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Vargas Llosa, en el erotismo y la frivolidad

El vuelco ideológico de Vargas Llosa ocurre a fines de los setenta, cuando ya se convierte en un hombre de derecha, partidario del mercantilismo del libre mercado.

André Jouffé

  Lunes 22 de agosto 2016 7:31 hrs. 
vargas llosa

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Leyendo “Historia Personal del Boom”, de José Donoso, inevitablemente uno recae en la ideología que profesaban entonces los protagonistas. El peruano Vargas Llosa era de izquierda, de la mano de Julio Cortázar y otros visitantes al encuentro de escritores realizado en Chile a fines de los sesenta (realizado  años después del Congreso de intelectuales en Concepción en 1962) cuando la admiración por el proceso cubano era casi unánime.

Debemos precisar, la voltereta del peruano resulta incomparable con la de Roberto Ampuero. El primero jamás se benefició con las granjerías alemanas y cubanas del segundo, en consecuencia lo del novelista nacional es aborrecible.

El vuelco ideológico de Vargas Llosa ocurre a fines de los setenta, cuando ya se convierte en un hombre de derecha, partidario del mercantilismo del libre mercado. Jorge Edwards nunca cruzó el río, salvo una cómoda disidencia al gobierno de Augusto Pinochet y aun extraña a muchos que Pablo Neruda lo considerara en la Embajada de Chile en París luego de su “Persona non grata” en contra del régimen cubano. En fin,  Neruda aparte del mundo intelectual no le hacía asco a la socialité. Sobre este punto, recuerdo una anécdota en Edwards en Francia: “Varios chilenos me piden que los lleve a las picadas de Neruda en Parías. El, jamás pisó un boliche aquí”.

En “La fiesta del Chivo”, Vargas Llosa demuestra una grosera inclinación a lo morboso al relatar cuando Trujillo viola a una muchacha virgen pero, impotente como supuestamente era, le rompe el himen con los dedos para darse el gusto de la venganza.

En “Las cinco esquinas”, el Nobel y Cervantes se pasea libremente por el lesbianismo, las orgías, su odio a Fujimori, quien lo derrotó en las presidenciales del 9 y 10 de junio de 1990 y sobre todo, un desprecio a la izquierda en general. También pareciera haber leído el Heredia de Díaz Etérovic pues hay ambientes muy similares.

Un guiño, igual al Cero de Humberto Ecco, sin olvidar que Pantaleón y las visitadoras fue inspirado en el capítulo la Guerra de don Lao, cuando el gobierno chileno envió mujeres a sus tropas en Tacna para que no violasen a las peruanas.

Ya, conmovió a los peruanos su ruptura matrimonial con su prima Patricia e impresiona con su nueva pareja, Isabel Preysler, la filipina ex de Julio Iglesias y del economista y ministro español, Michel Boyer Nadie lo hubiera imaginado puesto que Preysler fue el símbolo de la frivolidad absoluta en los años setenta y ochenta y esto de reunirse con el Nobel constituye otro peldaño más en el arribismo de la que fuese humilde originaria de las islas.

En las últimas novelas Vargas Llosa se regala muchas licencias; La ciudad y los Perros, Conversaciones en la Catedral, La guerra del fin del mundo”, parecieran haber sido escritas por otro.

Cuatro veces estuve en Barranco, en la calle Paul Harris de Lima en casa de Mario y Patricia. Reconozco que fueron muy acogedores.

Ajeno al tono crítico precedente, recuerdo que llegué puntualmente a mis primeras tres citas. Vargas Llosa me hizo esperar entre una y dos horas.

-Aquí no existe la puntualidad-aclaró. Si alguien cita a las cuatro, es normal que la persona llegue a las seis. Verá como el fotógrafo que contrató, tocará la puerta a las siete.

Y así nomás ocurrió, el reportero gráfico como si fuera de “El Destape”, la revista chantajista que aparece en “Las cinco esquinas”, llegó a la hora señalada por escritor, sin inmutarse por el atraso ni pedir disculpas.

Finalmente, en La Moneda, en una de las conferencias que organizaba el ex Presidente Ricardo Lagos, a propósito de la guerra del pisco con Perú, a comienzos del milenio, Vargas Llosa al culminar su intervención aludió por su propia cuenta el tema: “Quiero decirles que no me importa porque detesto el pisco”

La noche siguiente, en una recepción en la Embajada del Perú, la esposa del titular comentaba: “Mala memoria tiene Mario; en su juventud había que sacarlo a la fuerza de los bares donde se bañaba en pisco”

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