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Hoy la solidaridad


Domingo 24 de julio 2016 15:51 hrs.


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Hace unos días se publicó en Le Monde Diplomatique (edición francesa) una entrevista con Pinar Selek sobre los últimos hechos ocurridos en Turquía.

Pinar Selek nació en Estambul en 1971. Es socióloga y escritora. Trabajó desde muy joven con poblaciones marginadas. En 1995 fue una de las fundadoras del Taller de Artistas de la Calle en el que participaron personas –valga la redundancia– en situación de calle, niños, gitanos, estudiantes, amas de casa, travestis, transexuales, prostitutas. En 1998 fue detenida. Le exigieron dar los nombres de personas con las que había trabajado. Se negó. Estuvo dos años presa. En el intervalo se montó un operativo para acusarla de un atentado que no había cometido. Esta acusación ha dado lugar a múltiples peripecias judiciales. En la actualidad, Pinar Selek vive y trabaja en Francia. En Niza.

Como dato complementario se puede añadir que su padre fue un abogado defensor de los DD.HH. Tras el golpe de Estado de 1980, fue detenido y estuvo preso durante cinco años. Su abuelo fue uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores de Turquía. La madre, según consta en su biografía, supo tener una farmacia que fue a su vez lugar de encuentros y reuniones. Quizás todo este entorno haya contribuido a forjar ese amor por el otro que la caracteriza, la confianza en el otro y la seguridad de que toda causa que tenga que ver con los derechos de los marginados es suya.

Dice Pinar Selek:

“Necesitamos la solidaridad internacional para apoyar las luchas sociales en Turquía. (…) Tengo confianza en los movimientos sociales que emergen. Esa fuerza en los combates feministas, armenios, kurdos, me da esperanza. Pero el discurso militarista patriarcal y nacionalista se mantiene y el peligro perdura. Las luchas sociales deben reforzarse. Es necesario combatir por un sistema más democrático. Hago un llamado a los ciudadanos de diferentes países a ser solidarios con estos militantes por una transformación no violenta del régimen”.

 

Aunque esto sucede en un contexto oscuro, hay en estas palabras una buena noticia: no pudieron con ella. No pudieron con Pinar Selek. No pudieron, primero, con su confianza. No solamente con su confianza –aquí expresada– frente a lo que pueden los movimientos sociales turcos sino también frente a lo que puede un ser humano. Confianza en el otro, en la capacidad de empatía, en la capacidad de articular las luchas y hacer frente común.

Entrevistada sobre el intento de golpe de Estado, la represión, la casi total falta de libertad que aqueja hoy a amplios sectores de la sociedad turca, Pinar acota que:

“Siempre ha habido en Turquía un sistema militarista y una dimensión autoritaria. Nunca conocimos otro sistema político. Siempre tuvimos golpes de Estado. Sea civil o militar, la violencia siempre ha formado parte de nuestra vida cotidiana (…). Cuando estuve presa, en 1998, éramos 40.000 presos políticos. Casi todos fuimos víctimas de tortura. Los presos eran sobre todo artistas, investigadores, militantes de los derechos humanos. La represión dura desde hace mucho, lamentablemente. El gobierno actual fue elegido gracias a sus promesas de democratización (…). El Estado turco no acepta que la sociedad civil cobre fuerza. Los sindicatos, los intelectuales, los periodistas, los militantes que quieren discutir abiertamente son las primeras víctimas. O sea, las víctimas son siempre los contestatarios. Todos estos grupos que quieren el poder, le tienen miedo a la libertad. Ese es el peligro”.

Y sin embargo, tiene confianza y eso es lo que expresa. Y cuando hace su llamado, dan ganas de preguntarle: ¿Qué es hoy la solidaridad, Pinar Selek? ¿Cómo podríamos acompañarte a ti, a los tuyos? Nosotros, ciudadanos chilenos, ciudadanos argentinos, ciudadanos latinoamericanos que recibimos en otros tiempos la solidaridad de tantos pueblos del mundo. Gracias a esa solidaridad, algunos (no pocos) salvaron sus vidas.

Para bien o para mal, el caso de Chile fue durante mucho tiempo emblemático. Quizás no haya habido en la historia del siglo XX, otro país que haya generado semejante atención y movilizaciones de tantos y tantos ciudadanos de otros países tras el golpe de Estado de 1973. Digo también “para mal” porque ese exceso de atención puede haber jugado en desfavor de otros pueblos con los que –por ejemplo– Europa no podía identificarse con la misma facilidad. ¿De qué depende la solidaridad? Quizás no sólo de la empatía. Quizás a veces de sentimientos y coyunturas más complejas, más opacas.

¿Cómo no recordar en estos días en que se conmemoran los 80 años de la Guerra Civil española la gesta de las brigadas internacionales? La manera en que hombres y mujeres de tantos y tantos países hicieron suya la causa republicana. De una u otra manera, ser solidario en el siglo XX (el siglo de los totalitarismos, es cierto, pero también –no hay que olvidarlo– el siglo sí de la solidaridad) era poner el cuerpo. Dar la mano. La mano que salva, que cobija, que abre una puerta, que ofrece una casa. La mano también que firma una petición. Pero, además, en determinadas circunstancias, la solidaridad exigía más. Estar con el otro. Ya no frente a frente sino codo a codo. Porque tu lucha es mi lucha. Porque tú en tu combate y yo en el mío –sea cual sea el escenario– somos iguales y nos reconocemos como iguales y apuntamos hacia un solo y mismo horizonte.

En estos tiempos, resulta cada vez más difícil saber qué significa ser solidario y por eso conmueve también los esfuerzos desplegados por militantes franceses que aclaran, en el sitio internet dedicado a Pinar Selek, precisamente este punto. En particular a través de una acción llamada “carta postal” en la cual todos están invitados a expresar los motivos de su solidaridad no con una persona sino con ideas. Lo que importa en ese caso, en esa experiencia, es la posibilidad de articular los escenarios de lucha, lo que mueve a cada uno a interesarse y a manifestarse por lo que encarna esta joven mujer, militante de los derechos de los excluidos de su país. Cada cual con sus palabras. Haciendo una reflexión propia.

Sin duda la proliferación en el mundo de tantos frentes y organizaciones ciudadanas esté renovando el concepto mismo de lucha, de participación, de creación conjunta, y también las formas que irá tomando la solidaridad entre pueblos cada vez más aquejados y donde los marginados son cada vez más numerosos. Sea dicho de paso: no hay que llamarlos minoría. Ya lo dijo Paulo… “La única y real minoría… es la clase dominante”.