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Los amigos de Rosa María Payá

Erigida como una figura joven de la oposición en Cuba, a sus 28 años Rosa María Payá es la cara visible de un entramado más profundo, el cual utiliza recursos y nexos como los senadores Marcos Rubio y Bob Menéndez, para movilizar a un ex mandatario como Felipe Calderón de México y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien, recordemos, tiene su oficina en Washington, muy cerca del Capitolio.

Raúl Martínez

  Sábado 25 de febrero 2017 18:40 hrs. 
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Controversia y portadas de los principales medios de varias naciones de Iberoamérica provocó la decisión del Gobierno de Cuba de rechazar el ingreso a representantes extranjeros que durante la semana que culmina participarían de un encuentro organizado por la Fundación Owaldo Payá en La Habana.

payáNi el secretario general de la Organización de Estados Americanos, el uruguayo Luis Almagro, ni el ex presidente de México, Felipe Calderón, fueron admitidos en territorio de la isla según determinó la cancillería cubana. A ellos se sumaron otros personeros, como el dirigente de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, Juan Carlos Vargas, quien si bien pudo abordar el avión hasta la capital de Cuba, luego fue expulsado por las autoridades de ese país. Era el mismo vuelo que no pudo tomar Mariana Aylwin en Santiago y que provocó una serie de reacciones, la última de ellas el desahucio de la Nueva Mayoría por sus correligionarios de la Democracia Cristiana chilena Matías Walker y Gonzalo Duarte.

El libreto estaba bien preparado y el nivel de los invitados al encuentro de la Fundación Payá da para pensar quién o quiénes están detrás de la producción del frustrado evento en La Habana.

¿Podría por sí sola Rosa María Payá hacer esta convocatoria que incluía a un ex mandatario y al secretario general de un organismo multilateral como Almagro?

El rol de Marcos Rubio y Robert Menéndez 

La imagen que acompaña esta crónica retrata a Rosa María Payá con los senadores Marcos Rubio (Republicano) y Robert Menéndez (Demócrata). Ambos legisladores tienen fuertes lazos con Cuba.

El primero, ex precandidato presidencial de los republicanos junto a Donald Trump y otros dirigentes de la colectividad, es un furibundo crítico de Cuba y en particular de las políticas de acercamiento que impulsó la pasada administración de Barack Obama.

Rubio se opuso sistemáticamente a las decisiones de Obama de restablecer las relaciones diplomáticas y terminar con las secciones de intereses en La Habana y Washington reponiendo sus respectivas embajadas en un acto calificado como histórico y que entre todos los gestos incluyó una visita del ex mandatario estadounidense a Cuba donde recorrió La Habana Vieja, barrio insigne de la capital de esa isla.

Pero Marcos Rubio no sólo es un opositor a la normalización de las relaciones con Cuba, sino que además ha impulsado una serie de políticas que perjudican a la población cubana por medio del bloqueo económico que han debido enfrentar por decisión de los Estados Unidos.

Representante de Miami, Rubio incluso se opuso en 2015 a sacar a Cuba de la lista de naciones que patrocinaban el terrorismo, a pesar del reconocido trabajo de esa nación antillana a favor de la solidaridad internacional, como por ejemplo con el despliegue de médicos en diversas catástrofes alrededor del mundo, incluyendo Chile luego del terremoto de 2010. “Sería un terrible error”, argumentó entonces el legislador republicano, aunque su punto de vista no prosperó ya que la decisión dependía de una medida ejecutiva que fue suspendida por Obama.

Mientras, Robert Menéndez, senador demócrata, es hijo de inmigrantes cubanos que llegaron a los Estados Unidos en 1953, es decir, antes del triunfo de la revolución que encabezó Fidel Castro. Menéndez creció en Nueva York y también se caracteriza por su férrea oposición a los avances de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos en la última parte de la administración de Barack Obama.

Bob, como es conocido el representante de Nueva Jersey, está involucrado por el FBI en la investigación por el apoyo que otorgó a los hermanos Isaías, quienes están prófugos de la justicia ecuatoriana. En Ecuador los protegidos de Menéndez cometieron delitos de malversación contra los clientes del banco Filanbanco que era de su propiedad. Incluso en 2015 una editorial del The New York Times pedía su dimisión luego de “caer en desgracia”. “El Sr. Menéndez no tiene, evidentemente, ninguna prisa para mostrar contrición (por lo que hizo), pues advirtió el miércoles que las acusaciones ‘no van a ninguna parte’. Él haría un flaco favor a Nueva Jersey al aferrarse al poder como político caído en desgracia. Sus colegas en el Senado deben exigir que dé un paso al costado”, publicó entonces el rotativo norteamericano.

Pero ni las vinculaciones ni la indagatoria que aún se ventila en tribunales federales contra Menéndez, hacen mella en su capacidad para impulsar medidas conjuntas, a pesar de ser representantes de partidos que en teoría son considerados como contrarios. Una prueba es el bloqueo que promovieron tanto Rubio como Menéndez hacia el final del gobierno de Obama en el Senado de los nombramientos de las embajadoras norteamericanas en El Salvador y en Chile, Elizabeth Manes y Carol Pérez respectivamente. De esta forma buscaron perjudicar la política exterior de Obama a raíz de su acercamiento con Cuba.

Los millones para opositores

Millones de dólares han sido los aportes de las diferentes administraciones norteamericanas a través de distintas vías para entidades en Cuba que usan invariablemente el calificativo de derechos humanos.

En ese sentido, el blog del periodista Tracey Eaton “Along the Malecón”, publicó en septiembre de 2016 una lista de organizaciones que recibieron un total de cuatro millones de dólares para los programas que denominan como “cambio de régimen en Cuba”. Invariablemente la fuente de ese financiamiento proviene de la National Endowment for Democracy (NED) que se podría traducir como “Donaciones nacionales para la democracia”. La NED depende directamente de la USAID, organismo que entre sus acciones más recientes impulsó lo que fue conocido como el Twitter cubano o “Zunzuneo”, un proyecto de red social sólo para cubanos que finalmente fracasó al reconocerse su carácter que era divulgar informaciones falsas con las que pretendían alterar la seguridad del país.

De hecho a fines de 2015 una investigación de la agencia AP daba cuenta de un peligroso programa de la USAID de reclutamiento de jóvenes de diferentes nacionalidades, costarricenses, peruanos y venezolanos. El grupo fue enviado a Cuba para que sus integrantes viajaran por el país como turistas intentando identificar personas para convertirlas en activistas políticos.

Sin embargo, el plan de la USAID contaba con un curso de 30 minutos para “evadir a la seguridad cubana”, además de no tener una red de seguridad para los inexpertos activistas en caso de ser capturados. Así lo reconoció uno de los propios reclutas de la entidad estadounidense.

Poco después la USAID debió reconocer problemas con sus planes y programas contra Cuba, aunque nunca ha cesado el flujo de dólares que nutre a organizaciones como Damas de Blanco y otros organismos que dicen luchar por los derechos humanos en la isla.

Los padrinos de Rosa María

Rosa María Payá es una joven que goza de estatus ciudadano tanto en Cuba como en los Estados Unidos y en España. De hecho ni siquiera reside en La Habana. Su domicilio fijo lo tiene en Estados Unidos y llegó a la capital cubana sólo unos días antes que se llevara a cabo el evento que se realizó en la sala de su casa habanera. Ya todo estaba organizado.

Erigida como una figura joven de la oposición en Cuba, a sus 28 años Rosa María Payá es la cara visible de un entramado más profundo, el cual utiliza recursos y nexos como los senadores Marcos Rubio y Bob Menéndez, para movilizar a un ex mandatario como Felipe Calderón de México y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien, recordemos, tiene su oficina en Washington, muy cerca del Capitolio.

En medio de ese escenario la ex ministra chilena de Educación Mariana Aylwin, se suma a un evento en el que se realizaría un homenaje a su padre por su aporte a la democracia. Todo esto a pesar que la embajada cubana “de forma discreta y constructiva” realizara “todas las gestiones a su alcance para informar, disuadir y prevenir que se consumara la provocación”, como señala en un comunicado que circuló desde la sede diplomática el miércoles en Chile.

Homenaje no hubo. Pero lo que quedó fueron las repercusiones bilaterales entre Cuba y Chile además de México por la negativa al ingreso de Calderón, así como también con la OEA, aunque por supuesto que en menor medida por las históricas diferencias entre La Habana y esta organización. Mientras, en nuestro país el hecho es aprovechado por los sectores más conservadores al interior de la DC que utilizan lo ocurrido con Mariana Aylwin para poner en cuestionamiento la continuidad de la Nueva Mayoría.

Un plan lamentable cuyo objetivo fuera advertido: provocar disonancias con gobiernos con los cuales Cuba mantiene buenas relaciones, al tiempo de ser un instrumento para infundir discordia al interior de un conglomerado que busca proyectarse en medio de un año electoral.

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