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¿Somos o nos hacemos?


Sábado 25 de marzo 2017 15:44 hrs.


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Es cosa de salir a la calle y observar las caras de los transeúntes. Ni siquiera es necesario mirar a automovilistas enfrentando un paso de cebra o esperando que el carro que está adelante arranque mientras su conductor se halla atrapado por el celular. O subir al Transantiago o al Metro. Por todos lados se ve malestar.  O, al menos, incomodidad. Pese a ello, en la encuesta de la Organización de Naciones Unidas sobre felicidad, somos los más felices de América del Sur y los segundos, después de Costa Rica, en el continente. Pregunta para psicólogos: ¿Somos o nos hacemos los chilenos?

La Psicología Positiva, tan de moda hoy, da explicaciones muy atendibles. El amurramiento, es por la situación del país, pero cada uno nos sentimos bien con nosotros y nuestro entorno más cercano. Y si esta especialidad está acertada en su juicio, resulta conveniente ahondar un poco hacia la profundidad donde se plasma el verdadero ser del chileno.  Ese fondo en el que confluyen las presiones y miradas economicistas, por un lado, y las gratificaciones y desencuentros emocionales, por el otro. Corazón y razón, en resumen.

Es un viaje interesante. Un viaje en el cual cada recodo muestra facetas que impactan y explican actitudes y conductas y dan pistas acerca de cómo somos, al menos en buena parte. Estamos indignados por la realidad que hemos ido conociendo en una especie de armonía que lo engloba todo. Las instituciones están en descrédito en el mundo entero. La democracia vive momentos extremadamente difíciles. Los valores por los que se guiaba la sociedad están en una crisis que parece ser terminal. Los poderes emergentes buscan su espacio: exigen igualdad entre géneros, fin a la discriminación por elección sexual, una vejez respetada y humanamente digna, no solo vista desde una perspectiva de la salud que la prolonga por ser un buen negocio. Y para cerrar el nuevo horizonte, el planeta nos obliga a enfrentarnos a un cambio climático acelerado.

Esta es la mirada macro ¿Pero cómo se traduce en la realidad, en lo cotidianamente chileno? La crisis de las instituciones se ve en una política desacreditada por el comportamiento corrupto de algunos de sus referentes. El robo al Estado también abarca a entidades que, históricamente, han pretendido ser los guardianes del honor patrio.  El robo de miles de millones de pesos -y la madeja aún no termina de desenrollarse- en el Ejército y en Carabineros era la gota que faltaba. Pero antes el vaso había ido llenándose con las corruptelas de una Iglesia Católica que, también históricamente, ha pretendido -y aún pretende- dictar normas morales no solo a sus feligreses. El vaso se desborda si se agrega la pobreza de las instituciones destinadas a dar atención popular, como la salud, el sistema de pensiones, la educación, o las colusiones de farmacias, de productores de pollos, de papel, etc. (un etc que es amplio, convengamos).

¿Cómo reaccionamos? Según la Psicología Positiva, separando aguas. Es cierto y afortunadamente lo hacemos. Pero la realidad va más allá. Porque separar aguas no puede significar el olvido de los compromisos con el resto de la sociedad.  Y a eso estamos llegando. Si desconfiamos de la política, pues no votamos…y que pase lo que pase. Si la corrupción ha llegado a militares y carabineros, habrá que confiar en la Justicia, pero en una Justicia en la que nadie cree. Por lo tanto, sigamos contentos con los nuestros.  Mucho tiempo para los juegos electrónicos, para el fútbol, para la farándula, y que de las elecciones se ocupen  otros.  Aquellos que están en ese 40% que va a votar y que tiene compromisos mayores o menores con partidos o con ideologías o que aún cree en que la democracia se hace expresando su sentir -aunque sea maldiciendo o garabateando, porque no tiene alternativa que le agrade- y no dejándose llevar por la facilidad del rechazo o la cara amurrada.

Sí, parece que los chilenos tenemos razones para estar felices.  Por eso será que llegan inmigrantes a buscar nuevos horizontes. Pero ellos no desembarcan en nuestras casas, y muchos ni siquiera en el entorno cercano. Sin embargo, les parece atractivo lo que encuentran. Tal vez porque solo ven el horizonte economicista y están contentos porque siempre lo han sido, a pesar de las carencias que les tocó vivir en sus tierras.

Para muchos, esa es la realidad de los seres humanos.  En su tierra se afectan por lo que ocurre.  Cuando están lejos, la supervivencia lo marca todo. Y así, claro, pueden seguir con la cara sonriente porque siempre la tuvieron. No ocurre eso con nosotros.

Con un agravante, tal vez. Los chilenos estamos acostumbrados a tener instituciones respetables. Y ahora ni siquiera nos interesa salvar lo que habíamos creado. Lo que hace mucho más fácil el sometimiento.

Esa es nuestra realidad  ¿Somos o nos hacemos? Nos cuesta mucho llevar a los hechos políticos nuestra desesperanza o indignación.  Nos conformamos con decir que no estamos ni ahí con la política. Como si ello significara algo más valioso que desinterés o cobardía para enfrentar la realidad.