Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 28 de marzo de 2024


Escritorio

El lenguaje y una mujer sometida


Jueves 10 de noviembre 2016 7:45 hrs.


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Cuando le pregunté al periodista y escritor español Juan José Millás cómo lo hacía para cambiar de tono cuando pasaba de la escritura de la columna periodística a esos cuentos mínimos que él ha llamado articuentos y de ahí a una novela de largo aliento, respondió que él era como los niños, que necesitaba estar cambiando constantemente de actividad, que si no, se aburría. Que por eso cuando trabajaba en la novela de turno y ya se sentía algo cansado, la dejaba y escribía una columna para el periódico. De modo que para despejarse, para hacer algo diferente, permanecía en la misma la posición, sin moverse siquiera de la silla en la que estuvo sentado por horas frente a su computador,  y con los mismos dedos y sin cambiar siquiera la expresión facial, sigue escribiendo… Así se entiende cuando Millás dice que “uno de los errores de percepción es la idea de que somos los dueños del lenguaje. Somos herramientas del lenguaje, no sus dueños. El lenguaje nos somete”.

Beatriz García-Huidobro cumple muy bien la sentencia de Millás: ella es una mujer sometida… por el lenguaje: lee mientras viaje en el Metro hacia su trabajo temprano por la mañana, trabaja todo el día como editora, y de regreso en su casa por la tarde, se sienta a trabajar en la novela de turno y para distraerse, como Millás, flecta sus dedos para seguir escribiendo, y puede ser un comentario literario para algún medio en los que colabora.

Esta escritora sometida al lenguaje ha publicado recientemente una arriesgada novela juvenil llamada Septiembre (Editorial SM). Una historia sobre la culpa que inunda a una joven y a muchos más…

Beatriz nos sumerge en el Chile de fines de los 60’ desde la perspectiva de una adolescente de clase media, en el registro del diario íntimo donde va consignando los cambios que ella y su mundo van sufriendo. El quiebre al interior de su familia inmersa en un sofocante y también trizado ambiente político son las advertencias de que en algún momento todo se romperá.

El acto de arrojo que implica la escritura de Septiembre es que ella sabe que los jóvenes no son tontos y una novela juvenil debe ser muy honesta y verdadera para que no muestre las costuras, y que debe enfrentar un período tan crucial de nuestra historia sin concesiones ni moralinas.

Esta novela muestra respeto a esa juventud de entonces como también a la actual, cuando ambas merecen una explicación o un relato que les revele sobre ese frenesí que no fueron solo esos 1000 días. Un relato para esa sociedad adolescente cuyo ritual de adultez fue el más duro y largo en la historia patria de las últimas décadas, y que terminó de manera tan abrupta después de ese golpe en la cabeza que nos aturdió por 17 años.