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París: archivos de las dictaduras


Lunes 31 de octubre 2016 12:47 hrs.


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Los días 12, 13 y 14 de octubre tuvo lugar un congreso en París llamado: “Archivos de las dictaduras sudamericanas. Espacios y lugares de revelación de conflictos entre derecho al olvido y derecho a la verdad”. El evento estuvo organizado por varias instituciones entre las cuales: la dirección de archivos y subdirección de las Américas del Ministerio de Relaciones Exteriores (Francia), el Instituto de Ciencias Sociales de lo Político (ISP), el Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL).

Hubo distintos tipos de participantes: diplomáticos, funcionarios, magistrados, archivistas, cientistas sociales, investigadores y miembros de organismos relacionados con temáticas de memoria, verdad y justicia. Entre esos participantes, algunas personalidades como Alain Rouquié, politólogo, especialista de América Latina, hoy director de la Maison de l’Amérique latine, que dictó la conferencia inaugural, y el Dr. Martín Almada, quien descubriera, en 1992, los archivos del Plan Cóndor.

Uno de los motivos del congreso fue la reciente puesta a disposición del público de los archivos diplomáticos franceses relacionados con las dictaduras del cono sur. El material disponible cubre un período que va desde mediados de los años 1960 hasta 1981 y comprende la correspondencia intercambiada entre el Ministerio de Relaciones exteriores y las embajadas francesas en Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.

Se trata de un material voluminoso repartido según su origen en dos depósitos (La Courneuve, en región parisina, y la ciudad de Nantes). Una parte de los fondos se vincula con la cuestión del asilo. Otra remite a la situación de ciudadanos franceses que fueron víctimas de distintos crímenes en territorio latinoamericano. Los archivos comprenden también informes de embajadores franceses, redactados durante o al finalizar la misión diplomática, que brindan su visión respecto a la coyuntura que se vivía en cada país. Muchos otros temas son abordados y hará falta cierto tiempo para tener información más precisa sobre contenidos y condiciones de acceso (seguiremos informando).

La primera jornada se centró en la cuestión del asilo y algunas experiencias históricas particularmente conflictivas en términos de derecho a la verdad y uso de testimonios. También tuvo lugar un diálogo entre diplomáticos: varios en puesto en Chile durante el golpe de Estado (vamos a hablar de “nuestro 11 de septiembre”, recalcó uno de ellos). Contrastó cierta formalidad de estos hombres, inherente a su profesión, con el contenido de los relatos. La manera en que se vieron obligados a tomar decisiones sin tener contacto con París en esos primeros días posteriores al golpe. Cómo se abrieron las puertas de la embajada francesa en Chile que, en algún momento, devino campamento y fue escenario de una auténtica experiencia de fraternidad entre personas que nada destinaba a conocerse.

Algo de eso transcurrió en las tres jornadas, tanto durante las exposiciones como entre bambalinas, en las conversaciones de pasillo. El congreso logró reunir personas que habitualmente no se reúnen, no se conocen, no conversan, no dialogan, no se escuchan, y ahí, de una presentación a otra, no quedaba más opción que atender la diversidad de experiencias, tomar la medida –y el peso– de lo que cada uno tenía para contar. Desde ese punto de vista, fue un congreso extraordinario que además de reunir a cuerpos profesionales (diplomáticos, archivistas, abogados, militantes de DD.HH., investigadores en ciencias sociales) obligó a los participantes a atender razones, lógicas, intereses y motivaciones diferentes a las suyas.

La segunda y la tercera jornada estuvieron dedicadas a la presentación de experiencias para las cuales la existencia o no de archivos resulta fundamental. Se abordaron casos tan diversos como la situación de los archivos de las dictaduras en los propios países donde sucedieron los hechos: los usos que hoy se les da; las dificultades de conservación y disputas que pueden surgir; los archivos de la dictadura relativos a la CGT argentina; los archivos policiales en Guatemala; el conflicto que tras las comisiones Valech se ha generado en torno a la cláusula del secreto que rige los testimonios de las víctimas de prisión política y tortura en Chile; el rol de la Vicaría de la Solidaridad en la constitución de archivos durante la dictadura; la existencia de una dependencia de la marina argentina en París entre 1977 e inicios de los años 1980 y la carencia de archivos significativos al respecto; el Plan Cóndor ante la justicia francesa.

Durante la tercera jornada se abordó con mayor precisión los contenidos de los archivos diplomáticos franceses y otros fondos disponibles en Francia sobre estas cuestiones (en particular los llamados “fondos presidenciales”). También intervinieron investigadores que tuvieron la ocasión de trabajar con estos documentos, en particular en relación a la dictadura uruguaya.

El programa completo del congreso puede ser consultado desde el sitio de los archivos diplomáticos. Por otra parte, está previsto que las presentaciones sean publicadas en edición bilingüe.

Uno de los momentos cruciales del congreso fue la intervención del Dr. Almada que se refirió a “la intimidad del descubrimiento de los archivos del terror”. Ponencia durante la cual evocó las condiciones que lo llevaron a buscar información, primero, sobre la muerte de su esposa, luego sobre algo que para él había sido una incógnita: por qué, estando preso en Paraguay, el primero en torturarlo fue un militar chileno. Esa fue la pista que siguió hasta dar con los documentos que hoy conocemos como los archivos del plan Cóndor.

Sin duda alguna, en esta “obligación a escuchar” a la que me referí recién, todos los presentes pudieron tomar la medida del dilema que nos aqueja a tantos latinoamericanos. Y es que hay experiencias que al día de hoy no podemos conocer porque no tenemos con qué hacerlo. En esos vacíos, en esas ignorancias relativas o absolutas –según los casos– se juega también una increíble capacidad de dañar a través del tiempo a la que es necesario ponerle fin.

No me refiero ya a la temática del olvido y la memoria sino a la del conocimiento y el reconocimiento. Todavía hay temas que ignoramos, cuya historia no podemos contar, episodios que constituyen huecos. En esos huecos, hay gente. Gente a la que no podemos ni queremos renunciar. Algunos de esos huecos fueron abordados durante el congreso.