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Dólar: señales de mercado al alza

El alza interna e internacional de la moneda norteamericana tiene de dulce y agraz para la economía y los consumidores chilenos. De una parte, un mayor valor del tipo de cambio mejora las perspectivas de aquellos sectores exportadores que fundamentalmente gastan en pesos y venden en dólares. De otro lado, los importadores gastan más pesos para adquirir los dólares necesarios para sus internaciones, lo que hace subir los precios de los bienes traídos al país -entre ellos el petróleo.

Roberto Meza

  Miércoles 8 de marzo 2017 8:35 hrs. 
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El tipo de cambio peso-dólar ha seguido en una racha alcista que, a inicios de la semana, completó su séptimo aumento consecutivo, ubicándose en nuevos máximos en siete semanas y cerrando en valores superiores a los $ 660,50 comprador, un incremento de $ 2,1 frente al viernes pasado y su nivel más alto desde el 19 de enero pasado, aunque al cierre del martes retrocedió en 1 peso.

Esta cotización y tendencia es coherente con el fuerte aumento de más de 3% del llamado “dollar index”, que mide el comportamiento del billete verde frente a una canasta de divisas, hecho al que se agrega un nuevo retroceso del cobre, el principal producto de exportación del país y referente obligado de la paridad dólar/peso. Como se sabe, al cierre de las operaciones en la Bolsa de Metales de Londres, el metal rojo anotó el lunes una baja de 0,91%, hasta los US$ 2,65 la libra física.

Si bien la nueva caída del cobre, más que responder al alza del dólar, se explica por un contexto internacional en el que China redujo oficialmente su meta de crecimiento para este año, pasando de un rango entre 6,5% y 7%, a la parte baja de la llave, las posibilidades que la Reserva Federal (Fed) materialice un incremento de la tasa en su reunión de marzo -cuyas probabilidades subieron a más del 90%, según un consenso de Bloomberg-, aumentaron aún más la presión sobre el dólar.

Este comportamiento se produce cuando en el plano local, el Banco Central de Chile dio a conocer la actividad económica (IMACEC) de enero, la que creció 1,7%, superando las expectativas del mercado, las que apuntaban a 1%. Sin embargo, aquello no fue suficiente para detener el avance de la divisa norteamericana y en el mercado internacional subió nuevamente 0,15%.

A mayor abundamiento, esta semana, en Estados Unidos se darán a conocer los pedidos de fábrica de enero, que se espera avancen 1%, y las órdenes de bienes durables de fines de febrero, que se estima crezcan en igual porcentaje, a lo que se agrega el dato de empleo, el cual, de superar las expectativas, podría empujar aún más el tipo de cambio en Chile, a un rango de entre $667 y $670, según operadores.

El alza interna e internacional de la moneda norteamericana tiene de dulce y agraz para la economía y los consumidores chilenos. De una parte, un mayor valor del tipo de cambio mejora las perspectivas de aquellos sectores exportadores que fundamentalmente gastan en pesos y venden en dólares, lo que es especialmente favorable para la agricultura, cierta industria y la minería, no obstante que esta última puede ver su oferta externa disminuida, al subir el dólar internacional y encarecer el producto por razones financieras.

De otro lado, los importadores gastan más pesos para adquirir los dólares necesarios para sus internaciones, lo que hace subir los precios de los bienes traídos al país -entre ellos el petróleo, que también se cotiza en dólares- afectando el valor interno de gasolinas y otros derivados del crudo y presionando adicionalmente el IPC. Sin embargo, y al mismo tiempo, un dólar externo más caro mejora la posición exportadora de naciones como China, desde donde Chile importa buena parte de sus requerimientos, favoreciendo el comercio con el gigante asiático y poniendo techo a eventuales alzas de productos importados desde otros mercados.

El tipo de cambio flotante con que opera Chile evita que aleatorias oscilaciones de las monedas, cuyas evoluciones responden a demasiadas e incontrolables variables,  impacten financieramente la economía interna, asegurando una reacción casi automática de los agentes ante sus alzas y bajas y un ajuste rápido de consumidores y usuarios a las nuevas condiciones de precios, favoreciendo así nuestra estabilidad de más largo plazo.

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