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Comentario de Televisión:

Nabila y el dejar de ser humano

"No hay ninguna duda que la lectura del informe ginecológico de Rifo no fue algo espontáneo, es evidente que allí hubo un cálculo desde una lógica televisiva que señala que el morbo asegura más rating y en el que la protección a la dignidad de las personas no aparece como un deber".

Antonella Estévez

  Sábado 15 de abril 2017 14:04 hrs. 
nabila

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Este 17 de abril se realizarán los alegatos de clausura en el juicio contra Mauricio Ortega, único inculpado en el femicidio frustrado de Nabila Rifo y al día siguiente se espera el anuncio de la sentencia de uno de los crímenes más salvajes cometidos contra una mujer en nuestra historia reciente y que estuvo precedido por una vida de vulneración y violencia.

Durante este último mes hemos sido testigos de todos los detalles de este juicio y el nombre de Nabila Rifo ha estado presente en noticieros, columnas, matinales y programas de farándula, poniendo en evidencia el sentido común de los medios de comunicación a la hora de cubrir noticias que son claves en la instalación y validación de una moral social.

La más reciente polémica en la cobertura de este caso fue la protagonizada por el programa matinal “Bienvenidos” de Canal 13 que durante esta semana dio a conocer detalles del informe ginecológico de Nabila Rifo, lo que llevó a que se elevaran más de mil quejas contra el programa en el Consejo Nacional de Televisión y que terminó con la salida de Pablo Manríquez, director del programa.

El jueves pasado este matinal inició su programación con una disculpa en cámara por parte de los conductores que señalaron que se trató de “… un contenido que se nos pasó, un error humano”. Una frase que no es coherente con la pauta de un programa que lleva semanas centrándose en el caso y que incluyó notas producidas y editadas con tiempo. No hay ninguna duda que la lectura del informe ginecológico de Rifo no fue algo espontáneo, es evidente que allí hubo un cálculo desde una lógica televisiva que señala que el morbo asegura más rating y en el que la protección a la dignidad de las personas no aparece como un deber.

No se trata sólo de vulnerar la vida privada y la intimidad de una persona que ha sido víctima de uno de los crímenes más atroces de los últimos años, se trata de reforzar un sistema social en donde las mujeres son responsabilizadas de la violencia que se ejerce sobre ellas. Desde el actuar de abogados y jueces en el juicio hasta la cobertura que el caso ha recibido en distintos medios, se ha expresado un discurso homogéneo. Un discurso que dice que las víctimas se expusieron conscientemente a esa violencia y por lo tanto que es el resultado de sus propias decisiones.

La frase de Nabila Rifo “¿Qué tiene que ver mi vida sexual con lo que me ha pasado?” va mucho más allá de la respuesta de una testigo y víctima ante la pregunta inquisidora de un abogado. Es la expresión de resistencia ante una sociedad que está acostumbrada a preguntar por “¿Cómo andaba vestida la niña que violaron? ¿Había tomado? Y ¿Por qué andaba sola por ahí?”. Y aunque se puede entender que los abogados defensores debían establecer ciertos hechos para poder exculpar a Ortega, para cualquier observador más o menos atento queda claro donde termina esa argumentación y donde comienza la re victimización.

Porque consciente de ello o no, tanto el sistema de justicia como las instituciones que se suponen deben proteger a los ciudadanos y también los medios de comunicación, han instalado en torno a este caso un solo discurso: “A las mujeres buenas que se quedan en su casa, cuidando a sus hijos, no les pasan estas cosas”. La pedagogía social que está detrás de todo este caso sigue siendo la de limitar la libertad de las mujeres que si llegan a exceder los límites de la conducta definida para ellas deben enfrentarse a las consecuencias. Estas consecuencias van más allá del maltrato a sus cuerpos y al riesgo de su vida, sino que incluso llegan a poner en riesgo su condición de persona.

Al exponer sin ningún decoro cada uno de los detalles íntimos de la vida de Nabila Rifo, ella deja de ser un sujeto de derecho y se transforma en una imagen, en el estereotipo de la “mujer suelta” a la que se debe disciplinar y cuyo castigo debe ser ejemplar para enseñar al resto de las mujeres. La consistencia que ha tenido el discurso de abogados, jueces, instituciones y medios de comunicación a este respecto da cuenta de que seguimos viviendo en una sociedad en donde las mujeres no son libres en el ejercicio de sus derechos, y en donde sus vidas -físicas y simbólicas- no tienen el mismo valor que la de los varones.

El hecho de que algunos de nosotros nos escandalicemos ante las preguntas de un abogado o el actuar de un programa de televisión ya es un paso para dejar de normalizar este discurso de violencia contra las mujeres. Pero ese perverso sentido común lleva siglos instalándose y reproduciéndose y aún tenemos muchísimo que des aprender.

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