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Las tasas negativas “están matando a los bancos”

La idea es que el dinero se invierta o se gaste y evitar que la economía entre en una espiral deflacionaria. La relajación monetaria, las tasas negativas y la caída del precio del petróleo han logrado impulsar levemente el empleo y crecimiento, pero las consecuencias negativas están llegando, y si bien hoy endeudarse es muy barato, mantener dinero inactivo es muy caro.

Roberto Meza

  Martes 24 de mayo 2016 14:56 hrs. 
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El presidente del banco español BBVA, Francisco González, ha afirmado que las políticas monetarias expansivas “que llevan las tasas de interés a negativo, están matando a los bancos”.

Al hablar este martes durante unas jornadas del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), en Madrid, González ha dicho que uno de los problemas es que la unión bancaria se produjo con “la trampa” de no tener, al mismo tiempo, “mayor integración política”, destacando los cambios regulatorios al sector tras la crisis de 2008, así como los efectos de la digitalización en la banca, hecho tecnológico que, como “ola imparable”, está “transformando las reglas de juego de forma definitiva”.

Como ejemplo de dicha revolución, el ejecutivo dijo que hasta ahora una sucursal gestionaba unos 250 clientes, pero con los canales remotos puede llegar a 500, al tiempo que se abren nuevas amenazas, como la eventual entrada a este mercado de gigantes como Amazon, Google y Facebook, todas compañías que gestionan mucha información, “y los que más información muevan, tendrán más éxito”.

La situación de la banca hispana, en particular, y europea en general, plantea desde hace tiempo, desafíos. En efecto, si alguien se ganara la lotería y, para mayor seguridad de esos fondos, quisiera depositar el premio en un banco, hoy debería pagar por hacerlo, dadas las actuales tasas negativas. Y si bien esta situación no afecta aún a los pequeños ahorristas, ya incide en los depósitos de más valor, haciendo huir al capital hacia las bolsas -con la amenaza de creación de nuevas burbujas-, la “banca en las sombras” u otras alternativas riesgosas.

Este especial fenómeno tiene su origen en las decisiones adoptadas por el Banco Central Europeo (BCE) en 2015, cuando, en enero, lanzó su Quantitative Easing, consistente en comprar grandes cantidades en bonos directamente en el mercado. Dicha relajación monetaria lleva tiempo y es consecuencia directa de la crisis de 2008. En 2011, el BCE ya había puesto en marcha su programa LTRO con el que inundó de efectivo el mercado; y en 2012, Draghi anunció de que haría “todo lo posible para salvar el Euro”, creando una liquidez extraordinaria, la que, así y todo, ha sido insuficiente para impulsar una mayor actividad y crecimiento.

En medio de un mar de dinero, en marzo pasado, las tasas europeas llegaron al 0 por ciento, mientras los depósitos que los bancos hacen en el BCE ya se cobran al 0,4 por ciento. Desde junio de 2014 la banca ingresó en zona negativa, cuando los tipos bajaron del 0,25 por ciento al 0,15 por ciento y los depósitos en el BCE comenzaron a pagar el 0,1 por ciento respecto al tipo anterior (0 por ciento). Desde entonces este cobro ha seguido creciendo y si los bancos mantienen liquidez sin invertir, deben pagar por ello.

La idea es que el dinero se invierta o se gaste y evitar que la economía entre en una espiral deflacionaria. La relajación monetaria, las tasas negativas y la caída del precio del petróleo han logrado impulsar levemente el empleo y crecimiento, pero las consecuencias negativas están llegando, y si bien hoy endeudarse es muy barato, mantener dinero inactivo es muy caro.

En los hechos, de acuerdo a especialistas europeos, muchas empresas están pagando por tener dinero depositado en los bancos (del orden del 0,3 por ciento), pero como éstos no logran colocar ese dinero con rapidez, ante la ausencia de proyectos y una mayor actividad y demanda, tampoco pueden asumir el costo de ahorro que les impone el BCE. Al final de la rueda, el proceso repercute en el cliente y según economistas hispanos, el techo actual para evitar cobro al ahorro son cinco millones de euros. Si se ahorra más, hay que pagarle al banco. Es decir, lo que antes era una ventaja, pues se conseguían mejores tasas, ahora es una amenaza, dado que el banco enfrenta costos de gestión que, a partir de cinco millones de euros, le cuesta caro asumir.

Así, como reclamara González, las alternativas para altos patrimonios y/o empresas se complican, mientras que, en la banca europea, ya casi no se ofrecen cuentas corrientes remuneradas o depósitos que paguen algo, mientras los analistas prevén el pronto resurgimiento de las comisiones de mantención o cobros dependientes del saldo.

Hace algunos meses, por efecto de las bajas tasas e inflación, algunos bancos europeos debieron comenzar a devolver a sus clientes los excedentes producidos en los préstamos hipotecarios pactados en IPC y tasa, razón por la que, en varios países, los bancos han comenzado a aplicar una nueva cláusula contractual de piso 0 por ciento, es decir, si bien no cobran el interés en el dividendo, tampoco pagan la diferencia a favor si se produce un descenso del monto del dividendo.

Es decir, enfrentados a la inédita situación provocada por el exceso de liquidez -que por lo demás se concentra en pocas manos- la banca europea “se muere” si no cobra a los ahorrantes por tener su dinero en custodia y, por otro, tampoco puede ajustar cuentas con sus hipotecados que creen legítimamente injusto que, cuando las tasas son negativas, no se beneficien como el banco lo hace cuando aquellas son positivas. Parece claro, pues, que el actual modelo de negocios de la tradicional banca internacional, amenazada por otros sectores, como los seguros, o las empresas de la era de la información, tiene sus días contados.

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