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El mar de dudas


Viernes 18 de noviembre 2016 7:18 hrs.


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La elección de Donald Trump en los Estados Unidos es solo una ola más -grande, si – en un mar que desde hace tiempo se halla agitado. Y no parece que sea el resultado de la temporada habitual de marejadas.  Más bien es un fenómeno que anuncia un clima hasta ahora desconocido u….olvidado.

La globalización resultaba la culminación lógica de un proceso de aglutinamiento de esfuerzos para hacer a la economía mundial más eficiente.  Y para que las cosas fueran parejas, casi por descarte, se estimuló la creación de bloques.  Es cierto que eso también  fue impulsado de manera determinante por las tensiones provocadas por la guerra fría. Pero tal modelo tenía como objetivo la defensa mutua contra el oponente que intentaba imponer su ideología. El término simbólico de ese período fue la caída del muro de Berlín. Sin embargo, la creación de bloques económicos continuó en un tránsito que parecía lógico para una economía globalizada. Sin embargo, ni en política ni en economía -más bien en nada que se relacione directamente con la creación y mantención del poder-, funciona aquella lógica que tiene como sustrato el comportamiento regido por valores en que la honestidad debiera ocupar un lugar rector.  Y en que su fin último sería la felicidad de todos. Obviamente, tal escenario involucraba aspiraciones y deseos en que para alcanzarse es esencial concebir a la Humanidad como un todo.  Por el contrario, lo que vemos es una exacerbación del individualismo en una competencia en que los más fuertes se imponen invariablemente.

El tema inquieta desde hace tiempo, pero las protestas a nivel global y acciones como el Brexit o la elección de Trump lo han llevado a los cenáculos de la investigación social. Recientemente, el Diccionario de Oxford -uno de los más reputados del mundo- designó palabra del año a la post verdad (post truth). El término define a las circunstancias en que los hechos objetivos son menos determinantes que la emoción y las creencias populares en la formación de la opinión pública.

Una realidad que desde hace tiempo se viene denunciando, a raíz del manejo emocional que hacen los medios de comunicación, a través del miedo, para imponer los designios de quienes manejan el poder. Miedo a la violencia, miedo a la usurpación de puestos de trabajo por la inmigración o por tratados comerciales que, supuesta o realmente, alejan vacantes laborales del suelo patrio. En definitiva, una postura conservadora.

Todo ello aupado por un periodismo que desde hace tiempo se ha alejado de la objetividad. Una demostración palpable de ello es el silencio que éstos mantienen respecto de huelgas por motivos salariales que afectan a empresas que les aportan el pago de publicidad a sus espacios. En Chile, una de las últimas demostraciones de ello fue el paro que realizaron los trabajadores de Homecenter Sodimac. Ningún noticiero televisivo recogió la noticia.  En la mayoría de los canales esta compañía, perteneciente al conglomerado Falabella, mantiene una nutrida cartera de publicidad.

Como la verdad ha sido escamoteada, el ciudadano medio no tiene otra alternativa que cobijarse en las emociones que le produce el bombardeo comunicacional o las creencias conservadoras que cree le aseguran un futuro calmo, descociendo que los cambios hacen irrepetible el pasado. Y que la realidad que vive la estructuran quienes lo someten por el miedo.

Aquí, como en todo el mundo, esta es una realidad que se vive a diario.  Y que se va solidificando a medida que pasan los días. A los conservadores de los más disímiles pelajes les molesta que se recuerden los tiempos de la dictadura. Hablan de quedarse pegados en el pasado.  Pero hasta ahora no se sabe que ocurrió, por ejemplo, con los detenidos desparecidos. Y esa es una información que poseen los cuerpos armados. En resumen, la ciudadanía sabe que le mienten, pero se siente atrapada. Una sensación provocada por esta post verdad que no es casual ni producto de la ignorancia per se.  Sí, hay ignorancia, pero es una ignorancia direccionada.

Y es tanta la desconfianza, que cualquier acción emprendida por un referente político -aunque solo se trate de un gesto- es vista con suspicacia.  Al ex presidente Ricardo Lagos se le quebró la voz en una entrevista, hablando de su compromiso en esta nueva campaña presidencial que está empeñado y en la que los resultados de los sondeos no lo acompañan de manera positiva. A la sorpresa, luego se impuso la duda. Duda de si la emoción había sido real o una estrategia para acercarse a la gente dejando de lado la imagen del personaje lejano capturado por la soberbia.  Claro que hubo otros -sus más encarnizados enemigos políticos- que atribuyeron sus ojos acuosos a la senilidad.

En el mundo desarrollado, las cosas no van mejor.  Ahora, al irse, Barack Obama descubre que es necesario reencauzar la globalización. En un hermoso discurso, pronunciado en Grecia, llama hacerla más equitativa, menos castigadora con los humildes. En  sus ochos años de mandato no fue capaz de llevar a cabo él esa tarea. ¿No pudo porque el establishment no se lo permitió o simplemente no se empeñó lo suficiente?

El mar de dudas en que se debate el planeta no da muestras calmarse. Los nuevos paradigmas aún no aparecen y hasta ahora el descorrer velos que muestran lacras, solo generan movimientos sociales que tienen tanta vigencia como los fuegos fatuos porque no dejan rastros de ideología. Y lo que hoy llama a millones de personas a las calles, mañana, sin que el drama se resuelva, apenas convoca a algunas decenas de miles.

Las dudas que agitan este mar embravecido seguirán amenazando con hacer zozobrar a los barcos que lo surcan. Una situación peligrosa que solo cambiará cuando aparezcan timoles que aporten nuevas visiones y sean capaces de hacer recuperar la confianza.