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Sobre declaraciones de Ricardo Soto


Miércoles 5 de abril 2017 15:07 hrs.


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Señor Director:
 
El día 31 de marzo, en un medio digital, fue publicado un artículo que hace referencia a las afirmaciones emitidas por Ricardo Soto, médico cirujano, egresado de la Universidad de Chile, director y fundador de “Medicina Consciente”. El profesional aseveró en el matinal de canal 13,  que “el cáncer es el resultado de una vida llena de odio”. En su diatriba, agregó que el cáncer de mama sería  una consecuencia del  odio acumulado por ansias frustradas de dominación de mujeres, que han sostenido largos conflictos con sus familiares y de acuerdo al parentesco con estos, desarrollarían indistintamente tumores en la mama izquierda o la mama derecha. En otras palabras, este profesional ha establecido una causalidad entre “sentir odio” y padecer cáncer de mamas. Sin embargo, no existen estudios que avalen esta afirmación. 
Cuando un profesional de la salud realiza una afirmación de esta naturaleza, usando su focus profesional (principio de autoridad), sin lugar a dudas, esta incurriendo en una acción deliberadamente irresponsable y carente de ética profesional. 
Por otra parte, que el aludido sea ex- alumno de la Universidad de Chile no garantiza per se probidad y excelencia. Sin embargo, podría ocurrir que personas impresionables, solo por este motivo, le atribuyan veracidad a sus palabras. Cabe preguntarse entonces, si las universidades  tendrían la facultad de hacer algo al respecto.
Posteriormente se lee en la publicación, que  a consecuencia de este episodio, no se han hecho esperar las denuncias ante  El Consejo Nacional de Televisión. Sin embargo, me parece que  hacer esto es necesario pero insuficiente. El  problema no solo radica en que se le dé tribuna en televisión a un profesional del área de la salud que ha abrazado las llamadas medicinas alternativas o complementarias, sino que el problema de fondo, a mi entender, es que el Estado de Chile  a través del Ministerio de Salud, ha legitimado mediante el decreto N 42 desde el año 2005, el “ejercicio de las prácticas médicas alternativas” como la Acupuntura, la Homeopatía y la Naturopatía (y según lo que entiendo, el lobby le está dando posibilidades reales de también ser incluidas la Masoterapia y  Terapias Florales). De esta manera,  el Ministerio de Salud le ha dado un espaldarazo legal y simbólico a las pseudoterapias y pseudociencias. En consecuencia, se podría deducir que cualquier iniciativa denominada terapia alternativa o complementaria, por muy fraudulenta, delirante y carente de base científica que sea, está validada desde el organismo que se supone debe velar para que esto no ocurra. Me pregunto: ¿Aspira Chile a ser un lugar como Macondo o es la ignorancia y la superstición una característica propia de esta institución? 
Es necesario entonces, que el Ministerio de Salud, los gremios de trabajadores de salud, las Universidades y la comunidad científica, en un trabajo conjunto y coordinado, asuman la responsabilidad de informar y proteger a la ciudadania de la desinformación y la charlatanería. Dando una señal inequívoca de respaldo al conocimiento y el pensamiento crítico.
 
También en este proceso, sería interesante preguntarse en qué están fallando cada una de estas instancias y qué aportes concretos podrían realizar para prescindir de estos enfoques que se han asentado como  solución a problemas de salud pública tales como la alta demanda de pacientes en urgencias de algunos hospitales públicos, entre otros. Cabe preguntarse también cómo la comunidad científica podría aproximarse aún más a la ciudadanía a través de los medios de comunicación e instancias formales e informales de educación para fomentar el debate. Qué responsabilidad le cabe a los profesionales de la salud que no logran conectar con los pacientes, con sus necesidades y apremios emocionales, situación que condiciona una búsqueda alternativa de estos últimos para sobrellevar las dolencias que los aquejan.  Cómo podrían aportar las Universidades, poniendo al servicio todo el capital cultural que producen y albergan, para encontrar las soluciones que demanda la sociedad desde el conocimiento, con el noble objetivo de alcanzar el bienestar común, guiando además la curiosidad y la necesidad de aprehender la realidad desde distintas perspectivas, pero siempre bajo el alero del pensamiento riguroso. En este sentido se hace necesario establecer sólidos puentes, para realizar el traspaso del conocimiento a la ciudadania de manera participativa y  horizontal, porque si hay algo que ha dañado el prestigio de la academia y el conocimiento formal, ha sido la distancia altiva que ha establecido con respecto a la ciudadania. 
 
Las pseudoterapias y las pseudociencias, no son una expresión de perspectivas distintas para abordar un mismo problema, sino que son tan solo, un conjunto de ideas apodícticas, pregonadas por adeptos y que se sustentan en una infinita cantidad de sesgos de confirmación, lo que en consecuencia merma la capacidad crítica de las personas y las hace susceptibles de ser manipuladas. Quizás sea posible adoptar como referente, medidas tomadas en otros países para ponerle coto a la diseminación de estas actividades.
 
Recientemente, en Estados Unidos, se está exigiendo que el etiquetado de los preparados homeopáticos señale que no hay evidencia científica que avale su eficacia. En España, el colegio médico de Barcelona ha apartado de sus programas los cursos dedicados a la homeopatía y la Universidad de Barcelona el año pasado ha dado de baja su master en homeopatía. En España también, ha surgido la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas, liderada por un padre que perdió a su hijo enfermo de cáncer, por haber abandonado la quimioterapia, reemplazándola por una terapia alternativa. 
 
En Chile, creo  imprescindible exigir a los profesionales de la salud que se dedican a las llamadas medicinas alternativas, que al iniciar un proceso “terapéutico” con el paciente o cliente, deban firmar un documento en el que en lenguaje simple, deje en claro que ninguna de estas prácticas está avalada científicamente y que estas terapias no reemplazan tratamientos médicos, por lo cual se recomienda mantenerse bajo supervisión médica. 
 
En cuanto a la aparición de estos personajes en programas de televisión, es imperativo un “disclaimer”, en la línea expuesta en el párrafo anterior, dado el tipo de audiencia a la que van dirigidos estos contenidos.
 
Por último, me parece que las afirmaciones del médico Soto, son susceptibles de ser analizadas desde una perspectiva sociológica, antropológica y  psicológica. Es llamativo el significado implícito de las causalidades que establece y la interpretación simplista, categórica y estandarizada que hace de las relaciones humanas y sus consecuencias. Me parece violento que sus palabras puedan  ser ligadas a la culpa y al castigo. A mi parecer el enfoque que él dice representar, tiene  un fuerte influjo neo-liberal y patriarcal.  No olvidemos que estas corrientes alternativas también son industrias que mueven millones, y que se basan en difundir creencias en donde la superación personal, el control de nuestras vidas, es exclusiva responsabilidad nuestra. Ideas que recuerdan la máxima capitalista,  “sálvate solo”, aunque en este caso, el discurso añade la invitación a tomar el kit de terapias y soporte holístico,  con lo que se podrá enfrentar exitosamente las vicisitudes inherentes de la vida y la condición humana (buen negocio, quién no padece en este mundo).
En este sentido,  se está confundiendo la trascendencia de las experiencias vitales -el otorgarle significado a nuestras vidas- con una forma un poco más elaborada de consumo. Dudo que este médico represente un enfoque “consciente”, que enriquezca la diversidad de miradas, porque estos discursos provocan confusión y desinformación.  No estamos frente a un guía o un modelo a seguir, sino que estamos frente a un personaje que simplemente sale a vender,  y para esto hará gala de rasgos y discursos seductores. 

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