del Estado y la sensación de bienestar material, pero dejó en evidencia la desigualdad propia de las sociedades latinoamericanas.

Esta última falencia se expresó de manera minoritaria, pero con un alza sustantiva, en la candidatura de izquierda de Verónika Mendoza, sector cuya presencia había perdido influencia en la sociedad peruana a merced del mayoritariamente triste recuerdo de Sendero Luminoso. De hecho, las encuestas auguraban un empate técnico con Kuczynski que no se produjo, lo cual es atribuido a la fuerte campaña del terror que se desató en los últimos días. La candidata, joven cuzqueña de 35 años, irrumpió de modo fulgurante y logró dar canalización al rechazo a algunos de los vicios que han caracterizado a las políticas de Estado neoliberales en América Latina: la depredación del medio ambiente, la corrupción de las instituciones y de la política, la funcionalidad del gobierno al interés de las grandes corporaciones, la desigualdad económica y social y la subsidiariedad en áreas como la salud, la educación, el transporte y el trabajo. Este programa movilizó a millones de desencantados, especialmente jóvenes, pero la acción de un sector de los medios de comunicación y de algunas candidaturas lograron, al parecer, asustar a muchos electores.

Como sea, esta vez, su fijación de domicilio a la izquierda sin atenuantes le dio un apoyo que podría convertirla en un actor decisivo en los próximos años, junto con una agenda de transformación anti-neoliberal basada en una redistribución de la riqueza, el crecimiento sustentable, la descentralización y la definición del carácter pluricultural de la sociedad peruana ¿El nombre del referente? Frente Amplio, tal como en el caso de la coalición política que gobierna a Uruguay hace una década.

Pero antes ¿qué sucederá en la segunda vuelta? Un criterio central es que el fujimorismo se aglutinó en la primera vuelta, pero el anti-fujimorismo, tan o más masivo, se materializará ahora. Esto se traducirá en un techo de Keiko mucho más bajo que el de Kuszynski, quien probablemente recibirá votos de izquierda –en un sistema de sufragio obligatorio- que de otro modo jamás se volcarían a su favor. Esto, a pesar de que Kuczynski, como ministro, llevó un importante liderazgo público en políticas extractivas y en concesiones vinculadas a las transnacionales de la energía, temas que han sido especialmente criticados por los sectores progresistas.

Para ejemplificar el peso de este rechazo al “Chino” pondremos un ejemplo en sentido inverso: en la primera vuelta de la elección de 2011, el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, dijo que decidir entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala era “como optar por el cáncer o el sida”, pero luego, en el balotaje, se jugó decididamente por el actual presidente. De cara a esta elección, y a pesar de que Verónica Mendoza tenía posibilidades ciertas de pasar a segunda vuelta y se ubica en sus antípodas ideológicas, afirmó que “lo importante es que no gane Keiko Fujimori, que gane cualquiera de los otros candidatos, ojala sea (Pedro Pablo) Kuczynski. Creo que eso es preferible, para algunos sería considerado el mal menor, para otros un bien, pero creo que lo importante es que en estas elecciones no venga una reivindicación de una de las peores dictaduras que hemos tenido en el Perú y en América Latina”.

Aunque es evidente que las circunstancias en que gobernaría Keiko Fujimori son muy distintas a aquellas en que ejerció su padre, para la historia del Perú y para el recuerdo de muchos de sus habitantes este apellido es sinónimo de violencia de Estado, corrupción, hostigamiento a los poderes del Estado y golpismo. Todas razones eventualmente poderosas para hacer de Kuczynski, sin haber hecho mayores méritos, un símbolo de la libertad y la democracia.

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