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Si otros roban ¿por qué yo no?


Jueves 11 de agosto 2016 11:42 hrs.


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Esa parece ser la pregunta que acucia a muchos chilenos.  Muchos más de lo que uno pudiera pensar. Y como los casos de corrupción, desfalco, robo, malversación, cohecho, fraude, colusión, etc., son constantes, la pregunta genera respuestas cada día más frecuentes.

Recientemente se conoció que la evasión de pagos en el Transantiago alcanza al 30% de los usuarios. Es una cifra récord. Una encuesta realizada por la empresa Inmune sobre uso de las licencias laborales por razones de salud, entregó otro dato significativo. El 70% de los chilenos consultados cree que es común utilizar licencias médicas fraudulentas. El 12% reconoce que es un delito y el 56% lo justifica.

Mientras tanto, la discusión política está centrada en si la crisis en que se encuentra la relación entre la ciudadanía y sus liderazgos es política o institucional. Uno tendería a pensar que hay alguien que no entiende lo que está pasando. Y esta incomprensión muestra diariamente cómo se van corroyendo los esquemas por los que hasta ahora se movían las instancias democráticas del país.

Porque nadie se detiene a subrayar que las respuestas que se dan frente los delitos flagrantes que afectan a la ciudadanía, o no existen o rayan en la ridiculez. A nivel ciudadano esto se interpreta, con razón, como una burla. ¿Qué pasó, por ejemplo, con la colusión   de las farmacias? Aparte de multas menores,  los responsables fueron condenados a seguir un curso de ética. ¿Y con la colusión del papel? Algo similar a la respuesta que tuvo el delito de la colusión de los pollos. O sea, nada en términos reales. ¿Qué ha pasado con los políticos que burlan las leyes que ellos mismos elaboran? Y qué pasará con los laboratorios nacionales y extranjeros que se coludieron para defraudar a la Central Nacional de Abastecimiento (Cenabast).

El ambiente que impone el éxito como única meta deseable empuja cada vez más a preocuparse de lo personal y del entorno inmediato.  Como si el ser humano pudiera vivir en soledad. Pero en ese punto encontramos. Y nada permite avizorar una respuesta adecuada en el plazo breve. Los líderes están conscientemente otra, o completamente equivocados.

Sus preocupaciones actuales se limitan a cómo seguir manejando el poder político o a cómo recuperarlo en la próxima elección.  Pero ambas posturas coinciden en que el triunfo impone la subordinación al poder económico ya establecido. Por lo tanto, la discusión actual es si la Democracia Cristiana debe o no seguir en la Nueva Mayoría.  Y si esta coalición tiene o no sentido. Todo centrado en las supuestas discrepancias con el Partido Comunista.  Como si el peso  del PC en el actual gobierno haya sido determinante en las acciones realizadas o en la estructuración y levantamiento de los movimientos sociales.

El ex ministro del Interior Jorge Burgos, salió del gobierno en silencio. Su justificación fue que estaba cansado. Pero ahora decidió hablar.  Y hubiera sido mejor que siguiera silente.  Anunció que la coalición de la cual él fue jefe de gabinete, ya no tiene sentido.  Dijo, además, que el gobierno se ha descarrilado. Me imagino que no pensará que esas dos catástrofes ocurrieron porque él dejó la secretaría de Estado. Aunque el ego puede hacer malas pasadas, como causar ceguera respecto de las propias aptitudes.

Los ministros de Hacienda de la administración Bachelet y de las anteriores, coinciden en que lo principal es el crecimiento económico.  No dejan de tener algo de razón.  Pero esta preocupación sin contrapeso social ha llevado a que Chile tenga una repartición de la riqueza vergonzosa. Y ello se debe a que los parámetros económicos nacionales lo imponen los grandes conglomerados. Por eso las pensiones están como están. Pero se hace hincapié en que los fondos que se manejan en lo que debería ser la seguridad social, son fundamentales para tener una economía pujante. La pregunta esencial: ¿Ha sido esto sinónimo de equidad? La respuesta categórica es no. Hoy Chile sigue más inequitativo que antes porque la torta es más grande y se reparte entre pocos -muy pocos- platos.

Lo que viene no se muestra halagüeño. Las respuestas que se manejan no parecen adecuadas a las demandas. Mostrar al ex presidente Lagos como el gran reformador parece una ironía.  Y que la derecha pretenda levantar a Piñera con la imagen de la sensibilidad social y de la honradez, es francamente un desparpajo. Todo ello sin considerar que las iglesias Evangélicas se alistan a entrar, como tales, en la liza política. Nunca los intermediarios de Dios han sido buenos demócratas. No saben dialogar porque se atribuyen verdades reveladas.

Todas estas alternativas, obviamente, no cambian el fondo. No asumen que, básicamente, el problema no es ni político ni institucional.  Se trata de una situación de crisis valórica impuesta por un sistema que lo que busca es ganar a cualquier precio. En un escenario como éste, los estereotipos que se presentan son los exitosos.  Eso significa con mucha plata. Por lo tanto, lo que se impone es seguir el camino de los poderosos a cualquier precio.  Y mientras el sistema impuesto por una dictadura feroz no cambie, seguiremos dando tumbos.

Si nuestros líderes tienen un poco de visión de futuro, se darán cuenta de que el mundo está cambiando porque lo que hoy vive ya es difícil de soportar.  ¿Será pedirles demasiado?